DESPUÉS DE HABER LLORADO CORRECTAMENTE por la muerte de mis muy preciadas retinas, parpadeé varias veces para que mis ojos se enfocaran en lo que estaba viendo. Era de día, el cielo estaba despejado, el suelo era de roca gris, las mochilas inmortales seguían ahí, Mich dormía plácidamente con un vendaje en su abdomen, y cinco muy resplandecientes adolescentes estaban de pie delante de mí.
-¿Rodrigo García? -Preguntó el que estaba más cercano a mí. Tendría unos 19 años, con un poco de bigote y barba. Sus ojos resplandecían en color azul grisáceo y su cabello negro se mecía con el viento.
-Uh, es Garcia, sin acento en la i. Pero sí, soy yo -intenté ponerme de pie sin éxito, sólo logré caer sobre mi trasero de una manera patosa y ridícula. La cabeza me daba vueltas.
Me preguntaba si seguía siendo el mismo día de la batalla o sería el siguiente. O si estábamos en la misma semana.
Uh, no. Espera. No tenía tanta hambre. Seguro era el día siguiente.
-Muy bien -dijo la chica a su lado. Su piel era del color del chocolate. Tenía labios gruesos, una enorme melena rizada de cabello castaño y unos hermosos ojos color esmeralda-. Tenemos órdenes de escoltarlos a la Calzada de los Muertos, por parte de nuestro general...
-Tonatiuh -terminé por ella. Me volteó a ver sorprendida-. Lo vi en un sueño hace un momento.
Pareció entenderlo. Sólo asintió.
-¿Qué tiene tu amiga?
-¿Mich? Ella está... -recordé en ese momento la apuñalada, la sangre, el vendaje improvisado. Corrí, o más bien, tropecé hacia ella. Intenté explicarles lo que había pasado, haciendo énfasis en que una muerta le había encajado unas garras en extremo afiladas, ella estaba perdiendo sangre muy rápido y yo intenté curarle la herida y vendarla. Pero lo único que salió de mis gráciles labios, capaces de hipnotizar multitudes con sólo hablar, fue «sangre, vendas, fantasma, sangre, pelea, garras, sangre, cacao, sangre».
El otro chico entendió que estaba balbuceando y corrió hacia Mich. Él tenía el cabello castaño, con la cara salpicada de pecas y con ojos color miel.
Sí, me estaba fijando en el físico de ellos. Trataba de adivinar quiénes serían ellos. Y si eran semidioses, quiénes eran sus padres. Otra de las chicas era pelirroja, con el sol parecía que era de fuego su cabello, sin una sola peca en el rostro y con los ojos de un color café rojizo. La última de las chicas era rubia, el cabello muy amarillo, y sus ojos eran verdes.
Me había rendido, porque a) no conocía suficientes semidioses reconocidos para saber quiénes podrían ser sus progenitores divinos y b) estaba más preocupado por Mich en el momento.
Intenté respirar hondo para calmarme y concentrarme en lo importante: curar a Mich. Intenté explicarle que una civateteo le encajó sus garras en el abdomen, ésta vez bien hecho. Yo había intentado curarla con cacao, pero me desmayé antes de poder hacer un vendaje decente.
-Tiene suerte de seguir con vida. Las civateteos tienen venenos muy poderosos en sus garras. Debiste hacer un buen trabajo. Se nota que te importa.
Esperaba que ellos no notaran lo mucho que me sonrojé. Al menos así creía estar, sentía la cara muy caliente.
-Descuida -dijo él con una sonrisa-. Se pondrá bien. Tardará un rato en curarse del todo. Neutralizaste la mayor parte del veneno. Haré un poco de magia solar para hacer que el proceso sea más rápido. Eliza, ven a ayudarme.
-¿Magia solar? ¿A qué te refieres? -La chica rubia trotó hacia él. Se arrodilló a un lado de Mich y comenzaron a cantar algo que no entendí. Sus manos comenzaron a brillar y la pusieron sobre la herida.
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La Trilogía Azteca 1: El Sexto Sol
AventureRodrigo Garcia creía ser un chico normal. Y lo era, hasta el día de la muerte de su madre. Pero a partir de ese día, todo a su alrededor empieza a cambiar. Rodrigo descubre que sus mejores amigos no son lo quiénes creía: Mich Walker se puede tr...