16. La diosa de las mariposas

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CUANDO DEJÉ DE ESCUCHAR METAL rasgándose, ver todo negro y sentir que todo me daba vueltas, mi primer instinto fue buscar a Mich. Recordé lo que pasó con el otro camión, antes de llegar a la Calzada. No quería volvería perderla, aunque fueran sólo unos minutos.

Toqué a alguien.

-¿Mich?

-Payne -dijo él, corrigiéndome.

-Estoy acá -gimió Mich con una nota de dolor en su voz.

Me levanté. O eso intenté.

Tenía un feo corte en el brazo derecho. Una suerte, ya que si hubiera sido en el izquierdo, Azul también tendría un feo corte que la atravesaría. Estaba sangrando, y ardía como el infierno (créanme, lo sé). Al ver mi brazo, vi un trozo de cristal aún encajado.

-¡Demonios! -Dije apretando los dientes por el dolor.

-¿Están bien? -Preguntó Mich en un susurro.

-No. Tengo un trozo enorme de vidrio clavado en el brazo.

Junté todo el valor que tenía para tomar el vidrio y sacarlo de un sólo tirón.

-¡AGHH!

Mich se me acercó y me tapó la boca con sus dos manos.

-Si serás idiota -me regañó gritando en susurros-, la serpiente te puede escuchar.

Casi como si la hubiera invocado, se escuchó el siseo de la serpiente, y el camión se movió al mismo tiempo que se oía como se deslizaba. La serpiente estaba sobre el camión. Luego se volvió a mover.

La sensación era aterradora.

-Debemos salir -murmuró Payne, tratando de hacer el menor ruido al ponerse de pie y caminar sobre trozos de cristal roto-. Y ayudar a los demás.

Cierto, había olvidado que no éramos los únicos en el camión. Sip, soy idiota.

Me levanté con esfuerzo, usando sólo una mano para apoyarme, la otra la tenía pegada al pecho, haciendo presión para no perder mucha sangre. Cuando pude ponerme de pie, vi cuantas personas más estaban en el camión. Debían ser ocho, sin contar a las viejas conductoras.

-Vamos, ayúdame con las personas.

Me quité el suéter y lo enrollé, como pude, en el brazo que me sangraba, haciendo presión. Funcionaria como torniquete por ahora.

Mich tenía un corte grande que atravesaba su ceja derecha, y varios cortes más pequeños en su rostro y brazos. Payne (sí, también estaba herido) tenía cortes en los brazos, y uno que cruzaba su mejilla izquierda, y sangraba de color dorado.

Fui a mitad del camión, donde estaba una señora con dos niños. Ayudé a la señora a ponerse de pie, Mich fue por los niños.

Espero que ya lo hayan deducido, y si no, vayan unos cuantos capítulos atrás, donde me subí a un Camión de los Héroes por primera vez, ahí mismo lo dice una cihuateteo. Así sabrán que el Camión no transporta a personas vivas (más que nosotros tres) a no ser que paguen suficiente dinero para ello, por lo que ningún pasajero de éste viaje sufrió heridas importantes o significativas (más qué nosotros tres).

La señora estaba conmocionada, los niños estaban llorando. Ninguno estaba herido. Los llevamos hacia el frente del camión, para que pudieran salir por ahí, o por el hueco que quedó en su lugar: todo el frente estaba destruido. Me sorprendía que las señoras conductoras no hubieran desaparecido junto con la parte delantera.

En el camino ayudamos a los que seguían ahí, una pareja de ancianos, un chico de mi edad, con apariencia militar y una chica con las puntas de su cabello color rosas. Me preguntaba que les habría podido suceder para terminar en el camión. Al llegar al frente vi que un señor de mediana edad estaba sacando a las viejas conductoras.

La Trilogía Azteca 1: El Sexto SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora