Capítulo 11. "Amores Distintos"

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    Amanda.

    Los siguientes días transcurrieron con lo de siempre y con lo poco habitual

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    Los siguientes días transcurrieron con lo de siempre y con lo poco habitual. Por una parte los asesinatos en serie se han seguido suscitando, pero con más frecuencia. Cada vez son más personas las que se encuentran asesinadas de formas impactantes: descuartizados, torturados, y la gran mayoría con mordidas en el el cuello y sin encontrar en sus cuerpos una sola gota de sangre. Sé que muchas de esas muertes han sido obra de Zein, pero también sé que él no es el único vampiro asesino que anda suelto. Ahora sé que se trata de más de 800 y otros miles que son considerados vampiros auténticos. Entiendo que estos últimos son los más peligrosos.
    Por otro lado, me la he pasado de lo lindo junto a Stephen, me ha llevado a muchos lugares maravillosos de paseo. Hemos frecuentado el parque muchas veces y he experimentado sensaciones increíbles, tan maravillosas y tan perfectas. Nunca sentí eso.
    Lo mejor de todo es encontrármelo todas las mañanas en el sofá de la sala de estar y pensar que siempre va a estar ahí conmigo.
    Disfruto mucho de sus besos y el tiempo que me dedica siempre. No puedo pedir más.
    Este día me invitó a dar un paseo cerca de un lago al sur de la ciudad. Alessa ha accedido de nuevo a prestarme su camioneta. Parece que anda más repuesta de lo de Zein. Ya volvió a sonreír, pero me sorprende todavía el hecho de que no proteste cuando le pido el BMW para salir.
    Stephen y yo hemos empacado todo lo necesario para el paseo, el cual solo será por unas horas.
    — ¿Será que esta vez me dejas conducir? —me pregunta Stephen con un tono de ironía.
    Río y le doy las llaves.
    — De acuerdo. Hoy conducirás tú. Espero que no nos detenga una patrulla.
    — Me las arreglaré si eso sucede —Se ríe.
    Stephen me abre la puerta del pasajero como todo buen caballero y me permite entrar. Luego cierra la puerta y rodea la camioneta por el frente para entrar por la puerta del conductor. Enciende el vehículo y lo pone en marcha.
    Siento que no deberíamos dejar solas a Alessa y Tiffany tan seguido. Aunque ya no he vuelto a ver a Zein desde hace días, sé que podría aparecer en cualquier momento.

    Hemos llegado al lago, un sitio precioso para descansar un rato con total tranquilidad. Nos quitamos los cinturones de seguridad y me salgo de la camioneta para correr como una niña hacia el lago. Ni siquiera pienso lo que haré ahora, solo me zambullo en el agua sin quitarme una sola prenda de encima.
    Hace tiempo que no estoy en un sitio como este. Estoy nadando bajo el agua sintiéndome libre como pez.
    Vuelvo a la superficie sacando al exterior solo la cabeza y hombros. Me paso una mano sobre el rostro para quitar el exceso se agua.
    Stephen viene sonriendo hacia la orilla.
    — Oye, Amanda, ¿ya pensaste en la posibilidad de que haya pirañas o anguilas eléctricas en el lago?
    Me pongo como loca cuando escucho lo que me ha dicho. Nado descontrolada hacia la orilla mientras le grito por ayuda.
    Stephen se limita a reír y a acercarme su mano para ayudarme a salir.
    Tomo su mano.
    — ¿Por qué te ríes? —le preguntó molesta.
    — No hay nada de eso en este lago, solo algunos peces inofensivos.
    Estoy furiosa. Pero sé como o desquitarme.
    Aprovecho que he cogido su mano y lo halo con fuerza al interior del agua.
    Stephen cae al lado mío y soy yo quien se ríe de él ahora. Pasa un rato y mi risa se detiene cuando noto que Steph no sale del agua. Enseguida me sumerjo para buscarlo.
    ¡No lo veo por ninguna parte!
    ¡Dios, se ahogó!
    ¡Lo maté!
    Lo sigo buscando desesperada antes de que se me acabe el aire.
    De repente me toma el brazo desde atrás. Me volteo y nos cruzamos las miradas. Nos acercamos y nos tomamos las manos. Nos damos un hermoso beso bajo el agua, y mientras sucede varias burbujas salen de nuestras bocas y narices hacia la superficie.
    Después de un breve beso decidimos volver hacia arriba para tomar algo de aire.
    Cuando nuestras cabezas salen unimos nuestras frentes tiernamente.
    Es que él me pone tan embobada. Yo adoro eso...
    Salimos juntos a tierra. Mis trenzas están casi deshechas, las deshago del todo y voy primero a cambiarme la ropa al interior de la camioneta. Stephen respeta mi intimidad y espera a varios metros de distancia y, mientras tanto hace figuras en la arena con ramas secas que ha encontrado.
    Cuando estoy lista, con ropa más cómoda; un short y una blusa sin mangas y tenis, salgo escurriéndome el cabello.
    Llego hasta Stephen y me mira como si estuviera viendo algo impresionante.
    — Uau. Te ves tan linda con el cabello suelto.
    Me ruborizo.
    Jugueteo con mi cabello.
    — Estoy muy acostumbrada a usar trenzas desde chica.
    — ¿Alguna vez has considerado usar el cabello suelto?
    — Hmm... La verdad sí, a veces, pero se me hace más fácil el arreglármelo con las trenzas, en lugar de peinarlo siempre. Además no me gusta presumir tanto esas cosas.
    — Amanda, tienes un cabello hermoso. Deberías presumirlo a todo el mundo. Eres preciosa y no deberías esconder nada de ti a nadie.
    — Pero si no escondo nada, tendría que salir desnuda a la calle —le digo con sarcasmo.
    Stephen se ríe.
    — No me refiero a eso, lo sabes. Mira lo que dibujé en la arena.
    Volteo a ver y se trata de nuestras iniciales <<A&S>>… Stephen es tan romántico y detallista.
    Me encanta.
    Lo beso y luego lo abrazo.
    Quisiera tenerlo así todo el tiempo...
    Llega el atardecer y queremos encender una fogata. Stephen va a buscar algo de leña, al tiempo que yo me dispongo a sacar la comida enlatada que hemos traído para esta noche. Se trata de algo de carne y un poco de atún acompañado de gaseosas. Las gaseosas las traje sin decirle nada. La verdad es que jamás he visto a Steph bebiendo una gaseosa, así que espero que no vaya a molestarle.
    Es en este momento en que pienso si debería haber traído gaseosas o una bolsa con sangre para él.
    ¿Quién lo diría? Yo saliendo con un vampiro. Si tuviera amigos a quienes contar eso, seguramente no me lo creerían, pensarían que estoy loca.
    No importa. Estoy de lo mejor con Stephen.
    Saco una manta blanca para colocar sobre la arena y voy al sitio en donde haremos la fogata, justo al lado de nuestras iniciales en la arena.
    Cuando llego a lugar se me cae todo de las manos a causa del impacto que me provoca ver que nuestras iniciales han sido cambiadas. Ahora está escrito <<A&Z>>…
    ¿Quién ha hecho esto?
    No...
    ¡Solo puede ser él!
    ¡Zein!
    No pudo habernos seguido hasta aquí.
    ¿Cómo voy a explicarle esto a Stephen? Se pondrá furioso y el paseo se va a arruinar. Aunque al mismo tiempo sé que él debe saberlo. Zein es peligroso y puede hacernos daño.
    Pero... no quiero problemas.
    Se me ocurre borrar lo escrito en la arena con los pies. Barro todo hasta que ya no queda nada de eso. Cuando Stephen vuelva no sé cómo le explicaré que borré nuestras iniciales.
    Ahora lo que importa es que Zein está aquí, asechando, como el asesino que es.
    Stephen viene de regreso con la leña, y lo primero que nota, es que ya no están nuestras iniciales.
    No dice nada. Pero yo debo inventar algo pronto.
    — Yo... —Balbuceo.
    — ¿Qué fue lo que pasó?
    Inspiro hondo y respondo con lo primero que me viene a la mente.
    — Ya estaba muy borroso y pensé que ese sitio sería perfecto para la fogata.
    Que excusa tan estúpida.
    — ¿Hablas en serio?
    — Eh... Sí, sí. Sucede que también pensé que sería lindo hacer la fogata donde estaban nuestras iniciales ya que representaría algo simbólico para nuestra unión.
    Stephen parece poco convencido con mi explicación, pero parece que lo ha creído un poco.
    Su rostro expresa incredulidad y decepción
    — Bueno... Traje la leña. Ya podemos hacer la fogata.
    Lanza la leña al sitio indicado y comienza a armar la fogata.
    Lo miro sintiéndome culpable por no decirle la verdad, pero no quiero que nada arruine este momento que solo es de los dos.
    Pasamos un buen rato frente al fuego, comimos y bebimos las gaseosas y luego de eso estuvimos abrazados para paliar el frío. Fue lindo, pero de la mente no lograba sacarme la idea de que Zein estuviera cerca.
    Cuando creímos que era hora de volver a casa nos dispusimos a recoger nuestras cosas. Voy a la camioneta a guardar todo mientras Stephen se encarga de apagar el fuego.
    Escucho ruidos detrás de mí y me volteo. Me doy cuenta de que ese ruido proviene de entre los árboles ya que hay un bosque rodeando el lago. Miro a Stephen y me decido por ir a ver de qué se trata.
    Sé que no debería hacer esto y que es una locura, pero no puedo evitar la sensación de querer ir al bosque para ver qué cosa produce el ruido. Es como el sonido de hojas secas siendo pisoteadas. Me siento como impulsada a ir.
    No estoy en mis cinco sentidos.
    Me olvido de todo y rebusco entre los árboles aquello que me ha traído hasta aquí. No veo ni escucho nada raro, no suena eso que me hizo venir aquí. Me detengo y doy un vistazo a mis costados, luego atrás y de nuevo adelante.
    Nada.
    Comienzo a creer que estoy algo desequilibrada.
    De pronto alguien me sujeta por la espalda y me pone su mano sobre mi boca pata que yo no grite.
    — Hola, Amanda.
    Esa voz... Es Zein
    — Te soltaré, pero no vayas a gritar. ¿Entendido?
    Asiento y me suelta.
    Me giro para mirarlo. Ahí está él, mirándome con esos ojos de muerte.
    La voz me tiembla.
    — No deberías estar aquí, vete.
    — Oye, pero que descortés eres con alguien que vino hasta aquí solo para verte.
    — Zein, tú estás demente. Te la pasas matando a personas y vienes aquí con esa ridícula excusa. Lo dices como si fuera poco todo lo que has hecho.
    — Lo haces ver tan terrible. Solo estoy combatiendo la sobrepoblación.
    Descarado.
    Siento el deseo de gritar para alertar a Stephen, pero no quiero que suceda una tragedia.
    Voy a tratar de que se vaya por las buenas.
    — No tienes ningún derecho para estar espiándome. Déjame en paz.
    — Parece que no comprendes por qué hago todo esto.
    — Sí lo entiendo. Entiendo que solo quieres hacer daño a Stephen.
    Ríe suavemente.
    — Lo olvidase.
    — ¿Qué olvidé? —pregunto.
    — Lo que te dije antes. No quiero lastimarte, Amanda. Solo quiero que estés conmigo.
    — No pude haber nada entre nosotros.
    — Lo dices por el hecho de que tú y el débil Stephen ya son una hermosa pareja feliz. Que hermoso. Casi me conmuevo.
    Noto su sarcasmo.
    — Solo vete.
    — ¿En serio quieres eso, Amanda? ¿Me quieres lejos de ti? Porque yo siento que es lo contrario. Lo noto cuando te veo a los ojos. Tus ojos grises no saben mentir.
    Me tiene hipnotizada...
    Me va conduciendo lentamente hasta el tronco de un árbol y ahí me acorrala.
    — Amanda... —me susurra al oído—. No eres capaz de engañarme. Tampoco puedes engañarte a ti misma. Sé que me deseas tanto como yo a ti...
    — Cállate... —le digo con un hilo de voz.
    Pongo mis manos entre su pecho y el mío para que no siga acercándose.
    Acerca su boca a mi cuello y respira sobre mi piel.
    Jadea.
    — Te necesito, Amanda. No puedo estar un momento más sin ti. Sé que deseas que nuestros cuerpos se junten.
    Estoy cayendo.
    Me remuevo entre sus brazos buscando una salida y a la vez para sentir su cuerpo rozando el mío.
    Reacciono de golpe y logro salir de sus brazos que me tenían prisionera.
    — ¡Vete! —le grito.
    — Tú no amas a Stephen.
    — Tampoco te amo a ti. La diferencia es que a él si puedo llegar a amarlo. En cambio a ti solo puedo odiarte y despreciarte. No puedo amar a un asesino que disfruta la angustia y el dolor de los demás. No puedo amar a alguien que solo piensa en sí mismo. Nunca voy a amarte.
    Zein tiene ahora una expresión seria.
    ¿Será que lo que le dije tuvo impacto en él?
    Se acomoda la chaqueta.
    — Veremos cuánto te dura tu orgullo y tu firmeza. Stephen no es ni la sombra de lo que yo soy.
    — Estoy segura de lo que dije.
    — Recuerda muy bien este día, porque pronto vas a tragarte tus palabras. Y yo no te voy a obligar a nada. No voy a obligarte a que me ames. Lo sentirás sencillamente. Recuerda mis palabras.
    Zein se va tan rápido como un rayo hacia el interior del bosque.
    Ahora estoy sola, y sus palabras me dejan inquieta, me revolotean en la cabeza sin quedarse quietas.
    ¿De verdad no podría amarlo?
    ¿Pero que demonios estoy pensando?
    ¡Claro que no puedo amarlo! Tiene un historial de vida demasiado terrible, y ni yo ni nadie en su sano juicio se podría enamorar de alguien así. Nadie.
    Debo volver con Stephen, seguramente ya se dio cuenta de que no estoy.
    Regreso al lago y me lo encuentro en otro extremo buscándome.
    — ¡Stephen! —le grito.
    — ¡Amanda!
    Viene hacia mí y no sé qué voy a decirle.
    — ¿Dónde estabas? —me pregunta.
    Balbuceo.
    — Estaba... buscando algo.
    — ¿Qué podrías estar buscando en el bosque y con esta oscuridad?
    Me atrapó.
    — De acuerdo. Escuché un ruido y fui a ver de qué se trataba.
    — ¿No pensaste que podía ser peligroso después de todo lo que hablamos?
    — Lo sé, pero soy así; muy curiosa.
    Debo acabar este interrogatorio antes de que sospeche.
    — Vamos al auto, muero de frío —le digo y lo tomo del brazo para que nos vayamos de una vez por todas.

    En la carretera hay mucho silencio entre los dos, y yo no puedo soportarlo.
    Miro como Stephen va concentrado en conducir sin decir nada.
    — ¿Todo está bien? —le pregunto.
    — Todo bien —responde sin mirarme.
    Sé que miente. Pero yo le mentí dos veces en un día. Le mentí sobre cosas muy serias.
    Debo arreglar esto.
    — Te ves mal —le digo.
    Me mira brevemente ya que no se puede distraer demasiado.
    — ¿Mal?
    — Sí, es que te ves como muy pálido y a la vez te miras sudoroso.
    — ¿Qué? Pero si tengo frío, estás delirando.
    Me río.
    Me mira de nuevo y noto que ha sonreído.
    Perfecto.
    — Solo bromeaba. Te vez muy guapo mientras conduces.
    — Y tú te ves muy hermosa haciendo ese tipo de comentarios.
    Nos reímos y parece que todo va bien de nuevo.
    Él es tan fácil de contentar, no sabe guardar resentimientos, al menos no conmigo. No quiero defraudarlo, no quiero arruinar esto. No debo permitir que las palabras de Zein me quiten la paz y se interpongan entre nosotros. No lo permitiré.
    Nuestro viaje de regreso se torna bueno y por esta noche sé que todo estará bien, al menos por esta noche.

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