Capítulo 37 (parte I): El Ritual.

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—Deberíamos hacerlo ya mi señor— instó Ira mientras los bosques se tornaban de oscuros ánimas a su alrededor— quieren sangre.

— ¿Tenéis prisa? — preguntó Lucifer.

—Ni mucho menos, pero ellos lo esperan desde hace tiempo— contestó el inquieto hombre con determinación—No esperéis más o se impacientaran—.

— ¿Acaso no creéis que sea capaz? — insinuó apenas una sonrisa.

—No mi señor— respondió tornándose de su común nerviosismo— pero recordad que me volviste a nombrar vuestra mano derecha y debo...

—Insolente muchacho— dijo satanás delicadamente. — No hagáis que me arrepienta.

Ira agazapado apretó los dientes.

—Mi señor, insisto, pero si no queréis que vuestro poder decaiga. ¡Hacedlo! — su voz resonó demasiada alta en el anochecer del bosque.

Lucifer percibió la tensión en torno a la boca de Ira al igual que el atrevido hombre notó la presión contenida en los ojos de su Rey. Lucifer llevaba cien noches preparando el acontecimiento aunque en realidad buena parte fue llevado acabo por su reciente consejero, quien no estaba dispuesto a que se echara todo a perder. Pero eso no era todo. Ira presentía su oscuro corazón herido, casi palpaba el miedo insistente bajo la gruesa capucha negra que cubría a su majestad.

Aquella noche Ira lo vio, vio algo más anciano que su orgullo herido y compartía aquella intranquilidad que Lucifer intentaba contener a toda costa, recordó en ese instante las viejas historias de sus hermanos y se le removió el estómago. No iba a salir bien aquello que habían planeado.

Entonces pensó y pensó. Si al final Lucifer no podía hacerlo, la interminable extensión de sombras lúcidas que clamados por su rey se acercaron lo derrotarían. Todo su poder se demoraría, era de obligado cumplimiento que lo evitara, ahora más que nunca.

Las almas en pena invitadas se acercaban en fila una tras otra mientras glorificaban el acto. Irá se sintió observado por el oscuro matiz inquietante del ambiente mas el soplo de un viento gélido contra las ramas de los árboles le erizó el vello.

Lucifer también lo había percibido. Tanto tiempo fue el que pasó que no recordaba sus días en la Tierra mas la forma de hablar humana que adquirió fue desapareciendo al igual que su recuerdo pero sus sentimientos seguían vivos, es por ello que no había nada que deseara más que cabalgar fuera de las miradas ansiosas, huir tras la seguridad que le ofrecían los muros de su castillo, pero no era un sentimiento que podía compartir con su consejero.

Y menos con dicho consejero.

Ira fue creado por el mismo Infierno nunca llegó a conocer el otro lado por lo que era imposible que entendiera como se sentía su Rey. A lomos de su caballo negro, se alzaba por encima de Lucifer. Calzaba unas botas de cuero negro, unos pantalones del mismo color y una capa, su tesoro más preciado, brillante, gruesa, áspera caía sobre buena parte del caballo.

—Se acercan los comandantes— comentó mirando al frente. — Ellos lo esperan, más que ninguno—.

Lucifer no parecía escucharlo. Observaba la creciente jauría de altos cargos del purgatorio ahora con esa mirada atrevida, furiosa. El consejero sabía que era mejor no interrumpirlo cuando mostraba aquella expresión. Se bajó de su caballo para ponerse a la derecha de su superior, con las manos hacia atrás y sacando pecho. Satanás le echó una fugaz mirada, mientras la creciente excitación le aprisionaba la garganta.

— ¿Y bien? — volvió a preguntar con tono preocupado.

—Ahora si podemos proceder a hacerlo— dijo Lucifer con un profundo e inquietante tono mientras apartó su capucha enseñando su rostro.

La Manzana Prohibida [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora