4. Mi vida cambia totalmente

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LLEGUÉ A MI CASA CORRIENDO, después de dejar el Jeep encendido a media calle y a Payne y Mich gritando mi nombre dentro. Estaba acordonado con cinta policial amarilla, había un par de ambulancias fuera, y el doble de patrullas también. Los vecinos se agolpaban cerca de las jardineras del patio delantero, mientras los policías los mantenían alejados.

Todo parecía ir en cámara lenta.

El corazón me comenzó a latir más rápido, muy rápido, mientras más acortaba la distancia entre mi casa y yo. Al verme, uno de los policías se me acercó con afán de detenerme e impedirme el paso, pero yo no disminuí mi velocidad y lo tacleé para que no me estorbara.

Sentía que me movía a través de lodo, y no pensaba bien.

La puerta principal estaba abierta y todas las luces de la casa estaban encendidas. Dentro había varios policías esparcidos, buscando entre los cajones de la cocina, en la sala y en el piso superior. Llevaban guantes desechables y cubrebocas. Mis temores están ganando fuerza.

Se me dificultaba la respiración.

"Creo que será más fácil matarte que lo que fue con tu madre".

Las palabras de Westchester me recorrieron la columna, dándome un escalofrío que me atravesó completo. El sudor frío me recorría la frente y la espalda. A pesar del calor que hacia afuera, me sentía helado y mareado.

-No -dije en un susurro -. No, no, no.

Un policía me vio, estaba hablando un una compañera suya, le dio unas cosas y luego le dio una orden. Esta se fue a cumplir lo que encomendaron y se me acercó.

El otro policía, al que tacleé, me llegó por atrás y me empezó a jalar a la puerta.

-Discúlpeme sargento, este joven entró sin autorización.

-Espere oficial -dijo el otro. Su piel era de color chocolate oscuro. Sus ojos negros irradiaban poder y autoridad. Llevaba varias insignias en su saco de trabajo, no como los demás, que solo tenían la de la Policía de Londres. Y una que otra de algún reconocimiento-. ¿Es usted Rodrigo Garcia?

Asentí atónito.

-Déjelo, Stonewall. El chico se queda.

El oficial Stonewall aceptó la orden y se marchó del lugar. Comenzaba a hiperventilar.

-Acompáñame, por favor.

Ambos nos dirigimos al estudio de mi padre. Mis piernas me pasaban y sentía que se me doblarían en cualquier momento. Alcancé a escuchar las voces de Mich y Payne a través de las sirenas de policía el bullicio dentro de la casa.

Pero nada importaba.

Llegamos a las escaleras para ir al segundo piso. A un lado, en la cocina, vi un bulto cubierto con sábanas. El suelo estaba mojado. Un oficial cerró la puerta al verme.

Me tambalee un poco, las piernas me fallaban.

Subimos y llegamos al despacho, que era más una habitación con un escritorio barato que un despacho propiamente dicho. Ahí estaba mi padre con un par de oficiales. Estaba esposado.

-Le repito oficial, yo estaba trabajando aquí cuando escuché a Rodrigo gritar. Bajé tan pronto pude, la puerta estaba atascada, y cuando llegué, vi a Maura en la cocina, tirada en el suelo. En ese momento llamé a la policía. Yo no maté a mi esposa...

Se calló cuando me vio en la entrada. Se veía muy consternado.

-Rodrigo -llamó, y se me acercó.

La Trilogía Azteca 1: El Sexto SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora