Capítulo 3. "Sus Ojos Azules"

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    Amanda.

    Abro los ojos aturdida, envuelta en un montón de sabanas. Estoy acostada en la cama, sofocándome con tanto calor. Pero en realidad estoy en la cabaña, refugiada de una gran tormenta de nieve. No recuerdo cómo regresé. Solo sé que estoy aquí tratando de quitarme todo esto de encima.
    Escucho voces, son las de mi hermana y mi prima, pero hay una tercera voz proveniente de la pequeña sala de estar. Por lo que distingo sé que no es una voz femenina.
    Un momento... Ese chico.
    Me levanto rápidamente de la cama y me paro sigilosa debajo del marco de la puerta de la habitación para espiar a las chicas y a ese sujeto.
    Están sentados conversando, pero no entiendo lo que dicen. Quizás tratan de hablar bajo para que no me fuese yo a despertar.
    Por lo que veo ya es de noche.
    Tiff me descubre espiándolos y me llama.
    — ¡Despertaste! ¡Ven para acá, Amanda!
    — Sí, deja tu timidez por una vez y ven a conocer al chico que te salvó —agrega Alessa.
    Oh, no... Entonces él me trajo de vuelta. Eran sus ojos...
    Me paro más erguida y voy hacia ellos.
    Todos se ponen de pie y Alessa me presenta al chico.
    — Amanda, te presento a...
    — Stephen Steele —me adelanta el chico y me ofrece su mano.
    Me quedo fría e inmóvil.
    Su piel es muy blanca y su cabello negro y corto. Viste de forma casual e informal: jeans negro y camisa gris, como para usarse en el verano. Hay un abrigo en el colgador de la entrada, debe ser suyo.
    Debo parecer una tonta.
    ¿Qué hago?
    Él es tan... atractivo.
    — Soy Amanda Wright —Le ofrezco mi mano también y ambas se unen.
    Que fría está su palma.
    Él no para de sonreírme y mirarme con sus ojos azules tan claros. No sé si este sitio es demasiado frío o si son sus ojos los que me hielan la sangre. Hay algo extraño en él.
    — Es un gusto, Amanda. Me gusta tu nombre. Es lindo.
    — Gra... Gracias —le respondo nerviosa y ruborizada.
    — Es una suerte que haya estado caminando por la montaña en el momento en que usted estaba por desvanecerse. Es muy peligroso caminar por ahí sin conocer el lugar.
    — Se lo digo todo el tiempo —menciona Alessa.
    Entrometida.
    Tomo un respiro y vuelvo a recuperar la compostura.
    — Lo sé. Estaba un poco aburrida en la cabaña y decidí salir solo unos minutos. No pensé que fuera a ir tan lejos. Lamento hacerle venir hasta acá. Y lo que es peor: cargándome.
    Stephen ríe suavemente.
    — Descuide, no fue ningún problema. Habría hecho eso por cualquiera en esa situación. Pero realmente espero que usted no vuelva a intentar algo parecido. Es muy joven y bonita para que le suceda algo malo.
    Lo hizo de nuevo. Está halagándome.
    — Pues... Sí, sí... Evitaré meterme en problemas —Agrego una risita nerviosa.
    — De acuerdo. Bien, creo que ya debo marcharme.
    — ¿Tan pronto? —le pregunta Alessa.
    — Debo preparar mi equipaje. Pasado mañana volveré a la ciudad. Viajo solo y me gusta tener todo en orden y con tiempo suficiente.
    — Pensé que vivía en la montaña —comento. Se que es un estúpido comentario.
    Stephen ríe.
    — Para nada. Pero no sería mala idea.
    — No creo que sea buena idea que se marche ahora, allá afuera aún hay una tormenta de nieve muy fuerte —le advierte Tiff.
    — Quizás sea peligroso. Pero conozco el lugar. Me daré prisa para llegar a mi cabaña.
    Bueno, este chico es muy determinado. No hay quien lo contradiga.
    — Cuídese mucho, y gracias por todo —agrego despidiéndome.
    — Lo haré, y no fue nada.
    Se marcha con su sonrisa imborrable. Lo veo abrir la puerta y perderse en esa tormenta blanca. Algo me dice que sabe lo que hace.
    Las chicas me miran sonriendo insinuantes. Ya sé lo que están pensando.
    Alessa se cruza de brazos y con sarcasmo comienza a insinuar que me gustó ese chico.
    — Ya no sabes disimular, hermanita. Casi pensé que estabas teniendo algún tipo de alergia por la forma en que te sonrojaste.
    — ¡Cállate! No sabes lo que dices. Solo estoy agradecida con él. No sabes nada sobre mis gustos.
    — No te hagas la niña buena siempre —me cuestiona—. Sé que al igual que a todas las chicas de tu edad, también se te alborotan las hormonas cuando ves a un chico tan atractivo como Stephen.
    Blanqueo los ojos.
    — Admito que me pareció guapo. Pero eso no quiere decir que me gustó.
    — Deja de molestar a mi prima —le dice Tiff a mi hermana. Pero su risa me indica que también piensa que me gustó el chico.
    Mi prima se retira a la habitación.
    Creo que también debo irme a dormir.
    — Me gustaría seguir hablando estupideces contigo, pero ya tengo sueño —Me voy a la cama—. Adiós, hermana. Descansa bien. Más bien creo tú no vas a parar de soñar con Stephen.
    Alessa me mira con una cara de culpa. Ella sabe que le he dicho la verdad. Parece que a ella es a quien ha impresionado más la presencia de ese desconocido... Aunque... admito que si es diferente...

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