Capítulo 34: Secretos.

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Dos de sus soldados agarrando con fuerza mis brazos tiraron de mí mientras mis pies eran arrastrados por el impoluto zócalo, hasta que llegamos a una cárcel de unos cincuenta metros cuadrados y barrotes electrificados que impedían que alguien escapara de allí. La puerta de barrotes no era de acero, sino de rayos de luces amarillas que seguramente chispearían al entrar en contacto con mis manos.

Me senté en una cama de sábanas de lino blanco, que daba a una enorme ventana sin cristales, de la cuál podías ver las impresionantes vistas del Cielo. A un lado de la celda había una amplia mesa de cristal o puede que fuese de metacrilato azul. Esa mesa como terrible tentación estaba repleto de comida muy apetitosa. ¿Esos ángeles se pensarían que iba a comer todo eso, a pesar de tenerme encerrada?

Después de que los soldados me dejaran allí, Adán vino a verme. No ocultó su triste rostro, pero era demasiado tarde para perdonarle, me había hecho mucho daño. No podía confiar en él, no quería hacerlo, y además el golpe fue la gota que colmó el vaso. No pensaba escucharle ni dirigirle la palabra si osaba pedirme perdón o hacerme la culpable por aquello. Sabía que había hecho mal en pactar con el diablo, sabía que cometí un error manejando la moto, sabía que había jugado con mi propia historia de cuento de hadas, pero Adán no era mejor ni mucho menos culpable que yo. ¿Desde cuándo me ocultaba, lo que era realmente? ¿Desde cuándo me mentía? ¿En realidad todo los que nos pasó era una falsa?

Se puso de espaldas al otro lado de la barrera que nos separaba queriendo evitarme, supongo que era más fácil mantenerse firme si no me miraba a los ojos. Yo hice igual, tumbándome en la cama bocarriba. Mirar el techo era más llevadero.

Suspiró.

Suspiré.

Y comenzó a hablar.

—Nunca puedes llegar a conocer a una persona por completo—. Soltó.

Como si respondiera en un movimiento instintivo, se llevó una mano hacia la otra y la acarició. Carraspeó.

—Eva, de verdad que siento haberte hecho daño. Te juro que me duele esto igual que a ti—.

No respondí.

—Por favor no sé qué más decirte ¡¿Cómo puedes perdonarme?! —

Me levanté enfurecida y me acerqué a los barrotes. El labio inferior me temblaba tanto...él se giró.

— ¡¿Me puedes decir desde cuando me has mentido?! — suspiré cerrando los ojos.

— ¡Yo no te he mentido! —

— ¿Seguro? — pregunté con desdén mirándolo de arriba abajo.

— Te enseñe mi nueva familia...quienes me ayudaban. Y me enteré hace poco de que era un ángel—.

— ¿Desde cuándo? —

—Hará unos días— se detuvo.

— Entonces cuando salíamos juntos para "despejarme de los exámenes" — hice las comillas con los dedos— ¿Esto era lo que hacías?

—Sí—.

— ¿Vamos que salías conmigo para enterarte si seguía con Lucifer?

Me tapé la cara para sofocar el ruido de mi sollozo.

—No Eva—.

— ¡Claro que sí!, ¡tú no eres un amigo!

— ¡Lo hacía para protegerte! —

— ¡Te has reído en mi cara! ¡Joder!— insulté— me siento estúpida.

— ¿Y yo?... ¿Crees que yo no me siento estúpido? — agitó su puño al aire— Coño Eva que has hecho un pacto con el demonio... pero no un demonio cualquiera... ÉL Demonio. — puso hincapié en ese ÉL sonando muy desolador— ¡Que es Satanás! ¡Qué puede hacerte cosas horribles!

La Manzana Prohibida [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora