Recorrí el barrio sin una pista concreta sobre el arquero desaparecido, solamente las supersticiones del entrenador. Cansado y con sed, entré a una fuente de soda para descansar un poco del calor del mediodía. Pedí al mozo una Fanta. La Gertru prepara Fanta con huevos en la licuadora. La receta es fácil: una botella chica de Fanta, un huevo blanco, dos cucharadas de azúcar. En la juguera se revuelve todo y está listo el «fantasmal», ése es el nombre con que lo bautizamos. Pero en esa fuente de soda de Santa Familia era improbable que conocieran un fantasmal, así que pedí sólo la botella y un vaso con hielo.
Lo único que tenía de Cacho Ramírez era una dirección conseguida en la sede de Ferro Quilín, nada más. Me dirigí hasta allí. No estaba lejos: cuatro cuadras por Irasu, la calle principal! Y luego una hacia la cordillera. Era una casa antigua. La señora que me recibió dijo que la casa era una pensión, y antes de que me dejara explicarle, me hizo entrar y me mostró las piezas desocupadas que todavía le quedaban, con una sonrisa de tenedor, que algún día explicaré en que consiste. Los dormitorios que me ofreció eran deprimentes: con una cama, un somier de fierro, un velador y una ampolleta que debía tener 20 watts para no gastar en electricidad. Cuando le dije que era imposible leer con ese tipo de ampolleta, la señora dobló los brazos por delante y dijo:
–Aquí los pensionistas no leen.
Después me paseó por el comedor. En una mesa larga almorzaban los pensionistas. Cuando vieron aparecer a la señora comenzaron a protestar:
–Otra vez papas con mote, queremos cazuela.
Otro dijo:
–Todos los días lo mismo, doña Hilda, cambie el menú.
La señora otra vez dobló por delante los brazos y respondió:
–Se callan, que me espantan al cliente.
Fue el momento que aproveché para confesarle que todavía no necesitaba alojamiento y que mis verdaderas intenciones eran descubrir el paradero de Cacho Ramírez. Ella se quedó congelada y decepcionada; preguntó:
–¿Periodista?
–Si –Respondí sin ganas. Ella sonrió y agregó.
–¿De la tele?
Sin que yo le diera una respuesta se le encendió la cara, su voz se hizo más clara, actuado como si en verdad yo llevara una cámara escondida en alguna parte.
–Viva el Lunes es mi programa preferido –dijo–, ahí se conversa, y eso es lo que me gusta a mi, conversar, aunque no sea una la que conversa. Eso sí, echo de menos a Raúl Matas. Raúl Matas de parece tanto a mi abuelito Ramón que se murió en el sur de chile, en un asado, se le atravesó un hueso de chivo y ahí de murió el abuelo, ahogado. Pero volviendo a Raúl Matas, un caballero de la televisión, él debería estar animando Vida el Lunes.
Después de escuchar quince minutos sus teorías televisivas, conseguí que me dejara pasar a la habitación de Cacho. Estaba en el segundo piso y era la única que tenía una ventana desde donde se veía un pedazo importante de cordillera y los condominios lejanos de Peñalolén. La señora dijo que Ramírez era un buen pensionista, no tenía ni una queja con respectó a el. Antes de que el desapareciera había dejado pagado dos meses por adelantado. No era extraño porque siempre lo hacía. Cuando le pregunté que qué creía que había pasado con él, ella respondió risueña que probablemente estuviera arrancando con alguna mujer y por lo tanto era mejor dejarlo tranquilo.
Me dejó solo en la habitación. La misma cama, el velador y la ampolleta de 20 watts, que había visto en el resto de los dormitorios. En el closet encontré gran parte de la ropa de Cacho, ordenada, no parecía faltar nada. Antes de salir abrí el cajón del velador donde encontré una solitaria fotografía. La examiné cerca de la ventana. En la foto aparecía un grupo numeroso de jóvenes junto a maletas y bolsos de viaje. Detrás se veía un bus. Eran alrededor de treinta. Sonreían. Calculé que tenían mi edad. Pensé que la fotografía podía servirme, así que la tomé prestada, jurando que se la devolvería a su dueño cuando lo encontrará.
Cuando salí de la pensión, escuché que desde el comedor alguien gritó: «Córtela, doña Hilda, con las papas con mote, nos va a traumar».
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Quique Hache, detective
RandomSergio Gómez Ilustraciones de Kuanyip Tangol Esas vacaciones fueron excepcionales para Quique. En lugar de irse a la playa con su familia, se queda en Santiago, en medio del caluroso verano. Pero no sera una temporada aburrida. Quique vivirá inten...