8. Dioses entre nosotros

1.1K 102 171
                                    

MICHELLE, PAYNAL Y YO ESTÁBAMOS en una burbuja hecha con la capa de nuestro amigable dios, dentro del agua. No sabía si nos hundíamos o flotábamos, lo que sí sabía era que si no salíamos pronto a la superficie, el oxígeno empezaría a faltar o la presión del mar rompería la burbuja.

-¿Qué haremos ahora? -Pregunté. Debía mantener la calma. Si empezaba a hiperventilar agotaría nuestro aire más rápido.

Pero el espacio era demasiado pequeño. Y soy un poco claustrofóbico.

-Rodrigo -dijo Mich despacio, sabiendo lo que podría pasar si perdía los nervios-, calma. No te alteres. Saldremos muy pronto. ¿Okay?

Volteé a ver a los lados y luego, después de casi un minuto de intentar relajarme para no empezar a hiperventilar, le contesté.

-Okay -tome una pequeña bocanada de aire-. Estoy tranquilo.

Pero no lo estaba. Un minuto más y no podría soportarlo. Me sudaban las manos. Mi ritmo cardiaco aumentó. Mi respiración comenzaba a acelerarse.

-Ya estamos subiendo -dijo Payne. Eso me alegró tanto. Lo hubiera besado de no ser porque estaba a punto de entrar a un ataque de pánico.

Y unos segundos después, Payne abrió su capa y comencé a tomar grandes bocanadas de aire. Cosa que era difícil ya que estaba flotando en el agua. No me di cuenta de que Payne recuperó su ropa normal, ni que era de día, igual que cuando nos habíamos marchado de Londres. Hasta ése momento no pensé en que era imposible que una avioneta de ese tamaño pudiera atravesar todo el Atlántico. Se hubiera quedado sin gasolina.

Después de que me calmé y mi respiración volvió a la normalidad pregunté.

-¿Cómo es que llegamos hasta acá?

-En la avioneta -me contestó Mich, como si fuera lo más obvio del mundo-. De la cual hay trozos a nuestro alrededor flotando.

-No... -Me quedé pensando cómo hacerme entender bien-. ¿Cómo fue que lo hicimos? La avioneta, digo, es imposible que hubiera podido volar hasta el otro lado del mundo.

-Hablamos de cosas del mundo mitológico. Todo es posible.

Su respuesta era tan ilógica que me parecía razonable.

-¿Y si hemos llegado a México?

-Sí -Payne me respondió- La costa que tenemos enfrente es Yucatán.

Me sonaba el nombre, no recordaba con exactitud donde estaba, pero sin duda era lejos de donde debíamos estar. Y por si fuera poco, cada vez me costaba más trabajo mantenerme a flote. El agua estaba helada, a pesar de que el sol deslumbraba sobre nosotros.

-¿Cuánto duró el viaje?

-Varias horas -dijo Mich preocupada-. Por la hora en que salimos, debimos haber llegado al amanecer, debe ser medio día ahora. Tardamos demasiado.

-No lo pareció.

-No. Seguro fueron esos demonios. Si no me equivoco, eran tzitzimime -asentí a lo que ella estaba diciendo-. ¡Lo sabía! Son demonios estrella. Lo más probable es que nos hubieran encerrado en un bucle temporal. Entonces salimos y llegamos a México. Lo único que no entiendo, es porqué nos atacaron. Entiendo que nosotros dos somos semidioses, y Payne un dios, ¿pero cuál fue la razón? Ellos sólo atacan al Sol, a Tonatiuh, al anochecer y amanecer.

-¿Intentan destruirlo? -Pregunté pensando en qué decir.

-Sí.

Comencé a armar una teoría conspiradora en mi cabeza. Después de un rato hablé.

La Trilogía Azteca 1: El Sexto SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora