Zein.
Por raro que incluso a mí me parezca, me preocupa un poco que Liv siga durmiendo tanto, pues me hace pensar que quizás sí tiene alguna lesión grave internamente. Debería hacer algo, así que voy hacia la habitación para ver si puedo hablar con ella. Entro y la aprecio en la cama. Está frágil, perdida, luce inmaculada, aunque no sé cómo sea su vida cotidiana. De cualquier modo siento algo extraño al mirarla, y me doy cuenta de que la sensación que tengo es todo lo opuesto a ser negativa. Por alguna razón que desconozco, deseo mirarla y apreciar sus detalles, su complexión, su todo. Incluso el aroma en esta habitación se me hace agradable y estoy casi seguro de que es su aroma el que inunda estas cuatro paredes de madera.
Me acerco y me siento a la orilla de la cama y la sigo observando con detenimiento, apreciando todo lo que a la vista es fácil de encontrar en ella; una belleza que es casi embriagadora. Toco su hombro y lo presiono para adelantar su despertar. Me sorprende que no ha tardado nada en reaccionar, pues sus ojos se han clavado en los míos. Sus cristalinos ojos azules me llenan de armonía ahora y entiendo que ella tiene algo especial que antes estuve lejos de descubrir.
— ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?
— Algo dolorida —responde con su voz dulce y relajante.
— Me da gusto saberlo. Espero poder llevarte hoy mismo al sitio donde te encontré.
— Todavía recuerdo que tú me atropellaste.
¿Es en serio? Trataba simplemente de no mostrarme culpable y asumir que ella no recordaría que yo había sido el causante de sus golpes. Pero tal parece que ella está más lúcida de lo que pensé.
Bajo la mirada apenado.
— Bueno, sí fui yo el causante de todo esto, pero también tienes la culpa por atravesarte la calle sin precaución.
— Ahora resulta que yo soy la culpable —repone fingiendo estar ofendida.
— No pretendas que yo cargue con toda la culpa —alego—. Cada quien es responsable de lo que hace. Para eso existen los pasos peatonales. No había ninguno en ese sitio, así que bien pudiste abrir más los ojos, fijarte mejor en el camino, mirar a ambos lados de la vía o tener un poco de paciencia para que mi auto pudiera pasar.
Ella sonríe graciosa y me pone a pensar en que no está tomando enserio nada de lo que le digo.
— ¿Qué te resulta gracioso? —le pregunto indignado y a.punto de sentirme molesto.
— Que estás tratando de verte rudo y autoritario conmigo. ¿Haces eso todo el tiempo?
¿Cómo se ha atrevido a hablarme así? No tiene el menor respeto por nadie.
— Escucha, pequeña, no estoy de buen humor. Por poco mueres, no creo que eso deba hacerme sentir bien.
— Podrías relajarte un poco alguna vez —comenta como si lo que dijera le rsuotara divertido, como tratar de tomarme el pelo fuera poca cosa. No sabe con quién está tratando.
— Nos iremos dentro de dos horas. Creo que ya puedes bañarte y cambiarte esa ropa. Alessa ya consiguió algo para ti.
— Alessa es la chica, ¿verdad? La que está contigo, ¿cierto?
Asiento y me levanto de la cama. Cuando toco la puerta de la habitación me detiene con su voz.
— ¿Cuál es tu nombre?
Me quedo en cero palabras mientras analizo la respuesta, la cual sé, pero que aún así dudo en decir. Escuchar su voz me parece algo extraño, extraño en un sentido bueno, como algo que no quiero admitir, pero que es imposible ignorar.
— Zein —culmino diciendo sin mirarla.
Salgo de la habitación y cierro la puerta. Me quedo pensando en sus ojos azules tan magníficos. Pero soy consciente de que esto es lo que no quería que me pasara ya que todavía me siento... dañado... Dañado por lo sucedido con Amanda. Aunque no me de gusto aceptar que lo que pasó me dolió mucho, sé que debo continuar con mi vida. Curiosamente cuando empieso a divertirme como antes, me encuentro con una chica que se me ha grabado en la mente como una bella y agradable imagen, de esas que pueden apreciarse cada década, cada medio siglo, como un evento cósmico o sobrenatural. Liv me resulta interesante, puedo sentirlo, incluso cuando no sé nada de ella, mas que su nombre, el cual a la vez es tan interesante como ella misma... Liv.
Al salir de la cabaña veo a Alessa sentada con las piernas entrelazadas sobre la fina capa de nieve. Está totalmente abrigada y, al ver solo su espalda y la capucha que cubre su cabello, me pregunto si ella algún día logrará ser feliz. Esa es otra cosa que no comprendo.
¿Ahora me importa la felicidad de los demás?
No me cabe duda de que debo comenzar a masacrar a personas para sentirme el Zein de antes, el Zein de siempre, el que disfruta como nadie el saber de la sangre, el que escucha como música los gritos angustiantes de las personas. Eso es lo único que puede hacerme feliz a mí. Al final es lo importante... Mi bienestar. Mi felicidad.
Me acerco a Alessa y sé que se ha dado cuenta de mi presencia ya que ha girado un poco su cabeza a un costado y me ha visto de reojo, luego volvió a mirar hacia el frente, negándome su mirada.
— Tenemos buen clima, ¿no? —comento en un intento por romper el hielo.
— Sí.
Me paro a su lado sin mirarla.
— Se te acabarán durmiendo las piernas después de media hora sentada ahí. Debiste poner al menos una manta o un abrigo debajo.
— ¿Ahora te importo, Zein?
Su voz tiene un toque fuerte de hostilidad.
Bien. Basta de tonterías. Necesito ser yo.
— No empieces con tus aires de resentimiento hacia mí. Lo que menos quiero es seguir metido aquí en el bosque con una chica que no conozco. Seguramente sus padres ya pusieron una denuncia por su desaparición. Dudo mucho que alguien como ella no sea importante para alguien.
— ¿Alguien como ella? —Me mira por fin y me lanza una mirada de típica chica celosa, la cual aborrezco ya que no somos otra cosa que un par de amigos que están asqueados de la inmundicia de este mundo.
— No te niego que es atractiva —comento con sinismo, añadiendo una sonrisa.
Se pone de pie como si algo la empujase desde abajo. Está molesta... como siempre.
— ¡Es increíble! No pierdes ni una sola oportunidad para coquetear con todas las mujeres que se te atraviesan en el camino. Claro, es típico de gran Zein Anders.
— Ya deberías estar acostumbrada.
Se para frente a mí, tan cerca que puedo sentir el vapor que sale tras su respiración y el calor de su aliento.
— Estás mal. Jamás vas a ser feliz si te comportas de esa mamera todo el tiempo, tan inconsciente, tan despreocupado por tus actos, tan inmoral y con los pies lejos de la tierra. Por eso es que siempre acabas siendo rechazado por todos, por eso es que acabas decepcionando a todas las personas que quizás en un inicio te han apreciado. Entiendo la razón por la cual Amanda eligió estar con Stephen.
Lo que acaba de decirme cala en mí, pues yo sé que tiene razón. Pero lo que no entiende es un cosa muy sencilla que pienso decirle ahora.
— ¿Sabes, Alessa? Todas las personas que se desilucionan, las que se acaban decepcionando de mí, lo hacen por una sola razón. Es simplemente que yo no pienso hacer lo que los demás esperan. Me juzgan a mí por ser como soy, pero ¿se han fijado en lo que hacen ustedes? Juzgar a los demás y no aceptarlos tal y como son es algo que es muy negativo en quien sea. No tienen el menor derecho. Cuando traté de ser diferente me fallaron.
— Amanda no te valoró.
— No solo ella. Tampoco tú, Alessa. Tu que siempre me has dicho que me amas, que serías incondicional conmigo. Si me amaras realmente me aceptatias como soy.
Alessa calla unos segundos, impactada y aludida por mis palabras. Luego parece volver a este mundo nuevamente.
— Pero...
— ¡Pero nada! —interrumpo—. Quizás un día llegue alguien que no me juzgue y acepte al Zein que soy.
Aparto mi mirada de la suya y me voy al interior de la cabaña. Estoy harto de lidiar con Alessa. Estoy harto de lidiar con todo el mundo y que el mundo no pueda lidiar conmigo. Solo espero que este episodio acabe pronto, así podré largarme a otro lado. Ya he decidido dejar a Alessa aquí y buscarme otro sitio para vivir.
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Nuevo Amanecer
FantasyAmanda dejará de ser irrelevante para dos seres totalmente opuestos entre sí; Stephen y Zein, dos vampiros cuyo pasado ha sido marcado por la desgracia y la sangre. Stephen es un vampiro, fruto de un experimento masivo hecho hace siglos, el cual bus...