Amanda.
Salimos del sótano luego de varios minutos escondidas entre varias cajas de cartón. Voy delante de Tiffany. Alessa viene al final. Por los pasillos todo se mira igual, como si nada hubiese pasado.
Me preocupa no saber lo que sucedió con Stephen, y con el dolor de mi alma me temo lo peor. Debe estar bien.
Llegamos a la sala de estar y vamos camino a la habitación de Tiff en el segundo piso.
Miro a las chicas y les hago una señal con el dedo para que no hagan ruido.
Vamos subiendo en el mismo orden anterior, y cuando llegamos arriba todo está en completo desorden, desde el pasillo hasta la habitación de Tiffany. Hay cosas rotas en todas partes; floreros, cuadros familiares, cuadros decorativos y muchas más cosas. Veo salpicaduras de sangre sobre la madera del piso.
No es buena señal.
Me adelanto más, hasta llegar a la puerta de la habitación, la cual está medio abierta. Vuelvo a ver hacia atrás y las chicas tienen una cara de incertidumbre.
Comienzo a empujar la puerta para ver el interior de la habitación. Rechina brevemente hasta que queda completamente abierta.
No hay nadie.
Hay un desastre total. Parece que un tornado destruyó toda la habitación. Es impresionante la magnitud del desastre.
Pero... ¿dónde está Stephen?
Tiff y Alessa están detrás de mí, impresionadas por lo que ven, al igual que yo.
— No está... Stephen no está —La voz me tiembla.
Tiffany se acerca y me pone la mano sobre mi hombro.
— Todo va a estar bien. Stephen volverá. Él te dijo que te cuidaría. No va a dejarte sola. Volverá.
— ¿Y si no lo hace? Temo que haya muerto y no volver a saber nada de él.
— Volverá, Amanda. Escucha lo que te digo; Stephen volverá, y mientras lo hace, Alessa y yo vamos a estar contigo en todo momento. No te preocupes, tienes a tu familia.
— Nuestra prima tiene razón, Amanda —dice Alessa desde atrás—. Quizás yo no sea la persona ideal para decirte esto, pero soy tu hermana, soy tu familia.
Me cuesta creer lo que ha dicho. Pero algo en su tono suave de voz me dice que es sincera.
Me doy la vuelta para mirarla.
Alessa camina hacia mí.
— Soy tu hermana, siempre lo he sido. La familia está antes que todo. Las tres sabemos que estamos en un momento complicado y que corremos gran peligro. Pero estamos juntas —Me sonríe de una manera que jamás vi antes.
Tiffany se acerca más y nos toma las manos a Alessa y a mí, luego las une a las suyas.
Estando así, sujetas de manos, siento algo tan reconfortante. Por primera vez en mi vida siento que estamos las tres verdaderamente unidas como la familia que somos. Solo nos tenemos a nosotras.
Algo me dice que todo estará bien.Zein.
Venir al bosque para que esos malditos vampiros me pierdan la pista ha sido quizás de las mejores cosas que se me pudieron ocurrir en esta situación. Pero de cualquier forma estoy seguro de que van a dar conmigo, así que debo estar atento.
Estar algo ebrio no es de gran ayuda, pero con algo de astucia y agilidad podría matar a esos idiotas. Quizás no vengan por mí esas decenas de vampiros, pero sé que vendrá una cantidad considerable, puesto que Marcus sabe que soy un vampiro auténtico.
¿Cómo habrá conseguido que todos ellos le obedezcan?
Pienso un poco.
Eso es... Los puso bajo un hechizo.
¿Cómo?
La única forma en que se puede poner bajo hechizo a alguien es con la ayuda de una bruja, y debe ser eso.
Seguramente Marcus logró aliarse a una bruja y así hacer que los experimentos sigan sus órdenes. Probablemente haya muchos más bajo su control. Si eso es así, buscará también a Stephen ya que él si es parte de los 888. Pero él no tiene el mismo pensamiento asesino del resto. Stephen no accedería a obedecer a Marcus, a menos que también fuese puesto bajo el mismo hechizo. Aunque claro, también puede ser que Marcus haya ofrecido algún tipo de recompensa a los vampiros.
Pienso y pienso, pero no se me ocurre nada.
La teoría más fuerte es la del hechizo.
Escucho ruidos. Son los pasos de personas caminando sobre la fría y húmeda tierra del bosque.
Están aquí.
Logro divisarlos entre la oscuridad abatida por la poca luz de la luna entre las ramas de los altos árboles y entre esta niebla espesa. Me muevo y me escondo tras el tronco de un árbol.
Yo ya tengo mis armas secretas ocultas dentro de mi chaqueta: seis estacas que saqué de las ramas de algunos árboles mientras corría por el bosque. Para mi no tan buena suerte, se trata de 8 vampiros. Significa que tengo que conseguir otras dos estacas para matar al otro par sobrante.
Si analizo mis posibilidades de ganar la pelea que viene, tengo mucha ventaja. Ya no se trata de las decenas de vampiros que estaban fuera del bar, son solo 8. Puedo matarlos a pesar de estar medio ebrio. Además... yo soy un vampiro auténtico y siempre seré más fuerte que cualquier experimental.
De repente me siento más optimista.
Los veo pasar de largo frente a mí y sé que ya llegó el momento de mostrarme, aprovechando que todos están de espaldas.
Me dejo expuesto.
— Hola ¿Me buscaban? —Sonrío con extrema confianza.
Los ocho vampiros se giran y vienen de inmediato a atacarme. Me lanzan puñetazos, patadas y demás, pero yo esquivo cada uno de sus intentos por golpearme.
No sé, pero esto parece fácil.
Sigo solo esquivando los golpes que me lanzan todos al mismo tiempo, una y otra vez.
Ahora es momento de molerles las caras a golpes.
Comienzo a lanzar puñetazos después de cada golpe esquivado, después de cada patada desviada. Ninguno de ellos logra acestarme un solo golpe.
Me divierto con esto.
Es divertido esquivar y escuchar el sondo que hacen mis puños al impactar contra sus rostros, pechos, estómagos y otras partes de sus cuerpos.
Considero que ha sido suficiente baile por hoy, entonces saco dos estacas a la vez para comenzar la verdadera casería de vampiros.
Entre los golpes logro clavar al mismo tiempo el par de estacas en los corazones de dos de los vampiros. Ellos retroceden entre el desorden y caen tendidos en la tierra para agonizar y morir después. Yo no pierdo tiempo, pues, no dejo de esquivar y golpear al resto.
Aún tengo 4 estacas y 6 vampiros.
Saco otro par de estacas y maniobro un poco con ellas para presumir mis talentos como siempre lo hago.
Soy el mejor en todo, y esto no es la excepción.
Hasta para matar se debe tener estilo. Yo no lo pierdo ni en estos momentos.
Entre el tumulto que sigue a mi alrededor, logro agacharme y dar un puntapié a dos vampiros más. Cuando caen aprovecho el breve tiempo que tengo para clavar las estacas en sus pechos. Los dejo ahí agonizando mientras mueren, al tiempo que los otros 4 buscan acabar conmigo.
Estoy firme y me encargo de repartirles más golpes. Me alejo un poco y rápidamente trepo sobre los troncos de dos árboles muy juntos usando solo mis pies para impulsarme y ganar altura. De inmediato me lanzo sobre otros dos vampiros sacando sus estacas en el aire del interior de la chaqueta. Cuando aterrizo, también las estacas lo hacen atravesando sus corazones.
Seis vampiros muertos, me faltan 2 y también me faltan dos estacas.
Todo está bajo control.
Ahora que solo hay dos vampiros se me hace más fácil impactarlos con golpes en todo su cuerpo.
Corro hasta uno de los primeros vampiros que asesiné y le sacó la estaca del pecho para volver a utilizarla. Está llena de sangre. La empuño con firmeza y corro hasta encontrarme de frente con uno de los vampiros. No le doy tiempo ni de presumirme sus colmillos ya que le atravieso antes el pecho con la estaca. El tipo está débil de inmediato y cae tendido al suelo.
Ahora solo me queda uno.
— Tus amigos no soportaron luchar conmigo. Les hacía falta una clase pequeña de boxeo o artes marciales para por lo menos casi igualárme. Ven, también tengo muerte para ti —le digo a manera de reto.
El tipo muy obediente viene hacia mí y, en un abrir y cerrar de ojos, le introduzco mi mano en el pecho y de un tirón le saco el corazón.
Puedo oír sus venas reventándose.
Tengo su corazón en mi mano y seguidamente lo destripo con solo hacerle presión.
El vampiro me mira con ojos saltones, como si fuesen a salirse de su sitio.
Está por morir.
Lo veo ponerse de rodillas frente a mí con las manos sobre el agujero que le dejé en el pecho y luego caer al suelo.
— Buenas noches, pequeño.
Está muerto.
Miro el panorama que he dejado: 8 vampiros experimentales muertos.
— Parece que ahora ya no se hablará de 888 vampiros, sino de 880 —me digo a mí mismo.
Comienzo a sonreír a causa de la satisfacción que tengo. No es para menos. Una vez más demostré que soy el mejor en lo que hago, y lo que hago es matar.
Comienzo a reír como demente mientras voy caminando hacia mi siguiente destino, uno que de verdad me gusta mucho.
Se me ocurre hacer una visita especial a alguien que se me hace muy especial.
Veremos qué sale de todo esto.
Mientras tanto, yo me pierdo en el bosque, entre la niebla y el silencio.Stephen.
Estoy despertando de un profundo sueño. Casi no veo nada. Todo está muy oscuro y mi visión es borrosa. Siento el cuerpo extraño, como si mis extremidades estuvieran sufriendo una enorme tensión.
Cuando recupero totalmente el conocimiento y mi vista se vuelve más clara, me doy cuenta de que estoy encadenado de pies y manos, en un sitio que no reconozco. Tiene el aspecto de un sótano sumergido en la inmundicia; sucio, olvidado, sin más luz que la de una vela, mal oliente e infrahumano. Tan solo hay un arco donde debería estar la puerta
Las cadenas que me sujetan las muñecas, cuelgan del techo, y las que sujetan mis tobillos se conectan con la pared a mis espaldas.
¿Cómo llegué aquí?
Lo último que recuerdo es que estaba en casa de Amanda, sentado, rebosante de felicidad a su lado en el sofá.
Hago memoria y de inmediato me viene a la mente el recuerdo de lo último que sucedió: esa pelea con los otros vampiros.
Si estoy aquí no creo haber acabado con ellos.
¿Para qué me trajeron a este lugar?
¿Qué pretenden conmigo?
Escucho que alguien se aproxima... Sus pasos resuenan con eco en todo el lugar. Entonces veo entrar a un tipo con un estilo similar al que regularmente usa Zein; sus botas negras, una chaqueta de cuero y todo lo demás de color negro.
Me mira. Tiene una estúpida sonrisa en el rostro.
Se queda parado cerca del arco de la puerta.
— ¿Estás cómodo? ¿Mis vampiros te trataron bien? —me pregunta con evidente sarcasmo.
Tengo dificultad para responder a causa de los golpes que recibí.
— ¿Tus vampiros? Hablas como si fueras el amo de un montón de perros.
Se ríe.
— Lo son. Son mis perros, puesto que obedecen todas mis órdenes, así como tú también lo harás.
— Y ¿qué te hace pensar que eso será así?
— Tengo mis ases bajo la manga. De verdad que estás empeñado en vivir como un simple humano, pero no lo eres, nunca vas a serlo. No puedes huir de tu destino ni de tu realidad —Se me acerca—. Eres lo que llevas por dentro, no puedes esconder algo que nunca podrás borrar. Hasta el día de tu muerte serás un vampiro. ¡Acéptalo!
— Puedes decirme todo lo que quieras, el tiempo que quieras, pero nunca vas a convencerme de lo que me digas. No eres más que un loco buscando llamar la atención.
El tipo se carcajea.
— Estás muy equivocado. Soy más poderoso de lo que tú eres. Soy un vampiro auténtico. No tienes oportunidad alguna contra mi voluntad. Si no quieres cooperar por las buenas, lo harás por las malas.
— Me gustaría ver eso —le digo a modo de reto.
— Lo verás.
— ¿Cómo lo conseguiste? ¿Cómo lograste que esos vampiros te obedecieran?
— Es una larga historia, pero te la resumiré: Una bruja; un vampiro demente, ese soy yo; y 888 experimentos.
— ¿Quieres decir que estás usando a todos los experimentales?
— No todavía. Pero todos forman parte de mi plan. Por lo tanto, tú no estás exento.
— ¡Eres un maldito!
— Tal vez lo sea. Pero soy quien va poner a este mundo de rodillas. Todo será mío.
— ¡Podrás tener a los demás 887 de tu lado, pero a mí jamás!
Vuelve a carcajearse.
— Hasta el tipo más firme en su palabra puede acabar doblando las manos.
Comienza a caminar hacia la salida nuevamente, se detiene y sin mirarme me hace una pregunta.
— ¿Cuál es tu nombre, experimento?
— No te interesa saberlo.
— Quizás, pero a veces es bueno saber el nombre de mis perros falderos. Mi nombre es Marcus Schuttz. Recuerda ese nombre, porque muy pronto será el único nombre que vas a respetar.
El tipo sale de la habitación y vuelvo a estar solo.
Necesito salir de este lugar, si no lo logro, no sé qué va a pasar conmigo.
Agito los brazos para tratar de romper las cadenas o el techo de concreto. Pero nada funciona. Ni siquiera puedo romper las cadenas de mis tobillos.
No tengo manera se salir de aquí.
¿Qué haré?
Amanda...
Le prometí que las cuidaría y que estaría con ella. No puedo fallarle, no puedo decepcionarla, no me lo perdonaría.
Si no encuentro una manera para salir de aquí antes de que me pongan bajo el hechizo, todo estará perdido.
Es lo que faltaba a los 888: un líder que de verdad hiciera algo para controlar a la humanidad; ese es Marcus, un vampiro muy listo que no parece que vaya a detenerse por nada.
¡Zein!
Ese infeliz está ahí afuera y estoy seguro de que va a estar asechando a Amanda. Estoy seguro de que va a intentar acercarse a ella.
Me vuelvo loco ante la impotencia de no poder evitarlo.
Sacudo las cadenas sin importar que mis muñecas se desgarren. Mi carne se queda pegada a los fríos grilletes y aún así no consigo salir, también sé que es en vano.
Lo único que me resulta hacer ahora es gritar su nombre y ensordecer mis oídos con el vibrante eco que mi voz provoca en este pequeño lugar.
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Nuevo Amanecer
FantasyAmanda dejará de ser irrelevante para dos seres totalmente opuestos entre sí; Stephen y Zein, dos vampiros cuyo pasado ha sido marcado por la desgracia y la sangre. Stephen es un vampiro, fruto de un experimento masivo hecho hace siglos, el cual bus...