Cap 12

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En circunstancias normales, de haber tenido que elegir entre consumir mi tiempo libre en YouTube o viendo la televisión, casi de forma automática habría abierto YouTube y me habría puesto a ver el primer gameplay o el primer video aleatorio que me apareciese recomendado, pero como en pleno siglo veintiuno seguían existiendo personas como mis padres, que todavía veían los programas que la televisión ofrecía en horario nocturno, había llegado hasta mi la noticia de la existencia de una nueva serie televisiva que prometía. Así que allí estaba, dispuesta a ver el primer capítulo tras haberlo buscado en el catálogo de programas ya emitidos, con una bolsa de patatas fritas y una caña de chocolate y crema en mano.

Apagué la luz, abrí la bolsa de patatas fritas, me recosté en la cama y justo cuando estaba a punto de coger el mando a distancia y pulsar el play, una brillante luz, acompañada de una familiar melodía, volvió a iluminar la habitación.

Debo reconocer que me causó un ligero fastidio tener que dejar las patatas a un lado y volver a levantarme para contestar al teléfono, pero como lo había hecho antaño, la idea de que alguien quisiese ponerse en contacto conmigo me emocionó. Bueno, por lo menos me emocionó durante los escasos segundos en los que no supe quien me llamaba.

— Estoy empezando a pensar que te has enamorado de mí. ¿Dos llamadas en el mismo día?

— ¿Janet?

— ¿Derek?

— Siento llamarte otra vez, pero necesito tú opinión.

Su voz sonaba apagada y algo ronca, como si hubiese estado llorando durante largos minutos y su voz se empeñase en delatarle, en pedir ayuda sabiendo que él no lo haría por sí mismo. Conocía esa situación demasiado bien, tan bien que podría haber asegurado que al otro lado de la línea había un chico que miraba hacia abajo, con la nariz y los ojos enrojecidos y estos últimos hinchados.

— Dime.

— Por teléfono no. ¿Puedes venir al parque infantil? Está cerca del bar al que fuimos a comer el último día de curso del año pasado.

— Yo no fui. Pero no importa, sé a dónde te refieres.

— ¿No viniste? Juraría que fuimos todos.

— Yo preferí no ir —murmuré, pretendiendo que al notar la bajada de voz entendiese la indirecta y no preguntase más, pero era Derek, pocas eran las indirectas que era capaz de entender.

— ¿Por qué? Nos lo pasamos muy bien cuando quedamos juntos, recuerdo que ese día estuvimos rajando de... Ah... Vale... Perdón.

— No importa.

— Lo siento, es que por aquel entonces pensaba que eras... En fin, no me caías bien... Perdón.

Bajé la mirada y me quedé unos segundos en silencio, segundos en los que Derek prefirio acompañarme en la autocompasión y no decir nada. ¿Estaba entendiendo el por qué de mi silencio? ¿O simplemente estaba esperando a que hablase mientras se mordía las uñas distraídamente? Me daba miedo la sola idea de que la respuesta a la primera pregunta fuese positiva, de que un completo desconocido fuese capaz de entenderme. No me gustaba ese sentimiento de confianza que estaba tratando de hacerme sentir con respecto a su persona, me hacía sentir transparente y de papel y lo peor es que existían muchas posibilidades de que me lo estuviese imaginando todo y de que la persona con la que estaba hablando no fuese nada más que un compañero de clase normal. Puede que por pura necesidad, mi cerebro hubiese interpretado sus palabras como una invitación a su mundo, pero que él no desease eso en absoluto. Tendía a pasarme demasiado a menudo, ese era uno de los motivos por los que casi todos pensaban que era un bicho raro.

Ya es tarde para decir lo siento (versión 2018)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora