Existen muchas leyendas acerca del primer beso. Normalmente nos lo pintan como un mágico momento en el que la persona a la que amas deposita sus labios sobre los tuyos o tú sobre los suyos, cerráis los ojos y dejáis que todos vuestros sentimientos fluyan. Sí, definitivamente esa es la versión favorita de Hollywood y de la literatura juvenil en general. La mayoría de las personas reales, cuando piensan en su primer beso ponen cara de asco de solo revivir mentalmente aquel momento, bien por el beso en sí o bien por el recuerdo de la persona que se lo dio.
En cualquier caso, los que todavía no lo hemos dado solemos tener altas expectativas puestas en él. En mi caso, solía fantasear imaginándome a un despampanante muchacho de casi dos metros inclinándose hacia mí, cerrando los ojos y besándome de la forma más seductiva y a la vez romántica jamás pensada por la humanidad. Y por supuesto... Solo nos separaríamos ante la falta de aire. Pero la realidad distaba de ser esa.
Tras los primeros instantes de sorpresa, cuando por fin fui capaz de tomar consciencia de lo que estaba pasando, me entró el pánico. Yo no sabía hacer aquello, iba a quedar en el mayor de los ridículos ante Derek por no saber cómo se correspondía a un simple beso.
*****
Mi corazón comenzó a latir con fuerza, intuyendo lo que se avecinaba. Tenía miedo, miedo de fallar una vez más, miedo de estropear algo importante, miedo de no saber estar a la altura de la situación. Pero no podía hacer otra cosa que no fuese confiar en la experiencia de Derek y en que él me guiara para que aquella primera vez no terminase en desastre. Le quería ¡Le quería! Dios mío... De verdad lo hacía. Quería besarle, abrazarle y quedarme a su lado. Le había odiado, alejado e insultado y ahora le quería, le quería justo allí, en aquel momento y haciendo justo lo que estaba haciendo. Era el lugar y el momento perfecto.
Derek Dawson, la viva imagen de la comedia, le había quitado la máscara a la tragedia para ver lo que había debajo de esta. Estábamos a punto de hacer un paréntesis en el guión, un guión que estábamos quemando poco a poco, deseosos de escribir un final distinto al que nos dieron. Hambrientos de romance y sedientos de justicia. La tragicomedia no existía, la tragedia se había roto y la comedia había decidido apiadarse de esta. Éramos el caos intentando establecer algún tipo de orden de forma desesperada. El desenlace de la obra era imprevisible, pero poderoso.
Derek besó mis labios con suavidad, repitiendo el mismo movimiento con lentitud. Cerré los ojos dispuesta a seguir su ritmo, deseando con todo mi corazón que pudiese hacerlo pese a mi inexperiencia.
Nuestros labios se acariciaban con torpeza y timidez, pero cogiendo cada vez más confianza y llegando a compenetrarse en un momento dado. Nos brindábamos dulces, suaves y cortos besos cargados de significado, un significado distinto para cada uno de nosotros, pero ambos igualmente importantes. Su lengua se introdujo dentro de mi boca con cautela, casi como si pidiese permiso para hacerlo. Era extraño, era algo completamente nuevo y complejo, pero me gustaba, me gustaba mucho.
Nos separamos con cuidado, manteniendo la mirada fija en los ojos del otro. No parecía que tuviese planeado lo que iba a hacer tras aquel improvisado beso, pude ver reflejado en su rostro el desconcierto que le causaba el no saber qué hacer. Aquella tierna imagen me hizo dejar escapar una ligera risa que pareció romper con la tensión del momento y a su vez con el nerviosismo de Derek. Sonrió con ternura y apoyó su frente sobre la mía mientras limpiaba las lágrimas restantes con los pulgares.
— ¿Ríes y lloras al mismo tiempo?
— Así de loca estoy.
— Entonces... ¿Voy a tener suerte y a librarme de la bofetada?
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Ya es tarde para decir lo siento (versión 2018)
RomansaLa vida es una obra de teatro para Janet. Una obra de teatro en la que ella es el principal icono dramático y Aitor, el chico encargado de dirigir todo el bullying hacia ella, el cómico. De lo que unos se ríen, es lo mismo por lo que otros lloran. D...