Capítulo 2. "Las Miradas"

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    Amanda.

    Por fin ya son vacaciones. Estoy saliendo de casa con Tiffany y Alessa con rumbo a las montañas al norte de la ciudad.
Necesito salir de esta casa de una vez por todas.
    Las chicas acomodan el equipaje dentro de la cajuela de la camioneta mientras yo arrastro la mía por el caminito frente a la casa que va a dar con la acera. Me acerco a ellas con evidente alivio por nuestro viaje.
    — Aquí está mi equipaje.
    Alessa responde fingiendo molestia.
    — ¿Es en serio? ¿Solo una maleta? Después no te quejes si algo te hace falta en medio de la nada.
    — Me dijo lo mismo —agrega Tiffany blanqueando los ojos—. Alessa se trajo todo lo que había en su habitación dentro de sus 4 maletas.
    — No entiendo por qué tu costumbre de ser tan exagerada con todo —le digo a mi hermana.
    Ella desvía la conversación.
    — Solo suban a la camioneta, ya debemos irnos. El camino es largo y recuerden que allá ha comenzado a nevar.
    — Solo a ti, Alessa se te ocurren viajes tan extremos.
    Me limito a negar con la cabeza y me voy al asiento trasero del auto. Minutos después ya estamos en camino. El panorama es el siguiente: Alessa conduciendo, al tiempo que escucha a todo volumen la música de John Legend, All Of Me. Tiff se ha limitado a estar pegada a la pantalla de su celular en lo que va del camino por la carretera.
    Creo que en cierta medida me entiendo un poco más con ella que con mi hermana.
    Alessa tiende a ser demasiado excéntrica y hasta presumida, la chica que trae locos a los chicos con su cabello negro y muy bien planchado, y con su muy bien conservada figura.
    Por otra parte, Tiffany es algo distraída y más madura. Aunque también a ella le llueven los pretendientes, no sale con cualquiera ya que sabe elegir al indicado. A diferencia de mi hermana, Tiff es más sincera y confiable. Admito que también es muy linda con su cabello castaño parecido al mío. No usa trenzas como yo, eso nos hace diferentes en mayor parte, además del hecho de que es más sociable que yo.
    Por mi parte, soy tranquila, me gusta la soledad y la mayoría del tiempo uso trenzas. Mi hermana me dice seguido que debería cambiar mi estilo y que por cómo me veo es que no tengo novio. La verdad no es por eso. Simplemente no me gusta cualquier chico y, cuando alguno me atrae, no tengo el valor para acercarme y hablarle. De igual forma yo sé que no soy atractiva. Visto de una forma poco convencional. Es decir; uso ropa femenina, pero no me gusta arreglarme demasiado. Me mantengo en forma neutral.

    Ya pasaron 3 horas de viaje y por fin estamos llegando al pie de la montaña. Hace un frío horrible y la nieve se ve a los costados de la carretera. Que bueno que estamos las tres abrigadas. Salir del auto sin protección sería espantoso.
    Llegamos a una caseta donde un sujeto está reteniendo los vehículos que van al sitio turístico de la montaña, esto para verificar que todo está en orden con los visitantes. Avanzamos lentamente hasta que es nuestro turno de hablar con el sujeto.
    Alessa se encarga de todo.
    — Buenos días, señor. ¿Aquí es donde se reservan las cabañas?
    — Están justo en la entrada del parque —le responde el sujeto, al tiempo que le sonríe con picardía y coqueteo.
    Alessa le sigue el juego.
    — Oh, perdón, no lo sabía —Finge una risita—. Podemos reservar aquí entonces.
    — Por supuesto. Aún tenemos varias cabañas disponibles —Coge una llave de las muchas que tiene en la pared y se la da a mi hermana rosando su mano insinuante—. Aquí tiene. Cabaña 88. Sigan el camino recto hasta que encuentren la señalización que indica el desvío en el camino para ir hacia las cabañas de la 80 a la 89. Disfruten el paseo y su estadía.
    Alessa le guiña el ojo.
    — Gracias.
    Seguimos la ruta montaña arriba que nos ha indicado el sujeto de la caseta, hasta que vemos la señal que nos indicó antes. Nos desviamos y vemos los distintos caminos que llevan hacia cada número de cabaña.
    Me resulta un tanto confuso ver tantas señales y tantos caminos.
    Ya quiero llegar.
    Cuando encontramos nuestra cabaña, Alessa aparca la camioneta frente a nuestra residencia temporal. Serán 8 largos días de vacaciones en está montaña boscosa y nevada.
    Le arrebato la llave de la cabaña a mi hermana y me bajo rápidamente para abrir la puerta y mirar el lugar en que estaremos.
    ¡Uau!
    Acogedora. Bonita. Limpia. Alejada de la ciudad, esa es la mejor parte.
    Me voy a revisar la única habitación, y claro, hago esto con rapidez para que sean las chicas quienes bajen mi equipaje del auto y lo traigan adentro.
    La mañana se ha ido y la noche está cerca. Ha comenzado a caer una leve nevada. Estamos en temporada de invierno, así que esto se pondrá más fuerte. Que lástima que de cualquier forma no logro divertirme al 100% con quienes se supone son mi única familia. Alessa y Tiffany están en lo suyo mientras yo comienzo a inquietarme.
    Deseo salir al bosque y voy a hacerlo. Es más; ni siquiera le avisaré a las chicas, seguro no les importará.
    Salgo por la única puerta que hay en la cabaña, lo he hecho frente a las chicas y no se dieron cuenta de que me he ido.
    ¡Perfecto!
    Comienzo a internarme en el frío bosque. Mis pies se hunden el la nieve, lo cual no me molesta, sino más bien me gusta. Quiero ver que tan lejos puedo llegar sin que mis queridas acompañantes se den cuenta de mi ausencia.
    Mientras avanzo no dejo de ver el mismo panorama: árboles, árboles y más árboles. Algunos han botado sus hojas sobre la nieve, y esta se encarga de cubrirlas al caer. Yo ya empiezo a cubrirme con una fina capa de la blanca y fría nieve de este bosque.
    Amo esta serenidad en mi alma y sé que nada puede igualarse a esto.
    Camino, camino y sigo caminando de un lado a otro y en todas las direcciones. Trato de correr, lo cual se me dificulta un poco por la condición del suelo.
    La nevada se está intensificando. No importa. Esto es hermoso. Lo es hasta que me detengo y me doy cuenta de que ya no sé dónde estoy.
    ¿Es en serio, Amanda? Estuviste tan emocionada saltando como una cabra loca, que ahora ya no recuerdas el camino de vuelta a la cabaña.
    Diablos... Me dejé llevar.
    A veces odio ponerme así, tan como una niña que se vuelve loca con cualquier cosa. Y mis emociones tan variadas... A veces pienso que estoy desquiciada.
    Bien. ¿Por dónde regreso?
    Miro a todas partes, pero no encuentro ni una sola pista que me diga a hacia dónde ir.
    Camino un poco para tratar de encontrar un rumbo, luego me detengo otra vez y pienso <<Esto no está bien>>.
    La nevada se vuelve más intensa y por simple lógica me preocupo. La noche está por llegar y lo que menos quiero es estar perdida en la oscuridad, con frío, sola y con una tormenta cada vez más fuerte.
    Mis trenzas están tiesas por el frío.
    Lo siento pequeñas. Es mi culpa.
    Decido seguir caminando para sentir que al menos tengo esperanzas de volver a la seguridad de la cabaña.
    Nada funciona. Camino varios metros y sigo viendo lo mismo: árboles.
    Con el pasar de los minutos estoy envuelta en una tormenta horrible. La visibilidad es casi nula. Todo se ve de color blanco y la oscuridad tampoco ayuda. No sé qué hacer, estoy más perdida que al principio. Ya no siento las piernas ni los brazos, no puedo seguir en pie y me desplomo para caer de rodillas sobre la nieve que se traga parte de mis muslos.
    ¿Qué haré?
    Ya casi no puedo abrir los ojos. Me arden. Tengo la piel reseca y rasposa. Ya no puedo más. En cuestión de minutos esto se volvió un infierno, y lo peor, es que la nieve que tanto amo es la que me está enjuiciando.
    Ya no puedo...
    Me desvanezco más...
    Me debilito...
    Pero algo o alguien viene hacia mí. Es la silueta de una persona. Un hombre... No veo su cara. Se acerca y me sujeta por debajo de mi brazo derecho permitiéndome apoyarme en él. Hago mi mayor esfuerzo para verlo y solo sé que hay un par de ojos azules haciendo contacto con mis fríos ojos grises.
    Pierdo el conocimiento.

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