23. La batalla en el volcán

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LA PRIMERA BESTIA A LA que votalicé fue un ahuízotl. Ya sabía cómo acabar con esos bichos: corta la cola primero, sin ella, sus ataques se vuelven erráticos y lentos. Agité a Azul-látigo y rebané la mano de la cola. Después volví a agitarla y le di en el pecho, en el momento explotó en apestoso omeyotl negro.

No se había disipado bien el humo cuando una enorme serpiente multicolor trazó un círculo a mí alrededor. Era lo suficientemente larga como para rodearme en un círculo de más de dos metros de diámetro. En cuanto vi sus ojos bajé a Azul-Espada.

¿Conocen a la boa gigante del Libro de la Selva? ¿Sí? Bueno, supongo que sabrán que puede hipnotizar a Mowgli viéndolo a los ojos. Buen, pues ésta serpiente puede hacer lo mismo.

En cuanto hice contacto visual, las ganas de destruirla para seguir con otros monstruos me parecieron absurdas.

¿Para qué matarlos? La guerra ya estaba perdida. No valía la pena luchar por una causa perdida.

¿Para qué pelear por los dioses? ¿Cuándo me habían ayudado? ¿Acaso habían estado ahí para salvar a mi madre? Todo lo contrario, fue su culpa que ella muriera. Sí, Coyolxauhqui no tenía la culpa. Ella sólo quería gobernar el mundo. Y gracias a mi padre, que no le dio el reconocimiento que merece, quiere venganza.

¿Para qué ayudar a los dioses? ¿Para qué les siguieran haciendo la vida imposible a los semidioses? Oh, no. Los dioses sólo se dedican a tener hijos a morir con los seres humanos, luego los dejan varados para que se las apañen solos y sin ayuda. Y ni siquiera existe un lugar dónde estén a salvo. Había un campamento y lo disolvieron. Y para acabar, los dioses se meten en problemas y son demasiado flojos como para resolverlos ellos mismos. Claro, cómo tienen muchos hijos, pueden ir a decirles que les hagan los mandados. Por el simple hecho de ser sus padres. Deberían aprender de Coyolxauhqui, ella sí recompensa a sus hijos cuando realizan misiones para ella.

¿En serio valía la pena morir por alguien a quien había conocido hace menos de una semana y no se había preocupado por mí en toda mi vida? Por favor, mejor me unía a Coyolxauhqui para acabar yo mismo con mi padre. A fin de cuentas, mi vida era perfecta antes de saber que era un semidiós: mis padres mortales, dos mejores amigos que siempre estaban conmigo, un equipo de voleibol del cuál soy capitán, Netflix 24/7, una enorme biblioteca sobre mitología para mí mismo. Mi vida era perfecta.

Alguien gritó mi nombre. La voz se oía lejana, como si estuviera dentro de una burbuja. Volvieron a gritar mi nombre. Sentía la cabeza rellena de algodón. Me sentía ingrávido. Alguien me estaba dando un abrazo muy fuerte, casi quebrándome las costillas, pero por lo menos ese alguien demostraba que se preocupaba por mí. Tampoco estaba respirando, pero no es como si necesitara del aire para vivir, ¿o sí?

Mi visión se comenzó a volver borrosa, manchas negras bailaban graciosamente frente a mis ojos, interrumpiendo pero no deteniendo el contacto visual con los hermosos y caleidoscópicos ojos de la serpiente que me abrazaba. Sentía que los ojos se me hinchaban y que se saldrían de sus cuencas en cualquier segundo. Sólo esperaba que eso no fuera a ser ningún problema.

Volvieron a gritar mi nombre. Quería decirle que se callara a la voz, que no me dejaban concentrarme en los ojos de la serpiente arcoíris. Algo me dijo que era Mich la que gritaba mi nombre. Ella estaba comenzando a molestarme. Era más que obvio que me gustaba, y desde hace siglos. Era mi, uh, ¿cómo se dice? ¿Amor platónico? Sí, eso. Era mi amor platónico desde que la conocí hace cuatro años. Cuando la cambiaron de escuela. En cuanto le conté eso a mi madre, cosa de la que me arrepentí en el mismo momento en que salió de mis labios, comenzó a organizar la boda. Mi madre decía que ella era la chica ideal para mí. Yo también lo creía. Así como creía que yo también le gustaba a ella. Pero tenía que salir Payne y besarme y confundir mi cabeza. Y le dije a Mich y ella también me confunde. Por eso me molestaba, porque parecía que ahora no le gustaba a ella.

La Trilogía Azteca 1: El Sexto SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora