Capítulo 22. "No Te Alejes"

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    Zein.

    Con gran parte de la ciudad destruida y devastada, me he dirigido al único lugar en donde sé que puedo empezar a hacer algo por erradicar a Marcus y sus vampiros. Atraído por unos cánticos en lenguas extrañas provenientes del cementerio central, decidí adentrarme en el sitio, y creo saber de qué se trata; una bruja. Es justo lo que necesito.
    Me paseo entre las tumbas hasta que logro ubicar a la persona que busco, me acerco a ella, quien se encuentra de espaldas y con los brazos extendidos frente a una tumba. Tiene un cabello castaño ondulado. Es a simple vista sedoso, y puedo ver en sus brazos una piel muy blanca. Lleva puesta una blusa holgada de color blanco y un pantalón de satén blanco que cubre sus pies.
    — ¿Interrumpo? —pregunto sabiendo que así es.
    Deja de hablar en esos "dialectitos" y se gira hacia mí. Me encuentro con sus ojos perfectamente azules con un tono muy claro. Tiene algunas pequeñas pecas en su rostro que se le ven muy sensuales.
    Pero ya basta, debo concentrarme.
    — No vas a poder conmigo —Me desafía.
    — No vengo por tu sangre. No me gusta la sangre de las brujas, es demasiado espesa a mi parecer.
    Se ríe.
    — ¿Espesa? ¿Ya te aseguraste de que no le implantaron salsa de tomate a las brujas que mataste?
    Finjo una risita.
    — Tienes buen sentido del humor. Me gusta. Pero como te lo dije: no vengo a matarte. Estoy aquí porque requiero de tus servicios.
    — ¿Un vampiro pidiendo mi ayuda? ¿Acaso no es suficiente con la ayuda de tus amiguitos? A mí me parece que no van a necesitar la ayuda de una bruja para tomar el control del planeta.
    — Acabas de equivocarte dos veces en un mismo momento. Yo no soy parte de los experimentos que están destruyendo la ciudad. Yo soy un vampiro auténtico y, aunque me gustaría ver el planeta destruido, prefiero divertirme en solitario, asesinando por mi cuenta y me conviene seguir teniendo de dónde alimentarme. Tu segundo error, está en creer que esto es obra de solo esos vampiros.
    — ¿No es así?
    — No, pequeña. Resulta que el cerebro que ha maquinado esta destrucción es la de otro vampiro auténtico. Pero no está solo, puesto que su mano derecha es una bruja.
    Se impresiona tras lo que me ha oído decir.
    — ¿Cómo sabes eso? ¿Quién puede asegurar que eso es verdad?
    — He estado cara a cara con ese vampiro. Se aseguró de conseguir el Libro del Diamante Negro y posteriormente consiguió aliarse con una bruja, seguramente para que descifrara el hechizo de dominio. Es un hecho que puso un hechizo sobre los vampiros experimentales para que obedecieran todo lo que les mandara hacer.
    La bruja se lleva la mano a la barbilla y da unos pasos, como tratando de asimilar la situación.
    — Esa es demasiada ambición —expresa.
    — Por supuesto. Es demasiada ambición de parte de ambos. Pero son tan idiotas que, no han pensado que al acabar con los humanos, no habrá de qué alimentarse. Todos los vampiros van a morir después de un tiempo. Incluso si piensan que pueden vivir de sangre animal, están equivocados. Al menos para la bruja que acompaña a Marcus ese no significará un problema tan grande.
    — ¿Marcus?
    — Es el nombre del vampiro que ha provocado todo esto.
    — Voy a ayudarte.
    De verdad que no me esperaba que aceptara tan fácilmente. Fue como quitarle una cerveza a un ebrio con 3 días de resaca.
    — ¿Por qué aceptas con tanta facilidad?
    Ella suspira.
    — Que sea una bruja no quiere decir que deseo ver cómo el mundo se destruye.
    — Es curioso —añado—. Nunca supe de una bruja que fuese fácil de tratar.
    — No fue hasta hace poco tiempo que me di cuenta de lo que soy. Toda mi familia está conformada por brujas y brujos. Los de nuestra especie no buscamos dañar a nadie, solo queremos ayudar a hacer que las cosas funcionen bien y a erradicar a tipos como ese tal Marcus, y sí... a todos los vampiros.
    Así que ese es el objetivo real de las brujas. Yo me esperaba algo más siniestro.
    — Una bruja buena. Ya veo... Bien, entonces ¿vendrás conmigo?
    — ¿A dónde?
    — Creo que un cementerio no es el lugar ideal para platicar, aunque debo admitir que luce mejor que muchos de los centros de recreación de la ciudad.
    — El cementerio es de los sitios más seguros en este momento. Los vampiros buscan a los vivos, no van a venir a un cementerio a buscar muertos. Ya no hay sangre que beber aquí.
    Su lógica me resulta acertada. Pero las personas que presumen de ser unas sabias no me caen muy bien. Esta chica es como una versión mía en femenino.
    — Te llevaré a casa de mi novia, eso en tanto encuentro un lugar más seguro para ir.
    — De acuerdo. Solo espero que no se trate de una trampa.
    — ¿Me estás amenazando?
    — Sí —Sonríe sínicamente.
    Comprobado; es mi versión femenina.
    — Mejor ten cuidado con lo que dices. No quiero terminar clavándote una pala de metal en el pecho.
    Alza su mano hacia mí y siento como si todo por dentro se me retorciera. Es un dolor horrible, como el de mil cuchillos y objetos puntiagudos perforando mis órganos.
    Caigo de rodillas sobre el pasto sujetando mi estomago con fuerza, a manera de controlar el dolor. Sé que la bruja está disfrutando de verme así, a punto de revolcarme delante de ella.
    Decide que es suficiente y deja de torturarme. La miro desde abajo y sé que no es nada inofensiva. Por eso odio a las brujas, se creen la gran cosa.
    — Estás loca... —Me paro aún con secuelas de los dolores.
    Ríe.
    — Tal vez esté loca, pero no estoy estúpida. Y por cierto; no me lo preguntaste, pero me llamo Katerina. No lo olvides. Rayos, no tienes ni buenos modales. Vamos —Se adelanta—. Quiero conocer a tu novia. Me da curiosidad saber quién puede ser tan audaz como para estar con un cretino como tú.
    Esta chica me ha hecho sacar chispas. Si no fuese porque necesito de su ayuda, probablemente ya la habría matado. Solo esperaré a que todo esto acabe, luego acabaré con ella.

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