CAPÍTULO 2: LA BALA DE LA SUERTE

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Matthew Black

Entro al vestidor listo para este nuevo y gran día. Tengo la sensación que todo va a salir a pedir de boca, y eso espero, o de lo contrario, rodarán cabezas. Sonrío mientras paso la mirada por todas las camisas que tengo colgadas. Finalmente me decanto por una blanca con los detalles negros. Siempre me trae buena suerte. Me la pongo y puedo observar el tatuaje de mi antebrazo reflejado en el espejo. Abrocho las mangas y arreglo mi cuello; alguien tan importante como yo no puede ir de cualquier manera a los intercambios de los negocios. Es algo fundamental; hay que tener buena presencia.

Subo al coche y la primera parada la hago a la cafetería que acostumbro ir. Hacen el mejor café de toda la ciudad y, para el día que me espera hoy, es imprescindible. Por suerte, no hay mucha gente y puedo tomarlo tranquilamente; sin escuchar chillidos, lloriqueos de los niños, ni el escándalo de las viejas. Tampoco está la pesada de detrás de la barra, por suerte doble, está la otra chica que ni se inmuta de que estoy aquí. Al terminar este delicioso café, voy al almacén donde he quedado para cerrar unos asuntos.

Antes de entrar, me arreglo la americana y cojo el penúltimo aire fresco del día. Hoy promete y estoy encantado de tener esta sensación de satisfacción.

Horas más tarde

Después de examinar cada entrega y cerrar el trato; nos damos un apretón de manos.

—Es un placer hacer negocios con usted señor Black —dice tocando los billetes con admiración. Cierra el maletín—. Hasta la próxima.

—Igualmente. —Les dejo marcharse primero y ordeno que comiencen a distribuirlo lo antes posible. Este almacén debe quedar limpio en menos de cinco minutos.

Mi amigo me acaba de avisar de la fiesta de Drew; no lo conozco personalmente, pero si me han hablado de él. Es un joven multimillonario al que se le da bien cazar mujeres en sus fiestas, y en la de los demás. Todo un don Juan.

Vuelvo a casa para vestirme más informal y "juvenil", no todos tenemos la suerte de tener 20 años; aunque no tengo queja. Parezco un chaval de veintitrés, veinticuatro años con estos vaqueros y esta camisa blanca ajustada. No hay duda de que esta noche también me llevaré una presa a la cama.

Dejo el coche alejado de la casa de Drew, no quiero que me relacionen con otros; aunque no me reconocerían, las matrículas están cambiadas. No obstante, ser precavido no está de más.

Desde aquí se escucha la música de la fiesta y no me gustaría estar en la piel de sus vecinos. Por lo que sé, Drew les ha amenazado en varias ocasiones y a más de uno le ha dado un escarmiento. No es de mi incumbencia, pero si hubiera sido yo vecino suyo ya estaría en otro barrio. A mi ese niñato no me amenaza ni a la de tres.

Voy tranquilamente hasta que presiento que alguien me está siguiendo. No soy ningún maniático, pero tengo ese don desde pequeño. Volteo para ver quién es el cansino o cansina que me sigue y no hay nadie, sin embargo, si siento una puñada en la espalda al hacerlo. ¡Maldita sea! Golpeo a la persona que lo ha hecho y me doy media vuelta. Vaya... juego sucio, si señor. Mi preferido.

Toco la parte trasera del pantalón y se me ha olvidado el arma en el coche. No podía olvidarme de la cartera, no, tenía que ser el arma. Doblo las mangas de la camisa más arriba de los codos y me acomodo. Si quieren pelear, tendrán pelea.

—¿Estás seguro de querer pelear contra los cinco? —Se ríe el muy cabrón—. ¿Pensabas que solo porque me hayas dado trece millones me iba a quedar con los brazos cruzados, disfrutando del dinero? —Una carcajada sale de su boca y me observa con prepotencia y superioridad—. En esta vida hay que ser ambicioso, Matthew. ¿No te enseñó eso tu padre?

Eres mi obsesión [Saga Eres]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora