3. ... y mi mejor amigo es un dios

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-¿DIOSES AZTECAS? -REPETÍ POR OCTAVA vez desde que él lo había dicho.

-¡Por todos los dioses, Rodrigo! Sí. Dioses aztecas. Existen. Ahora termina de ayudarme.

Me quedé estupefacto por su reacción. No esperaba esa respuesta, ¡vamos! Soltar una bomba así como así debe de venir seguido de una explicación. Una muy buena explicación.

Estábamos terminando de desatar a los demás chicos del equipo de voleibol. Payne y yo los llevábamos a la salida del gimnasio y Mich cortaba las cuerdas con sus garras. ¿Recuerdan cuando Westchester la arrojó y escuché cómo se quebraron varios de sus huesos? Pues resulta que se quebró dos costillas, pero que estaría bien en un par de días. Se curaba muy rápido, al parecer. No pude evitar sentirme culpable: gracias a mí, mi mejor amiga estaba herida.

Y todas las dudas que tenía no ayudaban mucho.

No deberías estar aquí.

No sabes quién eres y nunca lo sabrás.

La diosa desmembrada.

Es por tu padre.

Aztlán.

Dioses aztecas.

Chicas que se transforman en jaguares.

Mejores amigos vestidos con faldas.

Nada tenía sentido.

-¿Eres un dios? -Probé preguntar algo diferente.

- Un dios menor, sí. Paynal.

-¿Paynal? -Pregunté confundido, cambiando un poco el tema-. ¿Qué clase de nombre es ese?

-Es una abreviación.

-¿De...?

Parecía que se estaba exasperando. Otra vez.

-Paynalton. Ese es el nombre que se me dio.

-Oh -fue todo lo que dije mientras buscaba ese nombre en mi base de datos-. ¿El mensajero de los dioses?

-De Huitzilopochtli, sí.

- Cierto -dije chasqueando la lengua-. Oye, no es por sonar grosero, pero ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar mandando los mensajes de Huitzilopochtli?

-Primero, me dieron la orden de cuidarte. Y eso hago. Segundo, la tecnología ya reemplazó a los mensajeros.

-¿Cuidarme? ¿Acaso soy tan importante como para que me tenga que cuidar un dios?

Paynal cargó al entrenador y lo llevo a la salida, dejándome solo con Michelle. Parecía que se había molestado por mis preguntas.

-¿Me responderías tú mi pregunta? ¿Tú también estás aquí para cuidarme?

-No soy yo quien debería de responder eso -dijo haciendo una mueca de dolor al cortar otra cuerda-. Y no estoy para cuidarte. No soy una niñera. Soy una semidiosa como tú.

-¿Semidiosa? ¿Hablas de un hijo de un dios o diosa con algún mortal?

-¿Existe otro tipo de semidiós? -Su repentino ataque me sorprendió. Al parecer lo notó porque cambió su forma de hablar-. Sí, Rodrigo, eso es un semidiós.

-¿A eso te referías con lo de mi padre?

-Sí. Es un dios. Tu madre te tuvo fruto de una relación con un dios. No sé quién sea, pero tengo mis sospechas. Payne debería contarte.

En ese momento apareció Payne. Había cambiado su aspecto de dios al que llevaba siempre. El cual, debo aclarar, creía que era un disfraz. Parecía un adolescente británico común, su piel pálida, cabello castaño peinado a la izquierda, ojos violetas (bien, no tan común) y grandes lentes de pasta gruesa.

La Trilogía Azteca 1: El Sexto SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora