Capítulo 10: Odio (Parte 2).

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Llamé al padre de Adán, temblorosa, pero su móvil comunicaba. Luego la voz de un auxiliar me insistió en que subiera a la ambulancia y así hice. El camino se hizo largo a pesar de que tan solo pasaron cinco minutos desde que lo recogieron hasta llegar al hospital. Varios doctores rodeaban desesperadamente a mi amigo de tal manera que no conseguía verlo. Al decir verdad, estaba estupefacta por la situación. Y me sentía inútil por no poder ayudar a parte de culpable. Una enfermera cortó mi paso para que no entrara a una sala en la cual los doctores tenían que hacer su trabajo. De ese modo me senté en una pequeña silla de plástico duro en una sala de espera con más personas.

Comencé a pasar de una mano a la otra y aplastar con los dedos el envoltorio de un chicle ya desgastado en mi boca hasta que la voz chillona del padre de Adán me hizo volver en sí.

El viejo canoso estaba frente a mi mirándome de arriba abajo como quien mira a un enemigo. Su largo bigote gris estaba alborotado y lucia más estropajoso que de costumbre. Sus ojos hundidos estaban siendo acompañados de un surco alrededor de color marrón. No había dormido nada, corrió desde la otra punta de la ciudad en busca de su hijo, a juzgar por cómo se comportaba con Adán, sí que parecía importarle...

—Eres Eva...— se contestó a si mismo

—Si— respondí levantándome.

Sus ojos se cerraron sospechando, y llevó uno de sus gruesos dedos al bigote.

—No me fio de ti—.

Yo me quede anonadada. Ya sabía que no le era de su agrado pero joder estaba hecha pedazos enfrente de él, con los ojos rojos de llorar...

—Adán esta en aquella sala—contesté sin mirarle.

El dichoso hombre se alejó de mí y se fue hacia una doctora, luego de conversar enfurecido con esta, la pobre mujer no tuvo más que remedio que dejarle pasar. Las primeras palabras que dijo Adán al despertar fueron ¿Dónde está Eva?, lo sé porque su padre salió cabreado con paso ligero hacia donde yo estaba maldiciéndome una vez más.

—No para de insistir en que quiere verte—.

— ¿Cómo está? —

—Está bien, ve a verle. Esto le ha pasado por esos putos trabajos sucios. ¿Tú sabes algo?—

—No— contesté.

Y sin más se fue sin despedirse.

De inmediato entré a ver a mi amigo, un remolino se acopló en mi garganta, estaba asustada por lo que podría ver. Pero de nuevo peor fueron mis pensamientos que la realidad. Él estaba consciente con unas heridas en la cabeza, y una gran escayola cubría desde el pie hasta la parte superior de su pierna derecha . Me vio y quiso levantarse de la cama. Rápidamente fui hacia él y le obligué a recostarse.

—No te muevas Adán, aún no estas recuperado—.

Mi rubio chico me sonrió sonrojado.

—Al final no hemos podido ir al cine— Bajó el rostro triste.

—Otra vez será— espeté quitándole importancia. — ¿Cómo te encuentras? —

—Bien, los doctores dicen que mañana me darán el alta. Por suerte el accidente no fue muy grave...—

—Hola cariño— saludó mi madre al entrar por la puerta.

—Hola mama—.

—Hola— repitió Adán.

Mi madre era una de las enfermeras encargadas de la planta de traumatología. Y ese día dio la casualidad de que tendría que encargarse de su vecino.

—Os he escuchado... tengo que decir que es un chico con un ángel de la guarda—

Adán resopló.

— ¿Y eso? — pregunté.

—Es lo que le estaba contando a tu amigo. El coche que le atropelló iba a más de cincuenta kilómetros ¡en una calle peatonal!— la última frase sonó muy elevada. — Y él ha salido ileso—.

—Vaya Adán eres muy duro— dije sonriendo.

—He tenido un día de suerte—Dijo con un quejido doloroso al acomodarse la almohada.

—Bueno, os dejo solos he venido a ver como estaba y ya veo que tiene muy buena compañía—.

—Ni que lo digas doctora— interceptó Adán a lo que me puse colorada.

—Adiós mamá, nos vemos en casa—.

Esperé unos segundos a que se fuera y me senté cerca de él.

—Oye Adán, tu padre me ha dicho algo de unos trabajos...—

—No hagas caso a mi padre—.

—Puedes confiar en mí—.

—Lo sé— puso una sonrisa cínica. — Pero mi padre dice tonterías. Mejor dejamos el asunto estoy cansado —.

—Vale...—

—Sabes, en cuanto salga de aquí. Volvemos a la cita. Me he quedado con ganas de ir al cine—.

—Claro eso está hecho—. 

La Manzana Prohibida [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora