Epílogo

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— Esa es del último curso de bachillerato ¿No?

— Sí, casi no me acuerdo de los nombres de la mitad de ellos.

— Hace cinco años decías que nunca podrías olvidarlos.

— Hace cinco años también decía que nunca haría deporte.

— ¡Qué terrible influencia soy!

Haciendo limpieza entre mis antiguas cosas para liberar algo de espacio en el trastero, había encontrado varias cajas llenas de antiguos objetos que había ido acumulando a lo largo de mi adolescencia. Los típicos libros de texto que se guardan "por si acaso se necesitan consultar el año siguiente" y terminas olvidando o fingiendo olvidar su existencia, ropa que ya no te sirve pero que guardas porque te da pena tirarla, cartas, notas, cosas que tras años en tu casa sigues desconociendo su utilidad en la vida, etc...

Entre los libros de bachillerato, había encontrado antiguas fotos de la época del instituto, ya algo amarillentas debido a la humedad, pero todavía visibles. Tras encontrar un álbum para ellas, las había ordenado por orden cronológico según la memoria me indicaba que lo hiciese, por lo que no era un orden demasiado fiable.

Pasando la página, me acomodé entre las piernas de Derek, recostándome sobre su pecho mientras él apoyaba su mentón sobre mi hombro derecho para poder ver el álbum que descansaba sobre mis piernas flexionadas, al mismo tiempo que aprovechaba aquella posición para rodear mi cintura con sus brazos de forma tierna y protectora.

— ¿Quién es el que está a tu lado? —Preguntó señalando la imagen de un chico que se esforzaba por mostrarle su mejor sonrisa a la cámara, intentando acompañarla con una sexy mirada que parecía no estar preparada para salir.

— Ese es Nick, creo.

— ¡Ah, Nick! Hace años que no hablamos.

— ¿No has vuelto a tener noticias suyas?

— Sólo sé que cuando Aitor salga se van a ir a vivir juntos.

— ¿Sigues teniendo vis a vis con él?

— Hace cuatro meses que no voy, obviamente cualquier tipo de amistad que tuviésemos ya no existe. Empecé a visitarle porque quería que me explicase qué demonios se le pasó por la cabeza aquel día, pero poco a poco nos fuimos quedando sin temas de los que hablar y ya es tontería seguir yendo.

— Pero si quieres puedes volver cuando quieras, ya te dije en su momento que a mí no me importa.

— Si no es eso, es que no me apetece tener como amigo a un violador ¿Sabes?

— Vale, vale, como tú digas.

A medida que las páginas del álbum iban pasando, antiguos rostros que a día de hoy casi parecían ser nuevos para nosotros, se iban sucediendo, creando una estela de recuerdos que nos hacían aventurarnos en las turbulentas aguas del pasado, aunque no siempre tenía por qué ser para mal.

— ¿Y esa chica rubia?

— ¿Quién? ¿Esta?

Señalé con el dedo a una de las imágenes que había clasificado bajo el original título de: Familia. Una versión de mí bastante más joven y desaliñada, estaba siendo fuertemente abrazada por una chica que, en la foto, debía de tener mi misma edad de ese entonces. Frente a lo que parecía ser una tarta de cumpleaños, ambas posábamos de la forma más fraternal y bobalicona que podíamos. Estrechándonos con exagerada fuerza y sacando nuestras lenguas a la cámara mientras que ella oprimía su mejilla contra la mía y yo por mi parte, guiñaba un ojo mientras que con la mano que no rodeaba su cuerpo, hacía el símbolo de la victoria y lo acercaba a mí rostro.

Ya es tarde para decir lo siento (versión 2018)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora