Capítulo 14.

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Abro los ojos de golpe al escuchar el timbre de casa, levanto la cabeza y un fuerte pinchazo me hace cerrar los ojos con fuerza, mientras el timbre suena insistente provocando más malestar me levanto, estoy en ropa interior y me enfundo en una bata larga para salir a enfrentar a la persona que me ha despertado. Mi cabeza parece que va a explotar, en la mesa veo dos botellas vacías ¿Yo las tome? ¿Por qué? Otro fuerte pinchazo en mi cabeza y el timbre suena una vez más. Con prisa por dejar de escucharlo introduzco la llave y abro de un tirón, me quedo estática, no se que día es ni que hora pero Maximiliano Franco está en mi casa. ‹Por los ángeles celestiales ›. Intento pasar saliva pero mi garganta esta seca y me duele, se baja los lentes de sol para mirarme de pie a cabeza, estando a punto de hablar, pasa por un lado y entra a casa, doy vuelta y cierro la puerta, que más da.

-Te imagine mal. -Pero siendo sincero no pensé que recurririas a esto. Agarra una botella de whisky en sus manos.

-¿Qué haces aquí? -¿De qué hablas? Hago una mueca de dolor.

-Lo primero que haréis es ir a darte un baño. -Te acostarás un rato y esperaréis a que te prepare algo de comer.

-¿Qué? Pregunto confundida.

-Y por último. -Estaréis de acuerdo con lo que digo. -Ve. Su tono es tranquilo pero mandon.

Si señor no le haré caso, solo haré lo que creo es lo mejor y es justo lo que dice, pienso para mis adentros.
Camino al cuarto sin decir una palabra, no se que esta pasando, no recuerdo. Tal vez sea por esas dos botellas, mi estómago ruge de hambre me siento vacía, hecha polvo. Entrando al baño veo en el inodoro residuos de vomito y un olor a alcohol espantoso que me produce nauseas y en cuestión de segundos estoy de cabeza en el lavabos.

-¿Estáis bien? Escucho detrás de la puerta.

Oh no, me esta escuchando.

-Si, ¿Puedo tener privacidad en mi casa?

-Vale, estaré afuera.

Lavo el baño, me ducho y me pongo unos monos de pijama y un swetter. Escucho mi teléfono repicar en alguna parte que no es mi habitación, salgo a la sala y está en la cocina.

Agarro el teléfono de la mesa y es Pablo.

-Hola. Contesto. -Me siento terrible. -Tengo un fuerte dolor de cabeza y vomito. Por asqueroso que sea debo decirle.

-Estaré mejor, gracias. -Hasta el lunes. Cuelgo después de escuchar sus buenos deseos para mi mejora. Son las 11:45 de la mañana, día sábado.

-Debéis decirle que no irás en la semana.

-¿Perdón? Le miro y sonríe.

-Toma esta limonada caliente y dos pastillas. -Te sentirás mejor.

Agarro la taza junto a las pastillas. -Gracias. -No recuerdo que sucedió anoche, pero el hecho de que estés aquí me hace pensar que tienes algo que ver.

-Si no lo recordais más tarde, te lo diré. Me da la espalda y sigue en eso que me esta produciendo más hambre.

Tiene puesta una franela gris, unos jeans y zapatos de deporte. Tomo toda la limonada y me propongo pensar solo en lo que paso anoche después de que estaba saciando mi sed con las chicas.

-Ya está. -Tomaras esta sopa y en unas horas estaréis como nueva.

Estoy sorprendida por su atención, se que la vez que estuve en su casa también fue amable pero todo esto me confunde, algo debe esconder. Me quedo en silencio y recibo el plato de sopa de pollo.

**
-Ya que estáis acostada podéis dormir tranquila.

Le digo que si con la cabeza y sonríe de lado. No se que decir.

Juegos peligrosos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora