Capítulo 13: Respiro.

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Si lo de aquel día hubiera sido una película romántica con un final de "fueron felices y comieron perdices" iría todo genial. Pero no.

Después de la noche tan singular a la que me sometió el destino y aprovechando los días de descanso que el doctor me ofreció. Decidí dedicarme un día a mí misma, con todo lujos de mimos. Imitando a las escenas de romance en las que la chica tras un despecho (claro, que en mi caso yo no era la despechada) se va de compras, se maquilla y come chocolate hasta reventar. Y que mejor momento para aprovechar el dinero que tenía ahorrado de la Navidad pasada.

Era sábado, sobre las nueve de la mañana.

El fin de semana el despertador lo solía apagar, pero no dormí nada en toda la dichosa noche. Así que sin poder echar una cabezadita y sin nada especial que hacer, cargué la taza con montañas de café expreso. Hice un desayuno de reyes; café, tostadas de tomate con aceite de oliva y magdalenas rellenas de chocolate.

—No he dormido bien pero la barriga la voy a tener bien contenta— dije dando golpecitos en el vientre.

Conforme removía la taza para enfriarlo envuelta en mis pensamientos, pensé en llamar a Rosa. Ella tenía buen gusto para la ropa y pasaríamos un día divertido juntas. Con suerte, su novia no estaría con ella y aceptaría encantada hacer "cosas de chicas" como ella lo llamaba.

Titubeé delante del móvil la idea, si la llamaba y se vendría tendría que darle explicaciones de todo lo que me había pasado; mi cara es un libro abierto y su intuición estaba muy desarrollada. Llevaba casi los dos meses que Adán estuvo reposando sin quedar con ella. Por tanto... me iba a tocar soportar sus preguntas.

Toqué el botón dónde pone "mi loca" que es lo que le tenía puesto de nombre cariñoso en el móvil y después de tres tonos largos; lo cogió.

— ¡Capulla! No sé nada de ti— farfulló

—Gracias yo también te quiero Rosa...— suspiré.

—bah cuéntame ¿cómo estás?

—Viva...supongo— solté

—Me parece que me tienes que contar. —Se hizo el silencio.

— ¿Puedes quedar y pasamos un día de compras?— terminé cambiando el rumbo de la conversación.

— ¡Claro! — dijo emocionada

—Te espero en el centro comercial a las doce.

—Vale. Prepárate para un interrogatorio...— dejó caer como quien no quiere la cosa y colgué.

Si, acababa de sentenciar mi muerte. Tenía ganas de hablar con alguien que no fuera un médico o mi madre y además ¿quién iba a escuchar tan atentamente sin juzgar todo lo que rondaba por mi cabeza? Pues Rosa que cotilla era y a montones pero sabía que de su boca no iba a salir nada más que consuelo que era lo que necesitaba.

Con sandalias de cuña casi impolutas, vaqueros de entalle alto ajustados que marcaban sus largas piernas y una camiseta rosa de cuello en v realzando su pecho; se encontraba esperando en la puerta principal del centro comercial mi amiga, mirando cada minuto el reloj y moviendo con nerviosismo la pierna. Ella era muy puntual y guapa... Madre mía si se había puesto guapa la condenada. Y yo a medio arreglar; con un moño escondiendo las greñas, una camisa a cuadros y unos pantalones holgados que los tengo para tirarlos pero que, seguía teniéndolos porque aparentaban ser de estilo tomboy.

Fui hasta ella, nos dimos dos besos y como no iba a ser menos Rosa me echó esa mirada de "tienes que (necesitar) un cambio de imagen ya" y acorde a su examen mental nos dirigimos a la primera peluquería, lugar que no había visitado desde hace siglos. En un arranque de atrevimiento incitado por las halagadoras palabras de mi compañera; me puse extensiones, una mascarilla de aceite que hizo resaltar mis reflejos cobrizos naturales, escondidos desde vete tú a saber cuándo, y por último unas pestañas postizas. ¡Hala! ahí iba casi todo mi dinero ahorrado. Eso sí que muy bien aprovechado, parecía otra persona.

La Manzana Prohibida [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora