2. "¿Estuviste llorando? "

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Al día me desperté muy temprano, exactamente a las 5:30 a.m. para alistarme para ir a trabajar como todas las mañanas. Odiaba hacerlo, pero no me quedaba de otra.

Con los ojos entrecerrados caminé hasta la cocina para hacer el café y así despabilarme.

Tenía los ojos hinchados, ahora debía de maquillarme lo suficiente para ocultar las señas de que estuve llorando por la noche.

—Ayer, Josh, me trajo a las once y cinco—me confesó Amanda e hizo que diera un pequeño brinco, ya que no me esperaba despierta tan de temprano en sus vacaciones de verano.

—No te preocupes—sonreí— ¿Cómo estuvo todo?

— ¡Genial! Josh es un chico hermoso—habló suspirando como una completa enamorada.

— ¡Qué bueno, linda! —me limité a mirarla por unos segundos.

— ¿Estuviste llorando?—me observó atentamente.

Ella me había descubierto rápidamente. Traté de seguir colocando el café en la canastilla de la máquina pero me entraron nervios.

—No—mentí.

Escuché a Amanda gruñir.

—No me engañas mamá—me miró ceñuda. La volví a mirar con pena.

—Pues me doy cuenta de que no lo puedo hacer—le dije encendiendo la máquina de hacer café.

Ella se fue dando un gran respingo agobiada por mí.

Yo me quedé ahí sin hacer nada.

De pronto ella se volteó y me habló nuevamente.

—Hoy voy a la reunión de fans de Tiny Tings.

— ¿De quién?—no logré comprender lo que había dicho. ¿Se refería a una compañera de su colegio?

—De Tiny Tings. Mi banda favorita—explicó rodando los ojos un poco.

— Aaah ya—dije comprendiendo de una vez— ¿A qué hora es?

—De diez de la mañana en adelante, regreso temprano—asentí. Recordé las veces que iba a reuniones de fans de mis bandas favoritas.  

—Ok.

—Será mi primera reunión—dijo feliz mientras se iba a su habitación a prepararse.

—Espero que conozcas amigas—le dije, pero no me escuchó, porque ya se había ido.

Preparé el desayuno rápidamente, me lo comí y me fui a preparar, para estar lista en una media hora.

Mi hija para cuando me tenía que ir al trabajo, aún no había salido de su habitación, así que rápidamente me acerqué a ella y le grité:

— ¡Mandy! —Llamé a mi hija utilizando su apodo de cariño—Ya me voy.

Ella abrió la puerta y me dio un beso en la mejilla.

—Que te vaya bien, mamá—se despidió.

—Igual a ti y que encuentres muchos amigos.

—Gracias—sonrió enormemente.

Pasé un día sumamente ajetreado.

Mis subordinados no lograban hacer su trabajo bien, en mi opinión estaban tan cansados como yo, pero nada podía hacer por ellos.

Igual, debía de supervisarlos todo el día, hasta que terminara el turno.

Cuando me di cuenta de que había terminado el día, tiré todos mis papeles al aire, estando sentada en el escritorio de mi oficina.

Escuché la risa de Susan, mi secretaria, que seguramente, me había visto hacerlo.

Acomodé los papeles de nuevo y salí de mi oficina tratando de aparentar seria y aburrida —como decía yo— para que Allan, el subgerente, creyera que yo era alguien de seriedad completa.

Me despedí de todos que estaba comenzando a salir, bajé hasta el estacionamiento y me fui en mi auto hasta mi casa, llegando a ella a las 7:30 p.m. de la noche, más que agotada.

Entré a ella dando un buen bostezo y al respirar percibí un delicioso olor, entré a la cocina y me encontré a Amanda cocinando.

— ¡Hola Mandy! —saludé al verla.

— ¡Hola mamá! — Se acercó y me abrazó— ¿Qué tal te fue hoy?

—Muy cansado—suspiré — ¿Y tú en la reunión?

— ¡De lo mejor!—dijo animadamente con la espátula en las manos y moviéndola en el aire.

—Me alegro mucho—dije dejando mi cartera en el comedor.

—Conocí a una chica muy amigable—me contó entusiasmada.

— ¡Qué bueno! —exclamé contenta— ¡Cuenta!  

—Se llama Darcy—empezó a contar Amanda con una sonrisa.

La escuché con atención, a la vez que me zafaba los torturantes tacones, que hacían que mis dedos del pie se asfixiaran.

—Tiene apenas trece años, pero es realmente linda—asentí.

—Yo a los diecinueve tenía amigas de trece—comenté recordando aquellos tiempos.

—Sí, me contó que ella ama cantar y tocar la guitarra—me cae bien, pensé.

—Al igual que nosotras—comenté, ya que como yo sabía un poco tocar la guitarra y cantar, le había enseñado a Mandy desde pequeña para que fuese amante de la música.

—Sí, a ella le enseñó su padre.

—Tiene un papá músico— concluí.  

—Sí—ella asintió.

— ¿Y su mamá? —pregunté curiosa.

—No tiene—dijo con pesar—. La mamá de Darcy murió cuando ella nació.

— ¡Oh! Lo siento—dije con pesar también—. Pobre niña.

—Sí y por lo mismo, creo que nos sentimos identificadas—contó mi hija mientras meneaba las fajitas que estaba haciendo en el sartén—. Ya sabes, ella no tiene a su madre, yo a mi padre.

—Sí… —dije pensativa.

—Mamá, si quieres te sientas y esperas que esté listo—dijo ella al verme que iba a meter las manos para ayudarle a hacer la cena.

—Muero de hambre—confesé.

—Ya lo sé, pero mejor espera—yo le obedecí.

Después de unos pocos minutos, cenamos y nos fuimos a dormir.

Yo como todas las noches, me ponía a meditar y a preguntarme « ¿Dónde estarás?» mientras trababa de no llorar.

Tu RecuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora