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Nos fuimos por avenida La Florida hacia el Cajón del Maipo. No era un viaje largo, tal vez cuarenta minutos. Avanzábamos lentamente por el camino estrecho con muchas curvas. Paralelo al camino nos acompañaba al río Maipo, de un color café con leche. No hablamos mucho en el camino, pero sabíamos que íbamos en la dirección correcta para encontrar a Cacho Ramírez. Mientras avanzábamos, la cordillera nos cercaba. Pasamos varios pueblos a la orilla del camino, pueblos chicos de apenas una cuadra, con gente sentada en las puertas de sus casas, entretenida en mirar a los automóviles por el camino.

San José era el pueblo más grande de los alrededores. Cuando llegamos rodeamos la plaza.

Yo ya había estado en San José de Maipo: un domingo, hacía unos meses, en que mi papá quiso estrenar su automóvil nuevo, un Toyota del que estaba orgulloso. Con nosotros iba mi hermana Sofía, a quien no le gustaban los paseos familiares y prefería quedarse con Petete, su pololo actor. Ese día domingo almorzamos a la salida de San José, en un restaurante de comida típica chilena. Mi papá pidió una cazuela de pava. Siempre pedía de esas comidas que nunca preparamos en la casa y que le traen recuerdos de su niñez cuando vivía en Buin, donde al parecer todos los días cocinaban cazuelas, pero no podría soportarla todos los días, menos con el calor del verano. Después de almorzar regresamos a la plaza de San José, donde participamos sin quererlo en un acto público, que mi mamá llamó «un acto hippie». En un escenario representaban una obra de teatro donde un señor era un río y otro señor representaba un gasoducto. La pelea era entre el señor gasoducto y el señor río, entremedio estaban el señor árbol y la señora cordillera, que querían expulsar del lugar al señor gasoducto. Luego aparecieron en la plaza dos hombres arriba de unos zancos. A mi mamá, al menos, le gustaron los zanquistas. Al final, uno de los hippies, con barba, pelo largo y la misma edad que mi papá, comenzó a cantar una canción ecológica de protesta.

Mi mamá quería irse, pero mi papá se negaba porque todo ese acto le recordaba sus años en la universidad, cuando iba a las peñas y cantaba canciones de Violeta Parra. Sofía era la más aburrida, aunque más tarde se entretuvo cuando llegaron unos suizos muy rubios, de ojos claros, con shorts y bototos de montañista. Eran suizos ecológicos y aplaudían, aunque no entendían el idioma. A uno de los suizos Sofía le dio el teléfono de la casa. Durante las semanas que el suizo permaneció en Chile, llamó regularmente a Sofía por teléfono, aunque era poco lo que hablaban o se entendían, el suizo sólo sabía hablar su idioma y mi hermana el suyo. Alguien, que sin duda no quería muchos al suizo, le había enseñado la única palabra en castellano que sabía y repetía lo mismo «un poquito», no importaba lo que se le preguntara.

San José, ese sábado de verano, se veía tranquilo, reposado, como todo pueblo chico, con la cordillera detrás como el único de sus edificios. Nos dividimos los cuatro para preguntar por Cacho Ramírez.

Resultó que Ramírez había por todas partes en San José y sus alrededores. El único dato que conseguimos fue que Cacho, algunos años atrás, había destacado como arquero en el equipo del pueblo.

Después de preguntar sin suerte por todo San José, nos sugirieron que habláramos con don Reinaldo, el hombre más viejo del lugar. Los sábados se sentaba en una de las graderías del Estadio Municipal o los pasaba calentándose al sol en la plaza. Lo encontramos en la plaza. Nos habían advertido que estaba un poco sordo, por lo que dejamos que Charo se encargara. Después de los saludos ella fue al punto:

-Buscamos a Cacho Ramírez, don Reinaldo, usted debe acordars, fue el arquero de la selección de San José hace algunos años.

Don Reinaldo sonreía como abuelo, llevaba unos lentes Ray-Ban muy modernos, con los que miraba directamente al sol levantando el mentón.

-Señorita, si es tan amable de decirme el apellido de ese José tal vez pueda ayudarla.

-Me refiero a un arquero de San José.

Quique Hache, detectiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora