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La Bestia

"Mis manos estaban fuertes, pero mis rodillas estaban demasiado débiles. Siempre ganaste tus juegos con mentiras".


Tomó una bocanada de aire sin dejar de ver aquella ventana frente a él, odiaba ser de la realeza cuando le gustaría ser alguien completamente ordinario. Salir con sus amigos, beber como un maldito loco, tener sexo cuando el quiera. Pero no. Tenia que esperar a la persona correcta para unirse a ella de manera espiritual.

Y según su madre ahí tendría que sentar cabeza, y tomar su lugar en aquel preciado reino.

Tonterías.

Se levantó de un sofá que estaba ahí, paso sus manos por su cabello azabache y negó mirando a la nada. ¿Sería normal algun día?

Sintió la puerta abrirse detrás y gruño en respuesta indicando con suavidad que no entrará.

- Deja de gruñir hijo -la voz de la mujer que le dio la vida resonó en aquella habitación dejando sin habla al hombre- Ha venido la que te ayudará con los deberes reales en lo que estamos fuera.
- ¿Una anciana?
- Creo que te daré una pequeña sorpresa.
- Lo dudo.

Sin nada mas que decir, Trisha salió de aquel cuarto cerrando con cuidado la puerta.

El moreno arreglo su corbata mordiendo internamente su mejilla, deseaba con todas sus fuerzas que por primera vez lo dejarán decidir, como a su hermana. Ser libre, poder explorar el mundo cuando el quisiese. Salió del cuarto pensando en la nueva mujer que la ayudaría, se imagino a alguien viejo, su cara como una pasa que pasaría apretando sus mejillas todo el día como todas las anteriores. No eran buenos recuerdos, mucho menos para sus cachetes.

Bajo las escaleras tarareando una canción que le enseño su padre, llego al cuarto escalón soltando una risa dio un resoplido y cayó en el último escalón de un pequeño salto.

Levantó la mirada al encontrarse con dos maletas pequeñas, aparentemente aquella señora se iba a quedar aquí, y definitivamente no era alguien de dinero por el tamaño que tenían las mismas. Camino con cautela hacia el despacho familiar, escuchaba las voces de de sus padres, por último, otra melodiosa y dulce a comparación de las anteriores.

Levantó una ceja tocando la puerta, se alejo un paso de esta esperando antes que alguien de dedicará a abrirla, ojala la mujer se vaya antes de lo planeado. Aunque no sería difícil 20 mujeres se fueron mucho antes por la actitud del moreno.

Era demasiado terco, desesperante e infantil. Eso hacia molestar a cualquier persona que estuviese con el las 24 horas del día.

Tenia menos paciencia que una hormiga si eso fuese posible, incluso tenía el ego más grande que todo el universo. Se creía el dueño de todo. Pero eso no evitaba que tuviera ciertas virtudes.
Era un caballero cuando debía serlo, era gracioso y amable cuando alguien necesitaba algo. Zayn Malik era el hombre mas complicado de todos.

La puerta fue abierta por su padre luciendo impotente y molesto como la mayor parte del tiempo. Entró sin decir nada y observo todo el cuarto intentando encontrar a la chica que lo ayudaría.

- Pensé que era una Joven -Exclamó Zayn- ¿Donde está?
- Fue por algo de té hijo...Es muy hermosa ¿No Yaser?

El hombre aclamado asintió sonriendo satisfecho, eso sorprendió al moreno. Su padre sonrió por una chica que acaba de conocer y su madre parecía que la adoraba. Eso agotó su paciencia.

- ¿Cómo se llama?
- Perrie Louise Edwards -Anuncio la misma voz melodiosa que había escucho hace unos minutos.

Se dio la vuelta encarando a la mujer que deseaba conocer. Se llevó una gran sorpresa al ver que no era tan vieja como pensaba, le calculaba unos 21 a lo mucho. Pero eso no evitaba que fuese hermosa, en realidad era preciosa.

Su cabello era rubio, largo, le caía hasta los hombros de una manera alucinante, su cuerpo era delgado y pequeño. Tenia unos labios rosados al igual que delgados, su rostro era una obra de arte. Y no había que hablar de esos ojos azules, le volvían loco.

Dirigió su vista a sus manos donde tenía una pequeña charola con unas tazas de té. Había cuatro, supo que vendría por lo visto.

- Encantado Señorita Edwards.

Perrie le sonrió y sirvió el té sintiendo el ambiente tenso viniendo de todos los lugares.

Yaser y Trisha sonrieron al saber que todo había salido a la perfección, la señorita Edwards hará que el joven Malik siente cabeza y reine con sabiduría. Tomaron el té en pequeñas platicas.

Los reyes se fueron despidiéndose de ambos, salieron de ahí cerrando detrás de ellos, dejando solos a aquellos personajes.

- Entonces me ayudaras a todo el papeleo ¿Cierto?

La ojiazul asintió con una sonrisa brillante y sincera.

- No cantes victoria, te sacaré de mi vista en cuanto tenga la oportunidad. Louise eres alguien insignificante a mi, no eres nadie, en cambio yo soy el príncipe Malik heredero del reino, así que mantén todo lejos. No querrás ir a la cárcel ¿O me equivoco?

La rubia trago saliva con temor, lo miro retadora.

- Sólo vine por trabajo, no a seducirlo.
- Me alegro princesa -Murmuró burlón el moreno levantándose- Buenas noches Bella.

El moreno salió sin decir nada más, la dejo en aquella pequeña sala.

- Buenas noches Bestia.

La mujer se levantó apretando sus labios indignada, camino afuera del despacho. Cerró y fue a su pequeño cuarto.

Necesitaba el dinero y todo lo que le ofrecían aquí, entre ellos la comodidad estaba muy presente. Tendría que aguantar un año con auquel pedazo de basura.

Edwards se desnudo y acostó en su cama acomodando su sostén, prosiguiendo con la braga color crema. Se acosto y miró el cielo.

Todo por el dinero.

The Beauty and the Beast || ZerrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora