1. Afloran los recuerdos

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Jazmín PDV

 

— ¡Mamá! ¡Mamá! —la voz de Amanda se oía desde la cocina donde yo estaba cocinando unos panqueéis, antes de que ella se fuera a una cita con un chico llamado Josh.

Tuve que apagar la cocina, gruñí en voz baja sin poderlo evitar y salí de la cocina para subir las escaleras y llegar hasta su habitación.

— ¿Sí? —pregunté al llegar al marco de la puerta.

— ¿Cómo se me ve este vestido? —preguntó mi hija mientras me mostraba un vestido estampado de flores violetas ya puesto en su cuerpo, ella estaba de espaldas al espejo de tamaño de cuerpo completo.

—Se te ve muy bien—dije mirándola de arriba abajo—. Bien escotado—observé su ligero escote a la altura de sus pechos, me fingí severa remarcando la frase.

— ¡Mamá! —Protestó ella mirándose los pechos—. ¡No está escotado!  

Una risa escapó de mis labios.

—Es broma, está perfecto—dije haciendo el además de un coreógrafo que en mis años de juventud me daba mucha risa al ver su video.

Amanda rió por lo bajo y se volteó de nuevo a verse al espejo de frente.

— ¡Y dale con ese video!—exclamó mi hija muerta de la risa alisándose el vestido a la altura de sus caderas.

—Ese video es PERFECTO—volví a repetir haciendo la pose. Me sentía un poco ridícula, pero Amanda era mi hija y estábamos en confianza.  

Amada hizo una mueca, mientras lanzaba una mirada a mí.

—Mamá si no fuera porque eres mi madre, diría que tienes catorce años.

—Forever young, I wanna be, forever young—canturré una vieja canción que explicaba bien mi comportamiento.

—Y tras de eso, eres un poca loca—rió de nuevo Amanda.

—Muy loca—admití entre risas.

— ¿Y estos tacones? —preguntó ella mostrando sus estilizados pies. Los mismos eran muy altos y eran de color violeta.

—Muy lindos…—me quedé mirándolos con detenimiento ya que no recordaba en qué momento se los había comprado. La última vez que le había comprado zapatos fueron unas deportivas rojas— ¿Cuándo te los compré?

—Yo los compré—aseguró ella con una sonrisa autosuficiente.

— ¿En serio? —Dije confundida— ¿Con qué dinero? —fruncí el ceño.

—Con el mío—especificó ella rodando los ojos.

— ¿Asaltaste un banco? —pregunté con voz seca. Esos zapatos debían de costar mucho dinero y no me creo que Amanda pudiera ahorrar tanto.

Amanda me miró ceñuda.

—No, mamá, con mi dinero que he ahorrado—explicó ella con una sonrisa autosuficiente.  

—Debieron de costarte mucho, por eso preguntaba—me encogí de hombros.

—Claro, duré mucho haciéndolo, pero los compré en oferta.

—Muy bien hecho, hija mía—dije mientras levantaba mi pulgar derecho. —, porque pensé que el banco que habías asaltado era mi cartera.

Amanda rió mientras meneaba la cabeza.

—Ya están listos los panqueéis—anuncié con una sonrisa.

—Ok, ya casi me termino de alistar—dijo ella mientras se acomodaba el cabello.

—Así te ves perfecta—admití—. No te pongas nerviosa.

—No lo estoy, mamá—habló apresurada.

—Bueno—dije no muy convencida—Josh viene a las 6:00 p.m.

— ¿Y son las….? —preguntó mientras corría a su buró a ponerse una pulsera que le había regalado tiempo atrás.

—5:25 p.m.

—Vale, ya casi estoy lista.

—Vale—ya me iba ir pero Amanda me llamó de nuevo.

—Yo creo que deberías de salir también con alguien…—dijo mirándome seriamente.

— ¿Yo? —me señalé a mí misma y al ver que ella solo me miraba afirmando mi pregunta, meneé la cabeza. Por extrañas razones siempre me rehusaba a tener una cita con un hombre.

— ¡Mamá! —reclamó.

—No—me negué quedamente.

— ¿Por qué?

—Porque ya mi hora pasó—dije queriendo irme por la puerta y olvidarme del tema.

— ¿Es por papá? —solamente escuché sus pasos caminar apresuradamente detrás de mí. Me volteé para verla de frente.

—No, Amanda, no es por él—contesté con pesar en mi voz.

—Sí, mamá—sentenció ella compartiendo el mismo sentimiento—. Lo sé, lo veo en tus ojos.

Meneé la cabeza insistiendo que no era por él.

—Él murió hace mucho—dijo Amanda—. Si él realmente te amó, no le importaría que fueras feliz con alguien más.

—No, Amanda, ya te lo dije—le insistí—. No es por él, son cosas mías.

—Bueno—dijo ella con voz queda—. Pero creo que debes dejar todo eso atrás.

Asentí levemente.  

Ya me iba a ir de nuevo, pero me llamó de nuevo.

—No me importaría que tuvieras una cita, si es por mí.

Asentí escuchándola.

—Está bien—dije solamente para que supiera que había interiorizado su mensaje y quizás así dejara de pedirme lo mismo una y otra vez.

Al cabo de un rato, que mi hija había comido los panqueéis que había cocinado, minutos antes, el chico Josh, llegó a recogerla a la casa.

 Por cierto, era muy apuesto y anhelaba en mi interior que fuera igual de lindo su corazón.

— ¡Adiós mamá!—ella corrió a mi mejilla para besarla. Yo recibí su beso y admiré mientras ella tomaba de la mano al chico y caminaba hacia la puerta.

—Tráela a las once—hablé al chico. Él asintió a mi dirección.  

—No se preocupe señora, estará en buenas manos—aseguró él con una sonrisa complaciente.

Amanda rió y me dedicó una última mirada antes de abandonar la casa.

En mi cabeza pasaba el pensamiento de cómo hubiera esa imagen del padre de mi hija junto a mí de la misma forma en que mi hija estaba con ese chico en ese momento.

Nunca tuve la posibilidad de demostrarle al mundo que él era mi amor, que lo amaba.

Mis padres no sabían mucho de él; o mejor dicho, no sabían que nos habíamos conocido en persona y que estuvimos juntos por un instante.

También, nunca supe si sus palabras de amor hacia mí, fueron reales. Se había ido antes de haberlo comprobado.

Me fui a dormir a las nueve de la noche, con lágrimas en los ojos. Por desgracia, había vuelto todos los recuerdos que me hacían daño.

No me había dado cuenta de cuándo llegó Amanda a la casa, pero sabía que el chico había cumplido con mi mandato de traerla temprano.

Tu RecuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora