Matthew Black
Salgo de la habitación de April intentando calmarme. Esta chica es capaz de sacarme de mis casillas y casi me hace terminar con ella, tal y como hubiera hecho con algún negociante que me quiere estafar o me haya fallado.
¡Estúpida cría!
Nada más entrar al despacho agarro la botella de Whisky —que tengo escondida para que no la encuentre mi madre—, y me pongo en un vaso. Bebo uno detrás de otro, intentando relajarme. Me siento en el sillón del despacho, evadido de la realidad por unos minutos, hasta que Liam entra con el ceño fruncido y algo agitado.
—Matthew, debes venir... —dice volviendo a irse. Le ignoro. Apoyo la cabeza en el respaldo y escucho de nuevo su voz—. Tu niñita está llena de sangre.
—¿Cómo que está llena de sangre? —Me levanto y le sigo. ¿Qué ha hecho?
Entramos a la habitación y veo a Ryan tomándole el pulso.
—¿Cómo se ha hecho todo esto? —pregunto observando la habitación. Está todo en orden.
—El baño —dice Liam enseñándome toda la catástrofe que April ha hecho. Esta chica está rematadamente loca. ¿Cómo se le ocurre intentar suicidarse?
—Llamad al médico. —Acatan la orden de inmediato, mientras me agacho y agarro a April en brazos—. Estaré en mi habitación. Ya sabes que debes hacer cuando venga... —Ryan asiente con la cabeza y se queda con Liam. Tienen trabajo que hacer.
Llevo a April a mi habitación y la dejo tumbada. Agarro una toalla pequeña de la cómoda, la mojo con agua tibia y le quito la sangre de la cara.
La observo mientras la limpio y sus rasgos están relajados. Es la segunda vez que la veo tan tranquila, aunque la primera vez estaba un poco tensa, en su casa. Hace gracia que ahora nos hayamos intercambiado los papeles. Ella me curó a mí y ahora lo hago yo. Con cuidado le quito la ropa, dejándola con la interior. Busco en el armario un pijama. No quiero que la vea semi-desnuda, eso solo puedo verlo yo. Se lo pongo cuidadosamente. Es un cuerpo muerto ahora mismo, pero me alegra ver su pecho subir y bajar. Está plácidamente inconsciente y me es imposible no observarla. Mi impulso no se resiste a acariciar sus mejillas. Recuerdo lo apetitosa que estaba aquel día en su casa; con aquella camisa que me hubiera gustado arrebatarle. Como devoraría cada parte de su cuerpo...
Unos golpes en la puerta me avisan de la llegada del médico. Ha sido rápido y eficiente, de momento. Les dejo pasar y rápidamente se acerca a ver el estado de April. Me tambaleo por un momento y termino apoyado en la pared, no perdiéndome de talle de la exploración.
—Señor Black, ¿puedo hablar con usted en privado? —Asiento y le hago un gesto a Liam para que se marcha fuera—. Deberá darle calmantes si no quiere que vuelva a suceder. La tensión está por las nubes. Según sus hombres se ha vuelto loca, según yo, la ansiedad cada vez es más notables. Necesita...
—Es suficiente.
—Está bien. —Abre la pequeña maleta y saca una tableta de pastillas—. Que se tome dos al día. Estará más relajada.
—¿No se va a despertar?
—Sí, cuando le pase el efecto que le han inyectado sus hombres. Buenas noches, señor Black.
Nada más irse me tumbo a su lado. Cabecita loca, te estresas porque quieres; con lo fácil que sería si tú quisieras. Acaricio su brazo de arriba abajo, mientras sigo observando sus gestos relajados. Es complicado, todo esto lo es.
Sin darme cuenta, mi mente está en blanco. Y yo me encuentro totalmente en paz. ¿Paz? Hace mucho tiempo que esta sensación había desaparecido de mi vida. La calma y la tranquilidad no existen para mí. April...April... muchas veces no dejo de pensar en nuestro primer encuentro. Ella sola se metió en la boca del lobo por ser demasiado buena. Creo que ser bueno en este mundo no sirve de nada. Al final, las malas personas siempre ganan, y los que sufren son aquellos que dan todo por los demás.
Al cabo de unas horas, April comienza a moverse. Dejo de acariciarla y me pongo enfrente, sentado en la esquina de la cama. Pongo mi mano en su pierna y la muevo ligeramente. Ésta, atontada, abre los ojos despacio, retomando el conocimiento, volviendo a la realidad.
—¿Se puede saber en qué estabas pensando, April? —digo sabiendo que mi tono ha salido algo preocupado, en vez de recriminador. Me aclaro la garganta—. ¿Qué querías morir desangrada?
Se inclina y se queda sentada. Dobla las piernas y se agarra las manos. Observo como una aprieta a la otra.
—Yo no quería morir desangrada... yo... —Su voz se quebranta y rompe a llorar. Me acerco y me pongo a su lado; levanto su mentón y la hago mirarme a los ojos.
—¿Y qué te empujó a hacerlo? —pregunto, aunque sabía muy bien la respuesta. Yo era el culpable, aunque no me considere así. Si ella me hiciera caso, esto no hubiera llegado a tanto.
—Mi cabeza me boicotea. Intento pensar en positivo, intento ver las cosas de otra manera, pero ella siempre me contradice y me vuelve loca. No sé porqué me quiero hacer daño a mí misma... —Lágrimas y más lágrimas empapan sus mejillas sonrosadas. Le entrego mi pañuelo de tela y se limpia—. Yo solo quería una vida normal. Encontrar novio, casarme, tener hijos... —Suspira y mira sus manos. Carraspeo y me vuelve a mirar—. No estoy agusto conmigo misma. Mírame, soy gorda. Solo me quieren por un polvo, aunque bueno, tu bien sabes. —Zasca de la niña—. Los chicos, no todos, supongo, nos buscan porque piensan que estamos desesperadas, porque ¿quién va a querer relación con un cuerpo así? —Niega con la cabeza—. He visto chicas como yo con alguien con un cuerpo con el tuyo y se les veía felices. Aunque parece ser que no todos merecemos serlo...
—Estás diciendo gilipolleces, tonterias. ¿Piensas que no atraes a los chicos?
—No lo pienso, lo sé...
—No eres vidente para saberlo.
—Tengo el mayor ejemplo contigo... ¿por qué me tienes aquí? Para un polvo, ¿cuándo? Cuando termines tus oportunidades. ¿Cuántas me quedan?, ¿cinco?, ¿cuatro?, ¿una? Sé que me vas a utilizar y luego me vas a tirar a la basura.
—Creo que te precipitas a sacar conclusiones erróneas de algo que ni siquiera sabes. ¿Qué quieres saber?, ¿por qué te tengo aquí? —Asiente y su mirada nerviosa me hace saber que teme la respuesta que le diga—. Toda tú me llama la atención... —Su mirada me transmite lo confundida que está, y no es para menos, después del chute que le habrán dado mis hombres con el sedante, su cerebro no debe de estar muy por la labor. Me acuesto a su lado, cómodamente, en mi cama y ésta hace lo mismo. No tiene más remedio que apoyarse en mi brazo, porque ya los he abierto aposta. Sin embargo, la noto relajada. No está asustada, no me teme y eso no sé si debería ser bueno... —. Desde que te vi hay algo que me atrae y te quise para mí. Esto soy y todo lo que quiero, voy a por ello. Eso de la gordura es una paparrucha tuya. ¿Qué más da? Tienes que estar agusto con tu cuerpo, es parte de ti y a quién no le guste, que no mire. Yo miraré por todos los hombres que no van a tocarte. Recuerda que eres mía.
—¿Cómo sé que no voy a ser de usar y tirar?
—Te di diez oportunidades, no solamente para acostarte conmigo, sino también para que me conocieras. Creo que eso, deberías saberlo tú. —Beso su cabeza y me quedo mirando el techo; pensando en todo de nuevo.
Aquí os dejamos con este nuevo capítulo. Esperamos que os guste. Muchas gracias de nuevo por darle una oportunidad a esta novela y dejarnos saber lo que os parece.
Muchos besos.
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Eres mi obsesión [Saga Eres]
RomanceCuando lo controlas todo y piensas que nada escapa de tu poder sucede algo que cambia tus planes y el rumbo de tu vida. Dinero, poder y peligro son lo que define la vida de Matthew, obteniendo siempre aquello que quiere, hasta que hay algo que no pu...