Amanda.
Pasadas unas horas, las cosas en la fiesta universitaria se han asentado, aún hay música suave, aún hay muchas parejas bailando lento, aún luce repleto el lugar, pero también hay muchos otros como Stephen y yo, que hemos decidido sentarnos en un par de sillas plásticas a un costado de la pista de baile para charlar. Por primera vez en mucho tiempo, ambos nos sentimos plenos.
— ¿Estabas acostumbrado a este tipo de "reuniones"? —le pregunto.
El sonríe y asume una postura relajada.
— No he estado en muchas fiestas juveniles. Esto es casi nuevo para mí, pero me gusta. Es liberador. Nunca bailé más de una hora seguida.
— ¿Ah, no? Pero ¿qué hacías antes de conocerme? ¿Cómo llevabas tu vida?
— Poco antes de conocerte yo no tenía un hogar. Conocernos en las montañas fue solo parte de nuestro destino ya que hace poco había llegado a ese lugar. No tenía un techo, ningún otro más que las estrellas y el cielo. Pero nada de eso me importaba. Ha sido de las mejores cosas que me pudieron pasar. Es una de las ventajas de ser vampiro; estás protegido de todo contigo mismo. Yo he sido mi protector ya que no cualquiera puede asesinarme, aunque aún así no me he visto en la necesidad de matar personas por protección o defensa propia.
Parece que la vida de Stephen ha sido vivir e ir a donde el destino le diga.
Me intereso más en cómo hace para alimentarse.
— Oye, pero... hay algo que aún no me queda muy claro.
— ¿Qué cosa? —me pregunta.
Emito un suspiro.
— El cómo haces para sobrevivir. Todo vampiro necesita la sangre humana para sobrevivir, pero tú no eres como el resto. No matas a personas inocentes. Repudias esa idea.
— A diferencia del resto, he encontrado mi alimento en las malas personas. Es decir, personas que dedican su vida a hacer el mal, a dañar a otros, los que considero escorias y cuya presencia en este mundo no es vital. Siento que al mismo tiempo que me alimento de su sangre hago un favor a la humanidad.
— Creo... Creo que tiene mucha lógica.
— Hay otros vampiros que son como yo en ese sentido. Los otros 879 se alimentan de la sangre de cualquier persona, buena o mala.
¿Qué fue lo que dijo?
— Espera... Stephen, ¿por qué hablas de 879?
— Es que Zein asesinó a 8 antes de ir por mí a casa de Marcus. Esos 879, más los 8 que murieron se alimentaban de cualquier persona. Nunca supe de alguien más que escogiera su alimento como yo. Quienes sí lo hacen, son algunos de los vampiros auténticos. Ellos tienen la habilidad de resistir más a sus impulsos. La humanidad de los experimentales se ha esfumado, a excepción de la mía. Creo que mi deseo por seguir siendo yo mismo me ha hecho resistir.
— Me alegra haberme cruzado con el vampiro correcto en el momento incorrecto —Me he ruborizado yo misma con lo que acabo de decir.
Nunca antes hubo alguien tan especial a quien decir estas cosas.
Stephen mira hacia el techo e inspira hondo.
— Creo que las cosas siempre pasan por alguna razón. Estaba en nuestro destino encontrarnos así, desde que decidiste salir sola al bosque, hasta que te desmayaste y aparecí yo.
— De haber sabido que eso pasaría quizás habría soportado un poco más para poder ver más claramente tus ojos entre la nieve.
— Una humana tan dulce como tú no podría resistir más tiempo del que lo hiciste —Ríe.
Cruzo los brazos fingiendo indignación.
— ¿Así que crees que soy débil?
Vuelve a reírse y me descruza los brazos para acariciármelos.
— No fue eso lo que dije. Mejor iré por unas bebidas —Se pone de pie—. ¿Gaseosa o té?
— Té por favor.
—Enseguida regreso. Creo que alguien trajo alcohol; ya que veo que muchos tienen unas caras de circo.
— Dudo que haya sido Tiffany.
— También lo dudo. Pero sus amigos del comité, pues... —Se va.
Es gracioso pensar en lo sucedido hoy. Nada apuntaba a que todo fuera a ser así. Se trataba de una reunión nada más, pero me alegra que haya sido como es. La fiesta ha estado mejor de lo que imaginé; Tiffany se está divirtiendo mucho con sus amigas, sin necesidad de estar con un chico. Por otra parte, Alessa se la ha pasado bien con Zein... Aunque me alegro por ella, no evito inquietarme por su pareja.
Zein continúa siguiéndonos.
Y hablando de Zein y Alessa... ¿Dónde están?
Los busco con la mirada, pero no logro verlos en ninguna parte. Creo que debería buscarlos, aunque Stephen podría volver, y al no verme aquí se podría preocupar. Pero hay algo que no me deja en paz. El pensar que Zein pueda lastimar a mi hermana me tiene con el corazón inquieto. Creo que en este momento es más importante su seguridad.
Iré a buscar a mi hermana.
Dejo la silla y comienzo a buscar entre la multitud. Al ver que no está entre la gente voy a buscarla fuera del salón, a lo mejor está en el estacionamiento. No tendría nada que hacer ahí, pero nunca se sabe. Además dudo mucho que ya se haya ido a casa. Alessa es de las chicas que disfrutan de las fiestas hasta que se terminan.
Estando afuera sigo buscándola hasta detrás de los árboles.
No está.
¿Dónde demonios te has metido, Alessa?
Busco entre los automóviles estacionados, cerca de las plantas eléctricas, por los matorrales y entre otros árboles.
Nada.
Ella no aparece y eso no es ninguna buena señal.
¿Y si Zein le hizo algo?
No quisiera ni pensar en ello, ya que solo la idea me pone los vellos de punta.
Con Zein en este lugar y cerca de mi ingenua hermana no puedo estar tranquila.
Rebusco inútilmente entre los árboles y de la nada veo a Zein recostado en uno de ellos.
Me mira sin decir nada.
Tengo dudas sobre si debería acercarme, pero debo saber dónde está Alessa.
— ¿Por qué estás aquí? ¿Qué hiciste con mi hermana?
Luce increíble con esa ropa formal.
Concéntrate, Amanda.
Se le ve serio y poco a gusto.
Debo ignorar eso y pensar solo en mi hermana.
— Te hice una pregunta, Zein. Responde.
Mira hacia el pasto antes de responderme.
— Ella está bien. Si lo que crees es que le hice algo malo, entonces puedes estar tranquila. Solo quise salir un rato para pensar. Seguramente ella está adentro.
— Debe estar adentro buscándote —le digo molesta.
— Claro, al igual que Stephen debe estar buscándote a ti como idiota allá adentro. Con suerte Alessa y Stephen se encuentran y lloran por nuestras ausencias.
Me provoca un enorme disgusto ver como nada le importa.
— Creo que debes irte, Zein. ¡Debes irte ahora!
Se me acerca con calma.
Me retrocedo solo un poco, pero me detengo luego, ya que de cualquier forma va a seguirme si me alejo más.
Blanquea los ojos.
— No quiero que me temas, no quiero que me veas como tu enemigo.
— Yo no te temo...
— ¿Ah, no? Entonces ¿por qué te pones nerviosa al verme? ¿Por que tiemblas cuando estamos cerca? ¿Por qué tu voz se torna jadeante cuando te miro a los ojos? —Me sujeta de los brazos—. Tú, Amanda, no eres buena para mentir ni para disimular. Yo sé que aún cuando estás con Stephen piensas en mí. Las cosas que sientes por mí son tan fuertes que no sabes ni cómo expresarlas y tienes miedo de admitirlo. ¿Por qué? ¿Tienes miedo de decepcionar a Stephen, a Alessa, a Tiffany? ¿Tienes miedo de que sepan que lo que realmente quieres es estar con alguien como yo y vivir los placeres de la vida y de la carne sin restricción?
Quiero que deje de hablar. Entre más habla, más débil y descubierta me siento.
Tengo miedo de convencerme de que sí es cierto lo que dice. Pero ni Stephen ni mi hermana se merecen que yo los traicione. Amo a Stephen, y Alessa ama a Zein. No podría vivir con el odio de mi hermana por siempre, porque sé que jamás me lo perdonaría. Ella ya me aborrece, pero si termino estando con Zein, me detestará más.
Me aparto.
— Déjame en paz —le digo con un hilo de voz.
— No quieres que lo haga. Es más, tu paz existe cuando estamos así, tan cerca. Cuando como ahora te voy acariciando el cabello y lo huelo. Tu paz soy yo.
Por favor. Que se detenga.
— Apártate de mí.
— Y ¿para qué? ¿Para volver allá adentro y seguir engañando a Stephen, haciéndole creer que solo piensas en él? ¿Para sacrificar lo que quieres, solo por el hecho de no querer que tu hermana se aleje más de ti? ¿Alguna vez piensas en ti? Pones a todo el mundo antes de ti, lo cual no está mal si lo haces de vez en cuando. Pero no estás dedicándote algo de felicidad a ti. Tú quieres estar conmigo.
Le doy la espalda y aprieto los ojos.
— No es cierto...
— ¡Admítelo!
— ¡Cállate!
— ¡Voltéate y mirame!
— ¡No quiero oírte! —Me pongo las manos sobre las orejas para no escuchar sus palabras.
— ¡Amanda, tú quieres estar a mi lado!
Me toma por la espalda y me sujeta. Hunde su nariz en mi cabello y comienza a besarme la cabeza, detrás de las orejas y luego baja con sus labios a la nuca. Sus besos me retuercen por dentro.
Es que esto me gusta.
Quiero que me suelte para no caer en su juego, pero temo que realmente yo quiera jugar en su posición.
Gimo y enseguida me doy cuenta de que estoy disfrutando sus besos, sus caricias y su respiración detrás mío.
Me gira para que podamos hacer contacto visual y siento que me ha absorbido con sus ojos, y me siento frágil y perdida en él, como si pudiese entrar a su mente y ver allí los deseos más pasionales que guardamos ambos.
Y es así como me termino dando cuenta de que siempre ha tenido razón.
Él me pone el mundo de cabeza, me hace desmoronarme y caer en pequeños pedazos a sus pies. Me he unido a él en esta mirada, de tal manera que es como si pudiera mirar luces de color verde frente a mí en una habitación vacía y oscura.
Roza mis labios con los suyos y sigue llenando mi mente con sus palabras tan letales a mi ser.
Su voz es jadeante... al igual que la mía.
— Amanda... me vuelves loco...
— Tú también, Zein...
Y mi corazón parece haber estallado. Me tortura solo sentir sus labios junto a los míos sin poder fundirlos en un devorador beso.
Él tiene el control sobre mí y yo no puedo hacer nada para resistir.
— Quiero que seas mía... —Me aprieta contra su pecho y me derrito, me vuelvo polvo ante él, me diluyo y quiero que me posea.
— Ze.... Zein...
El iris de sus ojos se engrosa.
De la nada me revienta en la mente una lluvia de imágenes, todas de Zein acabando con la vida de muchos inocentes, sonriendo como si nada tras haber matado a mis compañeros de clase, apareciendo ante la puerta de la cabaña tratando de engañarme y acabando con la vida de los ex amores de Stephen.
Me aparto con arrebato y lo miro con odio.
— ¡Lárgate! ¡No quiero verte!
Zein sigue ahí parado sin inmutarse.
Quiero que esté lejos de mí, porque es lo mejor.
— Te odio...
— Sabes que no es cierto.
Vuelvo a darle la espalda.
— Me estás destruyendo la vida... No te quiero cerca de Alessa ni de Tiffany ni de mí. No te quiero cerca de Stephen. Te quiero lejos de todos.
Siento una brisa en mis brazos y en la espalda. Mis trenzas se mueven hacia adelante con la misma brisa. Me volteo hacia Zein de nuevo, pero se ha ido.
No logro comprender por qué en este instante me siento tan vacía. Sola. Desprotegida.
Siento como si alguna fuerza extraña me presionara la garganta y me formara un nudo horrible. Me dejo caer de rodillas sobre el pasto y me rompo en llanto.
Me siento sucia y falsa.
Siento como si jamás he sido yo misma, como si toda mi vida ha sido una mentira.
No sé quien soy.
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Nuevo Amanecer
FantasyAmanda dejará de ser irrelevante para dos seres totalmente opuestos entre sí; Stephen y Zein, dos vampiros cuyo pasado ha sido marcado por la desgracia y la sangre. Stephen es un vampiro, fruto de un experimento masivo hecho hace siglos, el cual bus...