Tan pronto como el timbre que anunciaba el final de la jornada comenzó a sonar, un impulso casi sobrehumano me obligó a levantarme velozmente y a recoger mis cosas tan rápido que de haber sido otro el escenario, más que guardando mis pertenencias habría parecido que estaba robando. Cargué la mochila sobre mi hombro izquierdo y salí del aula a paso rápido mientras terminaba de cerrarla. Cuanto antes llegase a la puerta de salida, antes podría perderme entre las calles y despistar a cualquiera que saliese de aquel sitio.
Era un regalo, un sentimiento de felicidad total cuando comenzaba a caminar y poco a poco los gritos de otros adolescentes hormonados iban quedando atrás y regresaba al mundo adulto, donde no había niñatos que gritasen y dejasen aún más a ras del suelo la mala reputación que teníamos las personas de entre trece y dieciocho años. Me gustaba estar en sitios donde no había gente de mi edad o cercanos a ella, los adultos, en circunstancias normales no te prestaban demasiada atención, no te miraban de arriba abajo buscando cualquier cosa por la que reírse a carcajadas y hacerte sentir mal aunque no te conociesen de nada y los niños no tenían maldad, los comentarios más dañinos que podían hacer no los pensaban, solo los repetían como loros después de haber visto a alguien mayor que ellos decirlo y reírse de ello. Rodeada de adultos estaba a salvo, así que tenía que salir de allí y ya.
«Trabajar con Derek... Lo más inteligente que sabe hacer es ir a buscar el balón cuando se lo lanzan»
No debería de haber habido ningún comentario sobre la elección que había hecho Kate para las parejas del trabajo, pero obviamente los hubo y a montones; de hecho habían comenzado tan pronto como la profesora de Lengua y Literatura había salido por la puerta y había dejado de escuchar las pocas palabras comprensibles entre aquellos gritos que nos caracterizaban.
— Derek, mi amor. Pobrecito.
— Ay bebé, qué mala suerte.
— Pero tío, dile a Kate que no hace nada y que la ponga sola, puedes venir conmigo y con Celia.
Derek añadió algo a los comentarios del grupito pero no llegué a oírlo pues yo ya estaba a varios pasos de ellos, maldiciendo el día en el que vinieron al mundo y rogando para que cuando decidiesen buscarme con la mirada y con sus características sonrisas macabras, se les quedase una satisfactoria cara de estupefacción al darse cuenta de que ya me había largado sin que lo advirtieran.
*****
Cuando estaba a punto de cruzar la puerta y salir del instituto, cuando estaba a punto de saborear la libertad y de encender el móvil para escuchar música y olvidarme de todo y de todos, alguien me llamó a gritos desde dentro del edificio, haciendo que me detuviese de inmediato pues por desgracia no estaba lo suficientemente lejos como para echar a correr sin que me viese ni para continuar caminando sin que me alcanzase, así que la única opción que tenía era hacerle caso a quien fuese que me buscase.
— Tú...
Cuando llegó junto a mí, Derek se detuvo y se llevó una mano al pecho mientras que con la otra hacía un gesto para indicarme que esperase a que cogiera aire. Sacó la lengua y puso la vista en blanco de forma cómica, aunque no consiguió que me riese.
— ¿Yo?
— ¿Tienes mi número?
— Sí.
— Vale, escríbeme y quedamos para hacer el trabajo. A las cinco no, que tengo entrenamiento martes y viernes hasta las ocho y no puedo contestarte.
Me quedé largos segundos mirándole fijamente a los ojos, completamente seria y sin contestarle, casi parecía que le estuviese penetrando con la mirada, pero realmente era que me había quedado en Babia procesando la información que trataba de transmitirme.
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Ya es tarde para decir lo siento (versión 2018)
RomanceLa vida es una obra de teatro para Janet. Una obra de teatro en la que ella es el principal icono dramático y Aitor, el chico encargado de dirigir todo el bullying hacia ella, el cómico. De lo que unos se ríen, es lo mismo por lo que otros lloran. D...