Día 7: Diluvio con poesía, algunas lágrimas y risas. (Cap. #23)

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   Me despierta el sonido de las gotas al caer sobre el techo de mi humilde casa, el frío tan tremendo me abraza entonces de inmediato me mezclo entre las cálidas mantas de mi cama. Al levantarme me asomo por la ventana y miro que las nubes de un color grisáceo se disfrazan. Sin importar que el día esté así de gris me he levantado con más ganas de salir, con más ganas de echarme a andar por allí y devolver las llamadas que no respondí.

  Miro mi celular, tengo un par de notificaciones de Instagram y Snapchat pero mi WhatsApp parece estar muerto, no me asombra, pues, anoche no quería saber del mundo y por lo que veo éste me ha respondido con ese rotundo silencio teniendo mi buzón sin mensajes de texto.
Pulso la notificación de Instagram y no es nada relevante, pulso la notificación de Snapchat y es un mensaje de... Nada más y nada menos que del “Team Snapchat”. —Gracias. Qué emoción, me muero—
Pero claro, veo que hasta mis redes sociales me han hecho caso con que no quería saber del mundo.

   Me fui a duchar, después de unos 45 minutos me terminé de alistar.

Antes de empezar mi camino por la avenida 40C hacia la estación del autobús, tomo mi celular y marco los 8 dígitos de la primer llamada que recibí en el hospital.

—¿Aló?
—Hola...
—Lucia, ¿de verdad estás bien? O sea, se me hace muy extraña esa actitud que has tomado, vos no sos así y porqué ahora vienes comportándote así, de esta forma tan descuidada, como tan perdida, como si dejaras la Lucia que conocí entre las sábanas de tu cama...
—Niña, otra vez no... No ahora, por favor...
—Es que se nota, se nota hasta en tu mirada... Y sabes muy bien que yo me preocupo por vos
—Sí, así como vos sabes que te lo agradezco por montón y sin una falsa modestia acepto que he cambiado, así como también aceptaré tu ayuda...
—Ehm... Justamente para eso te llamaba tanto... ¿Podemos vernos?
—¡Sí, claro! ¿En dónde?
—Ven a mi casa...
—Está bien, Niña Flor, a la hora del almuerzo estaré ahí...
—Te espero. Cuidate, adiós...
—¡Sí! Adiós.

   Terminé la llamada; cuando me llamaron en el hospital era ella, la Señorita misterios y me puse así de intranquila debido a lo que hablamos, no quiero afectar a terceros por estar yo tan afectada en ciertas cosas y la Niña Flor es una las que no se ven beneficiadas, me enoja no poder recuperar la Lucia que algún día fui... Y ésta niña sabe bien quién era yo, pues me tomó cuando pensé que no había nadie para mí, reparando mis alas y transmitiéndome esas miradas, cara a cara, sin dejar de lado su ternura y esa actitud de ambas, como un par de chiquillas enamoradas...
  No quisiera pensar que me equivoqué al recaer entre las manos de Maria, la amo tanto que hasta el momento no la he visto como un error.
  Pero entre tanto vaivén y sorpresas no muy bien recibidas, rodeos y mentiras de parte de Maria me hacen caer otra vez en ese nivel de tristeza dónde sólo quisiera desaparecer.

   Salgo de mi casa, la lluvia no es mucha. Al llegar a la esquina de la avenida 40C, subo al autobús de camino a San José centro, son apenas las 8:47 de la mañana, tengo tiempo de ir a trabajar tranquila e irme donde mi querida Niña Flor.

Maria
no ha dado señales de vida
en todo el día.

  Después de 3 horas, termino de trabajar. Soy mensajera del comedor infantil de mi hermana Nath y su pareja Abby.
  Son las 11:05 de la mañana, debo ir a tomar el autobús que me lleve hasta el barrio de la señorita misterios.

Después de 50 minutos he llegado a mi destino, la llamo para que salga y me abra, ay Dios... Soy una idiota.
Esta chica es preciosa.

—Con permiso. —Digo cohibidamente al cruzar el portal
—Ay pasa, pasa, tranquila —Dice la Señorita misterios

La miro con cierta duda y notoria vergüenza y me dice:
—No me mires así, estamos solas... —Dice entre risas
—Ah bueno y yo pensando que estaban tus abuelos, de igual manera me da pena
—Sé lo educada que sos pero no seas rara Lucia, ven...

Desventajas de ser como tú o como yo, pero juntas nunca "tú y yo".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora