3. Cree y nunca digas nunca

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Frustrada.

Así me sentía.

Tanto tiempo que ya ha pasado y yo sigo aquí en la situación que desde mi adolescencia le temía.

Quedarme sin alguien.

Aunque no del todo estaba sola. Tenía a Amanda.

Pero en fin, ella se casará algún día, tendrá hijos y yo me quedaré viviendo sola en un pequeño departamento leyendo de nuevo los libros  de mi adolescencia, recordando mis aventuras y lo que me hacía reír en esa época.

Tratando de olvidar a…

Aunque puedo reconocer la vida puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos como pasó en mis años de juventud al conocer a mi único y primer  amor, ya que fue la persona con la que había soñado tantas veces conocer, pero al mismo tiempo estaba resignada a que eso nunca iba a pasar; no creo que nuestros caminos se cruzaran de nuevo.

Todo eso había sido una casualidad…

— ¡Buenos días mamá!—me dio un beso mi hija mientras tomaba una taza de café en el desayunador.

—Buenos días—dije después de tragarme el sorbo de café—. Veo que te levantas temprano.

—Es que no estoy para nada cansada—dijo mi hija tranquilamente.

— ¡Qué afortunada! —Dije ahora mordiendo mi tostada—. A mi edad… ¡Pobre de ti!

Amanda rió.

—Lo dices como si estuvieras muy vieja.

Reí.

— ¿Acaso tendrás treinta y seis?—me preguntó mi hija.

—Treinta y cuatro.

— ¿Lo ves? Eres muy joven, mamá. La mamá de Josh tiene sesenta y uno.

— ¿Tanto?

« ¿Entonces Josh nació cuando su madre tenía treinta y nueve?», pensé.

—Sí—dijo ella—. Es raro, pues es bastante mayor, pero pudo ser madre a su edad.

Yo solamente asentí pensativa.

—Mamá, nunca pierdas la esperanza—dijo y me dio un beso en la mejilla.

— ¿A qué te refieres?

—No, la pierdas, cree y nunca digas nunca—dijo y reí ante su comentario.

— ¿De qué te ríes? —me dijo Amanda ofendida.

— ¿De dónde oíste esas palabras? —le pregunté curiosa.

—Las dijo ayer Darcy y las creí convenientes—solamente asentí.

—Y eso que no es belieber—comenté.

—La verdad no sé de qué hablas—dijo confundida mientras se servía su café y tomaba la tostada que había hecho para ella.

—No es nada, solamente eran palabras muy famosas hace mucho—dije esquivando el tema.

—Ok—dijo ella mientras se sentaba a mi lado a desayunar.

Ella se puso de pie para buscar algo en el estante, y al regresar la vi con un frasco de nutella en la mano.

— ¡Cómo amo esa porquería! —exclamó mi hija.

— ¡Shhhh! —la regañé.

— ¿Qué?

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