Capítulo 36

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*Narra Liam*

Colgué el teléfono y resoplé, tumbándome en la cama del hotel. La verdad es que todavía no tenía ni idea de porque me habían hecho venir a Roma. Aún no tocaba la reunión bimensual, así que sería un trabajo extra o un asunto de máxima importancia. Alguien tocó a mi puerta, alejándome de los pensamientos que rondaban mi cabeza y me levanté de la cama arreglándome la camisa.

-Servicio de habitaciones, señor Payne.

-No he pedido nada. -Miré al techo y sonreí. Ya lo había pedido Marcelo por mí. Me acerqué a la puerta y la abrí dejando paso a un botones que dejó un traje sobre la cama. -Gracias, aquí tiene. -Saqué un billete de cincuenta euros de la cartera y se lo di.

-Señor...

-Puede retirarse. -Me sonrió y guardó el dinero en el bolsillo. La verdad es que podía haberme permitido dale hasta cien euros de propina, pero me parecía excesivo cuando sólo me había traído un traje. Lo miré por encima, era de los caros. Marcelo no había reparado en gastos.

Entré a ducharme y, después de un afeitado rápido, saqué el traje de la funda en la que venía y me vestí con rapidez. Descolgué el teléfono antes de terminar de arreglarme y me comuniqué con recepción.

-Hola. Llamo de la habitación 486, ¿podrían pedirme un taxi, para dentro de cinco minutos?

-El señor Argento ya ha reservado un auto para usted. Las llaves del vehículo se encuentran en el primer cajón de la mesita.

-De acuerdo, muchas gracias. -Colgué el teléfono. Marcelo lo tenía todo preparado y, ni si quiera sabía lo que se me venía encima. Saqué del cajón las llaves de un Ferrari y sonreí. No sé qué se traía entre manos, pero iba a aprovechar todos los lujos. Arreglé mi corbata y salí de la habitación dirigiéndome directamente al garaje a través del ascensor.

Un increíble Ferrari negro me esperaba justo en frente de la puerta. Sonreí y, tras quitar la alarma, me subí en él y derrapé antes de salir a las calles de Roma. Era pleno noviembre, pero la temperatura no era para nada parecida a la de Inglaterra, era más cálida, cosa que agradecí. Fui acelerando por las calles romanas, dejando atrás a los demás coches. Estoy seguro de que si Zayn hubiera estado conmigo me habría ido explicando cual es el nombre de cada calle, y porque se llamaban así. Se notaban sus raíces italianas.

Aceleré al final de una recta y frené justo cuando apareció ante mí una espléndida mansión. La casa de los Argento. Aparqué el coche y bajé de él en medio segundo, cerrando la puerta con un leve movimiento. No había ni un coche más en el terreno; empezaba a estar nervioso. Llamé al timbre un par de veces, secándome el sudor de las manos en los pantalones. Una mujer de unos cincuenta y pocos me abrió la puerta con una sonrisa, no era italiana, se le notaba en el color de piel y hasta en la forma de hablar.

-¿El señor Payne? -Asentí. Ella se hizo a un lado y me dejó pasar. -Iré a avisar de que ha llegado.

-Gracias. -Miré a todos lados. Unas escaleras presidían el recibidor, que estaba perfectamente decorado con cuadros y esculturas antiguas. Me quedé observando cada detalle de cada cuadro. Unas pisadas me hicieron mirar a las escaleras y sonreí.

-Buenas noches, Marcelo.

-Buenas noches, Liam. -El hombre siguió descendiendo las escaleras hasta llegar a mi altura y me estrechó la mano con fuerza.

Marcelo Argento, era un hombre de unos setenta y muchos que llevaba metido en la mafia desde que tenía uso de razón. Era el que había creado todo esto, el que había metido a todo el mundo en esta vida. Su pelo era ya blanco y sus facciones las propias de un hombre de su edad, sin embargo, seguía teniendo mejor puntería que todos nosotros. Marcelo Argento, el famoso abuelo de Zayn; eran innumerables las historias que él me había contado de su abuelo, todas ciertas, por muy exageradas que parecieran.

Entramos al gran salón y ocupamos la mesa que estaba repleta de comida lujosa. La mujer de Marcelo, Sofía, nos sonrió a ambos y ocupó su lugar junto a su marido. Hoy cenaríamos solos. Por tanto no hablaríamos de nada de negocios, pero si me habían hecho ir hasta allí era por algo.

-¿Qué tal van las cosas por Inglaterra? -Marcelo partió un trozo de su carne y me miró interesado.

-Como siempre. Todo va viento en popa.

-¿Y mi nieto? ¿Sigue con la idea de irse del negocio? -Miré al plato en forma de afirmación y él rió con fuerza.

-No tengo ni idea de por qué quiere abandonar esto, Marcelo.

-Me han dicho que hay una chica. -La débil voz de Sofía nos hizo sonreír a ambos, aunque rápidamente Marcelo recuperó el control de la conversación.

-Y bien, ¿quién es ella, Liam? -Dejé el tenedor sobre el plato y miré directamente a los ojos de Marcelo. Eran marrones, pero con un tono más oscuro que los de su nieto. Parecía absorberte en ellos.

-Jenn... -me resistí a decirle el apellido. A Marcelo nunca le había gustado el trato que teníamos hecho en Inglaterra con los Green. Tomé aire y bajé la mirada al plato. -Jennifer Green.

-La hija de Josh...

-Seguro que es una joven preciosa. -Sofía tomó la palabra y yo asentí con media sonrisa.

-¿No hay chicas en toda Inglaterra que tiene que salir con la hija de Josh? -El tono de voz del hombre se elevó sobre los nuestros haciendo que me tensara.

-Marcelo, cariño, si Zayn la ha escogido es por algo.

-Además ella no está metida en los negocios de su padre. -Marcelo pareció calmarse tras las palabras de su mujer y mías. Y, una sonrisa fugaz apareció en su rostro.

-Zayn debería visitarnos pronto y presentárnosla. Será agradable conocerla

-Creo que Zayn no estará de acuerdo con eso. -La risa de Sofía resonó por toda la habitación, haciendo que se tensaran todos los músculos de mi cuerpo.

Si Marcelo se había casado con ella era por su poder de manipulación y el gran ingenio a la hora de crear estrategias. Era Marcelo el que ponía en práctica todos los planes pero, ¿el cerebro de todos ellos? Sofía.

-Esperamos conocerla antes de Navidad, Liam, házselo saber a Zayn. -Sonrió, mostrándome su perfecta dentadura blanqueada y se levantó de la mesa diciéndole algo a una sirvienta que había en la puerta.

Al fin y al cabo, fue una cena interesante a pesar de que no habíamos tocado en ningún momento los temas de "trabajo". Me despedí de Marcelo con un apretón de manos y salí al jardín para coger el Ferrari.

-¿Pensabas irte sin ni si quiera saludar? -Su voz me estremeció y me giré para observarla con una sonrisa. Su pelo oscuro caía sobre los hombros y una sonrisa decoraba su cara. Avanzó hasta mí con rapidez y yo la estreché entre mis brazos con fuerza. Su perfume inundó todos y cada uno de mis sentidos y aspiré con fuerza su pelo.

If They Only Knew  {Z.M}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora