Capítulo 12. "Encuentros Peligrosos"

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    Zein.

    He decidido volver al bar de la otra noche, justo en el mismo asiento frente a la barra, aunque sé que probablemente no me encuentre a Amanda de nuevo, menos ahora que está todo el tiempo con Stephen.
    La noche es apremiante, pero no tengo ánimos de matar, lo cual es muy extraño en mí. Últimamente siento que pocas cosas me llenan. No está esa satisfacción de siempre al ver la sangre correr.
    ¿Qué me pasa?
No puedo seguir estando así. Voy a destruirme a mí mismo si no consigo salir de este hoyo depresivo.
    No quería aceptarlo, pero ver a Amanda con ese imbécil me ha puesto de mal humor.
    ¿Por qué elegir a un tipo como él? Es tan aburrido, básico, sin novedad. No entiendo qué puede tener Stephen de especial.
    Aunque recién conozco a Amanda, sé que ella no es simplemente esa chica reservada que ante todo el mundo aparenta. Y quizás no necesariamente esté tratando de aparentar ser así, ella es así, pero estoy seguro de que en su interior se esconde una mujer apasionada con deseos, tentaciones y pensamientos de índole carnal.
    Debe ser mía.
    Bebo un trago de ron y pongo la cristalería en la barra. Estoy dispuesto a ponerme totalmente ebrio, sin importar las consecuencias que vengan por ello.
    ¿Qué más da si asesino a más personas esta noche?
    Eso no hará que Amanda me ame y tampoco que me odie más. No hay diferencia.
    Sigo en lo mío cuando un sujeto llega a mi lado y pide una botella del mejor tequila de la casa.
    Lo miro y lo reconozco enseguida; es el tipo de la moto que me encontré el otro día. Me ve y sonríe de la misma manera en que yo lo hago cuando alguien me cae bien y cuando alguien me cae muy mal.
    Trato de entablar una conversación.
    Ya estoy algo ebrio.
    — Así que también vienes a estos lugares —le digo.
    — Vivo en esta ciudad. Por supuesto que visito estos sitios.
    — Ya veo. Oye, ¿dónde dejaste tu moto? Supongo que debes considerarla algo así como tu novia metálica —le digo en forma de burla.
    — Parece que ese negro sentido del humor siempre lo llevas contigo. Eres atrevido, amigo, no sabes con quién vas a toparte.
    — Para mí no existe el miedo. Nada me importa.
    Se ríe.
    Se ríe de mí.
    — ¿No sientes miedo nunca? Eso es imposible.
    — ¿Acaso debo sentir miedo solo porque tú lo sientes?
    — Y ¿quién dice que yo siento miedo?
    Ahora me río yo.
    — Entonces ¿estás tratando de decir que es posible que tú no tengas miedo y que yo sí? Por favor, no me hagas reír. Deberías ir a buscar tu motocicleta y marcharte antes de que te haga sentir miedo.
    — Atrévete —Me reta.
    Me pongo de pie y lo tomo de la chaqueta con fuerza, lo estrello contra la barra ante la mirada de todos los presentes.
    El tipo reacciona rápido y me avienta lejos de él con un solo empujón de la suela de una de sus botas. Caigo sobre varias mesas, las cuales se rompen con el impacto.
    Estoy débil por todo el alcohol que he consumido, pero soy obstinado y nadie me hace algo así sin que lo haga arrepentirse. Me paro y al darme cuenta de que lucho contra otro vampiro sé que debo ser cuidadoso.
    Lo invito a que me ataque de nuevo. Viene hacia mí mientras las demás personas se van huyendo del lugar.
    Me toma de la chaqueta y trata de arrojarme de nuevo contra otras mesas, pero logro evitar su impulso y le doy un puñetazo en la cara. El tipo se pasa la mano sobre el labio y se limpia la sangre que le he hecho brotar.
Puño a puño, ya extrañaba eso.
    Viene hacia mí de nuevo y me encesta dos puñetazos en ambos lados de la cara. Pierdo un poco el equilibro, pero rápidamente le doy un golpe en la cara y una patada en el estomago. El tipo se queda sin aire.
    Tomo una silla de madera con ambas manos y la rompo sobre mi pierna, a fin de tener un trozo de madera que me servirá para clavarlo en su corazón.
    Me le abalanzo y ambos caemos al piso de madera.
    Estando sobre él trato de insertarle el trozo de madera en el corazón, pero con sus dos manos sujeta mis brazos para evitar que yo consiga matarlo. Estamos en un forcejeo bastante rudo para ver quién es más fuerte. Claro que si yo lo soy, esta estaca lo matará al entrar en su pecho, pero si no lo consigo es probable que él me mate a mí con ella. Eso es lo que debo evitar. Hasta hoy nadie ha mostrado ser más fuerte que yo, pero teniendo en cuenta que estoy un poco alcoholizado, el panorama no me favorece mucho.
    El forcejeo se prolonga. Este tipo no es nada fácil, pero casi lo tengo. Las astillas de la madera le están rompiendo la camiseta negra. Y justo cuando creo que esto acabará a mi favor, Marcus me da un cabezazo en la nariz. Me aturde y aprovecha eso para darme otro puñetazo. Caigo a su lado mientras me pongo las manos en la nariz a causa del dolor.
    Ahora Marcus se va sobre mí al tomar la estaca que dejé caer cuando me golpeé, e intenta clavarla en mi pecho. Estamos en la misma situación de antes, solo que ahora soy yo quien trata de evitar que un trozo de madera me mate.
    Está consiguiendo que la estaba perfore mi piel, pero de repente se escucha una explosión que viene de afuera del bar. Marcus se olvida de matarme y va a ver de qué se trata, como si eso tuviera que ver con él.
    Es un idiota.
    Si tiene la oportunidad de matar a un vampiro como yo, pues debería hacerlo. Ahora yo voy a aprovechar mi oportunidad.
    Me ha dejado en el piso muy dolorido. Trato de levantarme, aunque se me hace muy difícil ya que me duele casi todo el cuerpo.
    Marcus ha llegado hasta la puerta del bar. Me levanto y voy a ver que demonios ocurre. Pero antes recojo otro trozo de madera para matar a este maldito. Me paro detrás de él, pero lo que veo afuera es impresionante: son decenas de vampiros vueltos locos. Están destruyendo la ciudad. Marcus parece no inquietarse.
    Cuando alzo el brazo para clavarle la estaca por la espalda, él me detiene con su voz.
    — No haría eso si fuera tú -me dice.
    Se gira hacia mí.
    — ¿Ves a todos esos frenéticos vampiros? Son mis frenéticos vampiros. ¿Los reconoces? Son parte de esos experimentos de los que posiblemente eres parte.
    Idiota.
    Él también piensa eso.
    Bajo el brazo.
    — Te equivocas, Marcus. Yo no soy uno de los 888. Yo soy un vampiro auténtico —Comienzo a sonreír.
    El tipo se sorprende.
    — Eso lo explica todo. Eso explica por qué eres tan fuerte y por qué no me ha sido fácil asesinarte.
    — Veo que eres de lento pensamiento —Extiendo los brazos—. ¿Acaso parezco un experimentos? No quieras hacerme reír. Jamás un vampiro experimental será más fuerte que un auténtico.
    — Veo por qué siempre has tenido confianza. Pero no voy a perder el tiempo con discursos innecesarios. Te voy a plantear dos cosas... —Duda sobre mi nombre.
    — Zein, imbécil.
    — Zein... Puedes quedarte aquí y unirte a mí para tener el poder mundial, o bien puedes quedarte para que mis perros vampiros te maten entre todos. Y quizás no son auténticos, pero te superan en número. No tendrías posibilidades con ellos. Tú eliges.
    ¡Madito!
    ¿Cómo logró esto?
    ¿Cómo logró que ellos le sirvan?
    Lo voy a averiguar, pero para eso necesito estar vivo.
    — Mi querido Marcus, hay dos cosas que también debo decirte: primero que nada, no obedezco órdenes de nadie, por lo tanto no seguiré las tuyas, y en segundo lugar, tampoco voy a quedarme para que estos idiotas me maten, así que adiós, adiós.
    Me largo de aquí por la puerta principal, aprovechado mi capacidad para correr a grandes velocidades, pero enseguida sé que Marcus le ordenó a varios de sus vampiros que me sigan.
    Debo alejarme lo más que pueda de ese sitio antes de que me encuentren. El bosque es una buena opción.

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