Capítulo 32: El ángel.

1.9K 145 23
                                    

Ya estábamos en Julio y seguía en casa esforzándome por memorizar las asignaturas. Pero nada, estaba a punto de echar a perder mi futuro y aunque ya llevaba días en los que mi estómago estaba mejor, volvieron las malditas nauseas luego de que Adán me dejara en casa. Él era como una vía de escape; cada vez que salía ni me acordaba de Lucifer ni tenía el estómago revuelto. Pero ambos teníamos que estudiar y ya no teníamos tiempo de salir como lo estábamos haciendo.

Así que después de cenar e ir al cine juntos por última vez volví a mi casa para plantearme hincar los codos de una maldita vez. No pude, ni estudiar ni llorar. Se me olvidó esto último gracias a Adán que estuvo esas semanas de Junio haciendo lo posible para que mi estado de ánimo no fuera de mal en peor, teníamos una rutina programada; visitábamos museos, cenábamos e íbamos al cine. ¿Tenía tiempo para llorar? La verdad es que no y desde entonces no volví a derramar una lágrima. Me fastidió porque en ese momento tumbada en mi cama era como si tuviera que soltar todo lo que llevaba dentro pero no podía hacerlo.

Primero abrí el cajón de mi mesita en dónde guardé la carta que Lucifer me escribió y la releí una y otra vez intentando poder derramar en lágrimas mi dolor, segundo me levanté para tomarme una pastilla y calmar el dolor de barriga que estaba teniendo en ese instante y por último me tiré de nuevo a la cama.

Navegué por internet en Facebook, Instagram y twitter con el móvil, hasta que me sentí agobiada. La habitación se volvió asfixiante y me faltaba el oxígeno. Terminé saliendo a pasear en moto, sin darme cuenta de que se iba a convertir en mi nueva rutina.

Era una manera de reencontrarme conmigo misma.

El miércoles 15, por la tarde salí después de que volviera a navegar por internet, pero ese día fue diferente, nada de redes sociales, me adentré a investigar al demonio en páginas religiosas. Y di de nuevo con el tema del suicidio. Fruncí en ceño, apagué el móvil y sin pensármelo cogí las llaves de la moto. Ese día no me arreglé, es que ni siquiera me lo pensé y arranqué la moto vestida de estar por casa. Camiseta blanca y leggin negros cubrían mi cuerpo.

Me senté en mi Vespa, me puse el casco y le di al acelerador. Acompañada de mi soledad, y del cálido aire en mi piel recorrí sin rumbo las calles de mi ciudad. Aunque normalmente dejaba vagar mi mente y terminaba meditando en cambiarme el look, ir al médico, y sobre todo en estudiar para tener un futuro, comprarme una casa y tener hijos. Ese día pensé que mi vida no debería ser así. Mi futuro estaba lejos de la Tierra.

Conseguí por fin derramar una lágrima, que se deslizó desde mi ojo izquierdo hasta la comisura de mis labios y sonreí. Sonreí porque pude aliviar mi dolor por fin. Que se resbalara por mi piel esa pequeña gota fue el preludio de muchas más que bañaron mi cara. Grité, lloré, grité de nuevo, me insulté e insulté hasta al mismísimo creador. El río de lágrimas no cesó consiguiendo hacer de mis ojos cristalinos un peligro en el asfalto. Y es que no veía por dónde conducía.

No vi lo que ocurrió a continuación, pero la pérdida de visión no me impidió que siguiera acelerando aquella máquina hasta que el vértigo se había apoderado de mí, el cuerpo me temblaba y tuve la sensación de estar flotando. No sé por qué no paré la moto a tiempo, juro ante esta hoja en la que escribo que yo no quería que pasara, pero para cuando me di cuenta de lo que había hecho el vértigo se había desvanecido para dar paso al miedo. Sentí mi cuerpo caer al mismo tiempo que la carretera se perdía en un cielo azul, que se volvió infinito. Sentí mi cuerpo ser atravesado por rocas afiladas y sentí como mi vida se desvanecía a la vez que me alejaba de la moto. Aquella maquina caía a mi lado y perdía su forma para convertirse en chatarra conforme las rocas la moldeaban a su antojo. Pensé velozmente en lo que había hecho y en lo que iba a conllevar este desastroso momento, e incrementó en mi cabeza la duda; ¿me iba a morir?

La Manzana Prohibida [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora