Vida Adulta

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Erik observó a su madre de la misma manera que la habría observado si le hubiera dicho que Santa Claus igual y recogía los dientes con un traje de hada gigante todas las noches.

Su madre acababa de preguntarle si se casaría.

-No, yo soy hombre- la mujer rio suavemente.

-Erik, tu papá está casado conmigo, ¿acaso él no es hombre?- El pequeño Erik lo pensó detenidamente.

Bueno, él siempre pensó que las que se casaban eran las niñas, no los hombres, como él. Tal vez y había cometido un pequeño error, pero eso siempre podía arreglarse. Erik sonrió mostrando todos sus dientes así como los que le faltaban, una pequeña puerta abierta al centro en los dientes inferiores y una ventana a la izquierda de la puerta en los dientes de arriba.

-Mamá... ¿Puedo casarme contigo?- Su madre le sonrió demostrando toda la ternura que le despertaba su hijo.

-No cariño, yo ya estoy casada con papá- un pequeño puchero se formó en el rostro del menor mostrando su molestia por la respuesta recibida.

-Entonces no voy a casarme, las niñas son raras- la sonrisa de la mayor se amplió al tiempo que se acercaba a abrazar a su pequeño.

-Estoy segura que ya aparecerá alguien que te agrade y serás muy feliz, como yo con papá- Erik frunció el ceño sin poder creerlo.

¿Una niña con la que quisiera casarse?

¡Asco!

...

Erik terminó de hacer el nudo en su corbata y se observó en el espejo durante unos cortos segundos, comprobó que su cabello estuviera bien peinado, que las arrugas en su frente siguieran ahí del mismo tamaño que lucían ayer, se aseguró que no hubiera lagañas o saliva seca. Y después se centró en las ojeras debajo de sus ojos.

A través del espejo observó el buró detrás de él, donde antes se encontraba la foto de su boda con Magda.

La imagen de él lanzando la foto contra la pared más próxima ocupo su mente un instante.

A veces, una pequeña parte de su cerebro, de la cual Erik negaba su existencia, pensaba en el hecho de que, tal vez, su madre se había equivocado, porque él lo intentó, conoció a una agradable mujer que deseo hacer feliz hasta que ambos murieran, pero Magda decidió que ya no quería eso.

Lensherr salió de su habitación dispuesto a despertar a Wanda y Pietro para un nuevo día de escuela.

-Yo puedo cambiarme sola- siempre diría Wanda.

-Me abrochas- Siempre diría Pietro observando su pantalón con gran irritación.

...

Estacionó el auto junto al colorido jardín de niños al que acudían sus mellizos. Utilizando su mutación alzó las pequeñas mochilas de sus hijos y tomo una de las pequeñas manos de ambos.

Una vez frente a la puerta de entrada le colocó a Wanda su mochila de Spiderman y a Pietro la suya de Hulk.

-Listo niños, tengan un bonito día- envolvió a sus hijos en un apretado abrazo sin importarle si se arrugaba su traje. –Recuerden que hoy mamá viene por ustedes-

-¿Tenemos que ir?- preguntó Pietro molesto y a todo volumen. Erick colocó un pequeño beso en la frente de su pequeña princesa y otro en la de su pequeño héroe.

–Sí- expuso de forma autoritaria sin espacio a replicas. Luego les sonrió ligeramente. -No veremos mañana-

-Adiós papi- se despidió Wanda por último, traspasando finalmente la puerta.

Matando la SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora