Cap.49

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-Entiendo. -Marianne imitó el tono engreído de ______ ( TN )-. Os pido perdón humildemente, señora. Qué descuido tan embarazoso por mi parte no haberme dado cuenta.

A pesar de su infortunio, ______ ( TN ) se echó a reír, y Marianne le guiñó un ojo.

-Vamos. The Rooster está justo a la vuelta de la esquina.

-¿The Rooster?

-La taberna The Royal Rooster -aclaró Marianne-. El lugar donde vivo y trabajo.

Las dos mujeres anduvieron con dificultad por el barro. Antes de llegar a la esquina, Marianne arrastró a ______ ( TN ) hacia un callejón sórdido y hediondo.

-Entraremos por la puerta trasera -dijo-. No quiero que los clientes se asusten al ver nuestro aspecto.

A mitad del callejón, Marianne condujo a ______ ( TN ) hasta la cocina de la taberna y la empujó bruscamente sobre un taburete.

-Quédate ahí, encanto -ordenó con acento barrio¬ bajero-. Te traeré algo para reanimarte.¬

______ ( TN ) puso las manos sobre su regazo recatadamente y echó un vistazo alrededor. A escasos metros de ella se hallaba el cocinero de la taberna, que la miraba fijamente. Era un hombre bajo y corpulento, extremadamente gordo. Tenía los labios gruesos y grasientos, y sus ojos oscuros, pequeños y brillantes, recordaban a los de una serpiente. ______ ( TN ) no había visto jamás un hombre con un aspecto más repulsivo.

-Bébetelo todo -ordenó Marianne, pasándole a ______ ( TN ) una copita de whisky. Luego se dio cuenta de que el cocinero las estaba observando-. ¿Qué diablos crees que estás mirando, Bertie? 

El tipo abrió la boca para contestar, pero Marianne tenía la lengua ágil y afilada. 

-¿Por qué no te vas al infierno, cerdo apestoso?

______ ( TN ) se atragantó con el whisky, y Marianne le palmeó la espalda, con tanta fuerza que casi la tiró del taburete. La puerta que daba al salón se abrió de par en par y una mujer rubia entró en la cocina. Era atractiva, y sabía cómo realzar sus encantos, lo cual era evidente por su blusa, un tanto transparente y muy escotada. Al ver a las dos apariciones cubiertas de barro, la recién llegada se detuvo en seco.

-¿Qué diablos has traído a casa esta vez, Randi? -chilló-. ¿Otra vagabunda?

-¡Lárgate, Lil, o te arrepentirás! -gruñó Marianne-. ¡y no me llames Randi! ¡Ese nombre está reservado tan sólo para mis amigos!

-¿Qué diablos está pasando aquí? -preguntó una grave voz masculina. 

La voz pertenecía a un hombre musculoso y toscamente atractivo que corrió a la cocina al oír las exaltadas voces de las dos mujeres

-¡Hay clientes esperando! ¡Moved vuestros malditos culos! 

Bertie regresó rápidamente a sus tareas, y Lil volvió al salón. El hombre fijó su atención en Marianne.

-¿Qué demonios ha ocurrido? -preguntó bruscamente-. ¿y quién es ésta?

-Tropecé con esta dama en la calle. -El rostro de Marianne se adornó con la más dulce de las sonrisas -. _______ ( TN ), éste es Bucko Jacques, el propietario de la taberna. Bucko, esta joven es la señorita ______ ( TN )...

-______ ( TN ) Devereux MacArthur. Es un placer conocerlo, señor Jacques.

Bucko entrecerró sus ojos oscuros y Marianne le tiró de la manga como una niña.

-Bucko, cariño, ¿podemos hablar en privado? -El hombre asintió con la cabeza y ambos caminaron hasta, el rincón más apartado de la cocina-. Esa moza no es ninguna fulana, sino una dama en apuros -susurró Marianne-. Tarde o temprano, seguramente vendrá en su busca un rico caballero. Si la retenemos aquí a salvo, nos lo agradecerá con una bolsa de oro.

-No lo sé, Randi. - Bucko parecía indeciso.

-Puede trabajar para mantenerse hasta que él aparezca. No nos iría mal un par de manos extra.

-¿Dónde va a dormir? -protestó Bucko-. El negocio va bien y no tenemos habitaciones libres.

Sonriendo con timidez, Marianne frotó sus exuberantes pechos contra el brazo de su patrón.

-Si comparte la habitación con Lil, yo no tendré más, remedio que compartir tu cama.

-Una idea excelente. -Los ojos de Bucko brillaron de regocijo-. ¡Un par de manos extra, una bolsa de oro, y tú! ¿Qué más puede pedir un hombre?

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