Decepcionados nos fuimos al Bravísimo de Providencia a tomar helados. La tarde se agotaba y ninguno de los dos quería regresar todavía a la casa. Yo seguía preocupado por Charo y me sentía un inútil con ganas de abandonar para siempre mi breve carrera de detective. Para estos momentos de incertidumbre y depresión no hay como los helados. De eso estoy seguro. De manera que perdí la copa especial de pistachos y cremaextra. Y conversamos con la Gertru sobre el futuro.
A mí me gustaba hablar con ella sobre esas cosas y creo que nos entendíamos. Por ejemplo, me confesó que siempre quiso ser azafata, pero nunca tuvo la plata ni las ganas de estudiar. Había llegado a Santiago a trabajar dejando sus amigos y novios en Temuco. Yo le dije que probablemente terminaría estudiando en la universidad, tal vez leyes, porque mi papá siempre decía que hacía falta un abogado en la familia. Personalmente no quería estudiar algo como leyes porque me parece muy aburrido. La Gertru me indicó con un dedo y dijo:
–Entre lo que los demás quieren y lo que uno quiere hay un lugar entremedio en el cual las decisiones las toma uno.
Yo no le entendí mucho, ella habla así. siempre con respuestas para todo.
Mientras estábamos en el Bravísimo, me levanté y perdí el teléfono. Me comuniqué con León en el Hogar Isabelita Astaburuaga para saber de novedades con respecto a Charo. No había ninguna, así que nos pusimos de acuerdo para lo que teníamos que hacer esa noche.
–Me acordé de algo que puede ser importante con respecto a Cacho –dijo León por teléfono.
–¿Qué?
–Un día, entre todos, le preguntamos a Charo sobre el arquero, por qué ambos eran tan amigos y por qué él nos ayudaba. Charo respondió aludiendo un poco la pregunta, dijo que Ramírez tenía problemas, vivía en el barrio, solo, lejos de su familia. Durante siete años había manejado buses, pero los había dejado por el fútbol.
Algo del pasado de Cacho me hizo sentido en ese momento. Las piezas del rompecabezas comenzaban a calzar.
–¿Manejaba buses? –pregunté a León.
–Era su ocupación antes de convertirse en arquero.
–¿En qué línea de buses?
–No, eso nunca lo dijo.
Nos despedimos, aunque yo sabía la respuesta.
Esperé que la Gertru se cansara de hablar y llegara la hora de la telenovela de media tarde. Entonces habló:
–Me voy para la casa. Si te vienes conmigo te preparo un fantasmal con unas galletitas de avena.
Traté de que la mentira no se me notara:
–Me quedo por aquí. no quiero llegar tan temprano a la casa. Voy a dar una vuelta por Providencia.
Por supuesto ella no me creyó. Como actor yo era pésimo. Nos despedimos en el metro de Manuel Montt. Todavía el sol estaba manchado, iluminaba de lado los edificios de Santiago y yo lo único que quería era que oscureciera pronto.

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Quique Hache, detective
AléatoireSergio Gómez Ilustraciones de Kuanyip Tangol Esas vacaciones fueron excepcionales para Quique. En lugar de irse a la playa con su familia, se queda en Santiago, en medio del caluroso verano. Pero no sera una temporada aburrida. Quique vivirá inten...