(Limpiando)
Me desperté y cuando mis ojos pudieron enfocar vi un techo blanco, escuchaba murmullos, pero no lograba identificar nada, sentía un fuerte dolor de cabeza que no me dejaba concentrarme. Intenté levantarme, pero me dolía todo el cuerpo. Así que me di por vencida y esperé. Al levantar mi brazo recordé los disparos en casa de Bruno, aún sin abrir los ojos toqué mi brazo, estaba vendado, pero la venda estaba húmeda, había escuchado y visto uno de los disparos, el que me había dado a mí, y no tenía idea de qué había pasado con el segundo.
—Hola Cathy —dijo Ray con voz aterciopelada.
—¿Qué pasó? Y ¿Por qué cada que me sucede algo tienes que estar ahí? —él solo rio.
—Hubo un atentado en casa de Bruno, te alcanzó una bala en el brazo, por suerte solo fue una y no penetró mucho.—¿Dónde estoy?
—¿Puedes abrir los ojos? —inquirió preocupado.
—Puedo abrirlos, pero al ver la luz me duele la cabeza —expliqué.
—Estás en mi casa Cathy, cuando hablé con Kaleb me comentó que se había llevado a Gemma a casa, fui a reunirme contigo cuando vi lo que pasó, Bruno huyó y eso me dio tiempo de sacarte de ahí. Te traje a casa y llamé a un médico amigo de la familia. Ya estás estable, y el doctor retiró hace algunos minutos el suero de tu brazo.—¿Qué hora es? —inquirí al no reconocer la cantidad de luz.
—Las cinco, van seis horas de que terminó la fiesta. Cathy, el médico me dijo que debías descansar y tratar de no hacer esfuerzo con el brazo en las próximas semanas. Me he ofrecido voluntario para cuidarte el fin de semana, así estaré seguro de que no desobedeces al médico.—No quiero molestar, de verdad —dije sincera.
—No lo haces, Princessa si para mi fuera una molestia, te habría ido a dejar a cualquier hospital, además, somos amigos, y los amigos se ayudan y se cuidan ¿Cierto?
—Supongo que tienes razón.
—La tiene, podrás hacer movimientos normales con el brazo que está sano, pero tu brazo izquierdo lo quiero en reposo —dijo, para mi gran sorpresa, el Dr. Bershmont, el mismo que había atendido a Torie en su desmayo.—¿Dr. Bershmont?
—Hola Cathalinna, veo que a ti y a tus amigas les encanta meterse en problemas —dijo divertido.
—Bueno, no es una los busque precisamente, o no en mi caso.
—Necesito que la cuides —le dijo a Raymond— yo tengo guardia, pero vendré a verla mañana a medio día para ver cómo sigue la herida, ya has visto cómo se le debe cambiar el vendaje, así que creo que puedes serle de ayuda.
—Gracias Matt, eso me halaga —dijo Ray con ironía.
—Ray, enserio, no la dejes hacer esfuerzos.Era extraño el hecho de que hablaran sobre mi persona siendo que yo estaba presente con ellos, era como si tuviese tres años, de nuevo.
—Debo irme Cathalinna, espero te recuperes pronto, ya le he dicho a Raymond lo que debe hacer con tu herida.
—Gracias Dr. Bershmont —sonreí.
—Mattew —aclaró— creo que vamos a coincidir más veces de las que creía.
—Gracias de nuevo, Mattew.Mattew salió de la habitación y Raymond fue con él, cuando Ray volvió me sonrió cálidamente y se sentó en la orilla de la cama.
—Espero estés más tranquila.
—Sigo preocupada por Gemma, pero supongo que, a esta altura, ya no puedo hacer nada —dije simplemente.
—Cathy, de verdad me alegro de que estés bien.
—Oye tranquilo, que esta actitud me está asustando —dije seria— una cosa es que dejes de ser el Raymond narcisista para ser un Raymond amable y otra muy diferente es que seas un Raymond que parece preocuparse por mí.—Cathalinna, ¿En serio piensas que soy narcisista?
—Algunas veces —admití.
—Bueno, no podía dejar que te desangraras mientras todos corrían por sus vidas, eso hubiera sido inhumano.
—¿Ahora somos amigos? ¿Enserio? —dije haciendo referencia a lo que me había dicho cuando estaba el Dr. ahí.
—Puedes considerarte afortunada, no tengo muchos amigos, solo mis primos.
—Parece que al famoso Raymond Rickford le falta ser más sociable —dije socarrona.
—Soy sociable —exclamó con falsa indignación.
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La Ilusión de una Verdad |ECAP 1|
ChickLitPrimera parte de la saga: El Camino al Paraíso. Aunque te vallas, sabes que jamás podrás huir de tu pasado, porque es precisamente ese pasado, el que te hace ser quien eres. Eso, Cathalinna Capaldi lo tenía muy presente, y sin embargo, no le impedí...