18. Algo mejor que el Veritaserum

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-¿UNA QUÉ? -PREGUNTÉ UNA VEZ más para asegurarme de haber oído bien.

-Una tzitzimitl, Rodrigo -me respondió Mich ya exasperada-. ¿No recuerdas la leyenda?

-¿De ella? No en realidad.

-Ella era una tzitzimitl -comenzó a contar Payne-. La leyenda dice que ella fue enviada a la tierra, con una capa de invisibilidad. Se maquillaba con polvos blancos y coloretes, para lucir como una dama de la Corte Mexica. Al ser descubierta, fue sacrificada: la incineraron viva. Después de eso, al resucitar, lo hizo como una diosa, redimida de sus pecados y al servicio se tu padre.

-Sigo sin entender porque...

-¡Fue enviada a la tierra por Cipactli, la Serpiente del Caos! -Me cortó Payne, se veía bastante nervioso-. La envió con el propósito de enfrentar a varias culturas, asesinando a sus emperadores. Quería provocar suficiente energía caótica para que pudiera regresar. En ese momento, Itzpapálotl era la reina de los tzitzimime -tomó aire para continuar con el torrente de información-. Cuando la sacrificaron, Huitzilopochtli la perdonó, le dio una segunda vida como diosa, y se puso a su servicio. Es una estrella caída. Pero si Cipactli vuelve, ¡puede hacer que ella regrese al lado del caos! Y ella era la más peligrosa de todas las tzitzimime.

-Oh -fue todo lo que atiné a decir.

-¿Ya?

-Sí, ya entendí -pero había una cosa que no me quedaba del todo clara: ¿cómo matas a una diosa? ¿Cómo es que la pudieron sacrificar e incinerar? Pero no lo iba a preguntar, Payne estaba lo suficientemente alterado como para hacer otra pregunta.

Y recordé la advertencia de Jonas: uno de nosotros tres moriría. Había supuesto que podría ser cualquiera de nosotros dos, no Payne. Pero ahora que sabía que sí es posible asesinar a un dios...

Cualquiera podía morir.

Un estremecimiento recorrió mi espalda. Decidí dejar de lado ese pensamiento, por ahora. De todos modos, debía decírselos en cualquier momento.

-En ese caso -dije-, vámonos. Itza tiene razón, aún nos queda una buena parte del recorrido.

-Y mientras más tardemos -terminó Payne-, más energía caótica será liberada.

Estuvimos caminando un buen rato para regresar a la carretera y poder pedir un nuevo camión. Durante el camino, nadie habló y, gracias a los dioses, ninguna bestia nos atacó.

-Por cierto -recién me había dado cuenta de que no sabía dónde estábamos. Según Itzpapálotl, no estábamos lejos del Pico de Orizaba, pero no tenía ni idea de que tan lejos-. ¿Dónde estamos?

-En un lugar -Payne me respondió.

-¿Qué está en...?

-Una parte.

-¿Puedes ser más específico?

-No -dijo con una gran sonrisa sarcástica en el rostro.

Lo volteé a ver un poco irritado, rodando los ojos y frunciendo los labios. Al parecer, había entrado en modo Ronan Lynch.

-¿En serio?

-Sí.

-¿Estás jodiendo?

-Sí.

-¿Saben lo tiernos que se ven cuándo actúan así? -Ambos nos quedamos callados viendo a Mich. Yo me sonrojé.

-No es cierto.

-Sí lo es.

-No lo es.

-Ya dije que sí -y se adelantó para que no pudiera replicar más.

La Trilogía Azteca 1: El Sexto SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora