Año 2016. En el presente. Nueva Jersey.
Amanda.
Mis trenzas castañas tan amadas están tiesas por la baja temperatura. Me hallo de pie en medio de un bosque perdido de toda civilización y soy testigo de la mayor desolación. No hay ninguna otra alma aparte de la mía, solo hay niebla y nieve, mucha nieve. Pero hay algo oculto.
Está ahí.
Hay un libro, un libro en perfectas condiciones. Es de color negro, de pasta gruesa y de un grosor pronunciado.
¿Por qué estoy viendo esto?
Debo estar teniendo otro de esos sueños, pero ¿por qué?
He dormido perfectamente bien las últimas tres semanas, sin sueños, ni buenos ni malos. Que bueno que ahora puedo darme cuenta de cuándo estoy soñando.
Me inquieta este lugar. Estoy parada sobre un montón se nieve y hojas, la cuales apenas son visibles ya que están semi enterradas en la nieve. Es extraño. No me gusta el hecho de que haya tanta niebla. Casi no puedo ver nada.
Decido caminar un poco para así tener alguna pista del lugar en que estoy. Lo que tengo claro es que, a pesar de saber que esto es un sueño, tengo la sensación de que hay una razón por la que estoy en este extraño sitio.
Me acerco al libro y lo cojo sin tener seguridad de abrirlo para ver su contenido. Debería dejarlo en su lugar.
Antes de que pueda abrirlo escucho una voz, pero no logro distinguir lo que dice. Observo con detenimiento a todos lados. Mi piel se eriza cuando escucho nuevamente esa voz jadeante que pronuncia mi nombre; Amanda.
No debo hacer nada que no deba. Pero este impulso de abrir el libro...
Lo he decidido.
Cojo la cubierta y cuando la levanto, un fuerte viento me comienza a agitar con brusquedad. Me lanza contra el tronco de un árbol y el libro cae lejos de mí, abierto y cubierto de nieve. El viento no arrecia y veo cómo el resto de árboles se agita tan espantosamente.
Me siento asustada.
¿Por qué, Amanda?
Yo sé que realmente estoy en la cama de mi habitación dormida y segura, pero ¿por qué estoy tan asustada?
Debo despertar, así que comienzo frotarme los ojos con la yema de los dedos. Antes me ha funcionado.
¿Por qué rayos no me despierto?
El viento está volviéndose cada vez más fuerte y escucho como si tuviera voz propia. Es como un rugido bestial.
¡Quiero despertar!
De pronto noto que un árbol de enormes proporciones se desvanece y viene sobre mí. Grito tan fuerte como puedo y me despierto de golpe. Estoy sudando. La habitación todavía está oscura y el claro de la luna que entra por la ventana es lo único que me provee algo de visibilidad.
Que hermosa está la luna.
Miro el reloj de mi mesita de noche al lado de la lámpara y noto que son las 4:44 de la mañana.
No puedo creer que esto haya vuelto a sucederme.
Me muevo un poco sobre la cama tratando de sentirme cómoda y segura. No creo que vaya a lograr dormir las horas que restan hasta que deba marcharme a la universidad. Que bueno que ya estoy a solo dos días de las vacaciones. Espero con ansias ese viaje junto a Alessa y mi prima Tiffany.
Espero estar lo suficientemente activa para las seis de la mañana.
Dejo pasar el tiempo restante, y veo como los minutos pasan poco a poco en el reloj. Todo lo siento tan lento.
Maldito insomnio. Maldito sueño.
Ya son las 6:00. Me levanto y me voy a la ducha. Paso bajo el agua varios minutos hasta que siento que ya es suficiente. Salgo de ahí y me regreso a mi habitación. Me miro al espejo totalmente desnuda y busco algo en mi cuerpo, algo que pudiese darme una señal de que alguna cosa está por suceder.
Nada. No veo más que mis lunares diminutos dispersos sobre mi piel blanca.
No podré olvidar esa mañana hace casi dos años, cuando amanecí con varias heridas pequeñas en mi pantorrilla derecha. Pero ya no tengo nada de eso, ni las cicatrices. Se fueron como agua en la arena.
Me visto y voy a la cocina, allí está mi hermana Alessa, prepara el desayuno.
— Ya casi termino —me dice sin soltar el sartén y la cuchara—. ¿Ya te vas? ¿No piensas desayunar?
Medito mi respuesta brevemente.
— Haré una excepción por hoy. Tengo prisa.
Claro, una prisa causada por lo de esta madrugada.
— Pues no deberías irte con el estómago vacío. Además ya me falta poco. Tiff aún no baja.
— Ella se levanta siempre un poco tarde, lo sabes. Déjala dormir un rato más.
Alessa blanquea los ojos y suelta el sartén para sermonearme.
— Nuestra queridísima prima debe aprender a ser un poco más responsable. Tú y yo siempre hemos sido muy atentas y oficiosas. Bueno, yo más que tú. Que ni crea que las cosas serán como ella las quiera siempre.
— Alessa, solo termina el desayuno. Ya me voy. Que pases una linda mañana, hermanita —le digo.
Salgo de la cocina y voy directo a la calle con mi mochila en la espalda.
No me importa llegar tarde o temprano, mi prisa no es por nada en especial, solo quiero tener un espacio para meditar lejos de casa, donde no haya nada que me recuerde ese sueño.
Creo que esta vez no iré a la universidad. No habrá problema si falto. No hay nadie que desee verme allá y mis materias ya están aprobadas a estas alturas.
Iré a otro sitio.Me encuentro sentada en la banqueta del parque central de mi vecindario en Nueva Jersey. A esta hora ya hay muchas personas paseando y disfrutando de la mañana.
No debo irritarme.
Si lo pienso bien, creo que estoy dándole demasiada importancia a ese sueño. Es solo eso: un absurdo sueño como cualquier otro.
Estando aquí me empiezo a sentir paranoica, pues siento que algunas personas me miran de forma extraña.
Esto no me gusta para nada. Pero si no me siento bien en casa ni aquí, entonces ¿dónde?
Yo de verdad tengo un problema y temo volverme loca.
Veo acercarse al hombre de los helados, así que me pongo de pie y voy hacia él, tan emocionada como una niña de 10 años.
Por favor, Amanda, tienes 20 años.
¡Al carajo! Iré hacia allá.
— Quiero uno de fresa y vainilla por favor —le digo al hombre.
— En seguida, señorita —Toma algunas cucharadas de los dos sabores y los pone en un cono de galleta.
Espero que esto me calme.
— ¿Quiere que le ponga una cereza? —me pregunta.
— Sí, por favor.
La coloca en el copete del helado y me lo da.
— Aquí tiene.
— Gracias. ¿Cuánto le debo?
— Son 2 dólares.
¿Dos dólares por un simple helado?
Bueno, veo que la economía va retrocediendo.
Busco en el bolsillo de mi pantalón algo de dinero. Saco exactamente la cantidad que debo.
— Gracias de nuevo, señor —Le doy el dinero.
Lo toma y me sonríe de forma anormal.
— Cuídese mucho, señorita. Cuídate mucho, Amanda...
Se me heló la sangre.
¿Cómo sabe mi nombre?
Tiro el helado al suelo y me voy a toda prisa de ahí. No sé adónde voy, pero lo que sí sé, es que me voy lejos de ese sitio. Entonces me pierdo en la niebla de las calles del vecindario, que de pronto lucen vacías. Aunque no estoy segura de si esa desolación está solo en mi mente.
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Nuevo Amanecer
FantasiaAmanda dejará de ser irrelevante para dos seres totalmente opuestos entre sí; Stephen y Zein, dos vampiros cuyo pasado ha sido marcado por la desgracia y la sangre. Stephen es un vampiro, fruto de un experimento masivo hecho hace siglos, el cual bus...