(Sorpresas)
¡¡¡Un Saludo enorme a Canadá!!!Cuando desperté al día siguiente, fue con un rico aroma a comida, olía a... ¡Paren el Mundo! ¿Raymond Rickford cocinando? Seguro esto era uno de esos programas de bromas, me levanté de la cama y fui hasta la cocina, Raymond estaba friendo tocino y haciendo un omelette, había además leche servida y jugo de naranja. Y podía ver claramente cómo tenía un tutirial de YouTube en su teléfono.
—¿Ahora sí te adelantaste no es cierto? —dije sentándome en una silla.
—Bueno, no podía dejar que hicieras tú todo el trabajo.
—Te queda bien el mandil —dije aguantando la risa, él se miró y esbozó una sonrisa.
—Ya ríete...
—¿Por qué habría de reírme?
—Porque sé que quieres hacerlo Princessa.—Noo... yo no quiero reírme —dije seria, pero después de cinco segundos, mi resistencia se fue al carajo y ya me estaba riendo a carcajadas, Raymond se río conmigo.
En realidad, nos la pasamos riendo todo el desayuno, (que afortunadamente era comestible) lavamos la vajilla y después alenté a Raymond a pulir los pisos, ¿Compró una pulidora? Pues que le diera uso. Dejé a Raymond peleándose con el instructivo de la pulidora, mientras yo iba a tomar un baño.
Tomé una larga y relajante ducha, no tenía una desde que Gemma, Victoria y yo habíamos dejado Grecia y mi cuerpo ya demandaba uno, puse música en mi teléfono y decidí cerrar mis ojos, igual Raymond tardaría un rato en eso de pulir los pisos...
Cuando el agua dejó de estar lo suficientemente caliente me enjuagué el jabón y salí del baño, me puse mi nueva ropa interior y el vestido, y me tomé mi tiempo para peinarme, era algo sencillo, pero me sentía mejor peinada. Cuando estuve más o menos presentable, llamé a Raymond para que me ayudase con el vendaje.
—Deberías aprender Princessa.
—¿A hacer vendajes?
—No, a vencer tu miedo a la sangre —dijo con tono condescendiente.
—¿Eso puede aprenderse? —inquirí no muy segura.
—Podrías intentarlo.
—Trataré, sin embargo, por el momento, tú eres el vendador oficial de mi brazo —dije con una sonrisa.No tenía idea de porqué siempre me estaba riendo con Raymond, claro, siempre que no era un narcisista, era divertido pasar tiempo con él. Con la intención de que olvidara de todo el asunto de la sangre, comenzó a contarme acerca de la vez que había inundado su casa cuando niño y de cómo su mamá lo había regañado por ello, yo estaba hecha risas, me podía imaginar a Raymond de pequeño haciendo travesuras. Estaba en medio de mi ataque de risa cuando una voz furiosa detrás de mí me sobresaltó.
—¡¡¡RAYMODN RICKFORD, ¿ESTO ES LO "TAN" IMPORTANTISIMO QUE TENÍAS QUE HACER COMO PARA NO PODER IR A VER A TU MADRE EN SU CUMPLEAÑOS?!!! —me dio miedo voltear, más porque de verdad parecía furiosa, miré a Raymond que me miraba con la misma cara de susto que seguramente tenía yo— ¡¡¡ ¿NO PODÍAS DEJAR TUS CITAS ESTÚPIDAS PARA OTRO FIN DE SEMANA?... NOOO... POR SUPUESTO QUE NO PORQUE ERES UN MALDITO EGOISTA, PRIMERO ¡TÚ!, LUEGO ¡TÚ! Y POR ÚLTIMO ¡TÚ! Y ENCIMA AHORA DEJAS A TUS ZORRAS QUEDARSE EN TU CASA...
Debo admitir que eso me dolió, primero porque yo no era una "zorra", segundo porque yo estaba ahí dado que él se ofreció a ayudarme con mi brazo durante el fin de semana, y tercero porque por mucho que la quisiera, no era nadie para llamarme así. Sin embargo, fue Gordo quien se levantó de la cama donde ambos estábamos sentados.
—Pues llámame egoísta o lo que se te de tu gana, pero no le vas a decir zorra a nadie en mi casa —okey, ahora sí estaba sorprendida.
—Okey —dijo sínica— entonces dime lo que es por favor.
—Para empezar, soy un alguien, no un algo, Athala —dije levantándome de la cama para encararla.
—¿Cathalinna? —exclamó notoriamente sorprendida.
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La Ilusión de una Verdad |ECAP 1|
Literatura FemininaPrimera parte de la saga: El Camino al Paraíso. Aunque te vallas, sabes que jamás podrás huir de tu pasado, porque es precisamente ese pasado, el que te hace ser quien eres. Eso, Cathalinna Capaldi lo tenía muy presente, y sin embargo, no le impedí...