-ESPERA -LE PEDÍ A MI padre antes que saliera del templo-. Tengo que hacerte una pregunta.
-¿Sí? -Dijo mientras se volteaba.
-¿Qué es éste lugar? Mich me dijo que no era un campamento, pero hay gente con diferentes padres divinos.
Mi padre se lo pensó unos segundo, quizá tratando de buscar un respuesta convincente.
-Es una especie de guarida temporal. Nadie se queda por mucho tiempo. Desde que se disolvió el campamento, éste lugar es un sitio donde recuperarte, o donde abrir un portal. Pero no permanente.
-Deberían cambiarlo. Éste lugar debería ser un campamento, el lugar es perfecto. Y además, hay muchos semidioses allá afuera sin ser reconocidos, peligrando. Siendo cazados por monstruos.
-No en realidad. El olor de la sangre de los semidioses atrae bestias, pero si saben lo que son, o si saben quién es su padre, su aroma se intensifica. Por eso muchos de nuestros hijos viven en el anonimato. Lo hacemos para protegerlos.
-Pero muchos sí lo saben. Y no tienen donde estar a salvo. El campamento sería un lugar ideal. Hay espacio suficiente para todos, los semidioses podemos estar a salvo aquí -no creía qué mis argumentos funcionaran, así que mejor opté por usar datos reales-. Me contaron lo de la Revolución, lo siento. Pero los tiempos han cambiado. No hay guerras, no habrá motivos para que el campamento se divida y la historia se repita.
Pareció que lo pensó, y que lo seguiría pensando por varias horas más tarde.
-Voy a reflexionar sobre eso, lo hablaré con los demás dioses de la Corte. Pero por ahora, ve a cenar. Necesitarás energía para mañana. Descansa hijo. Nos veremos después.
Salió del templo, comenzó a bajar las escaleras y a medio camino se transformó en un colibrí. Luego se alejó volando.
Suspire.
-Hasta luego.
Bajé las escaleras y como lo prometió, Mich me esperaba ahí. El cielo se veía casi negro. Ahora sí era de noche.
-¡Argg! Malditos mosquitos -se quejó y se dio un manotazo en la pierna, tan fuerte que me dolió de tan sólo verlo.
-¡Auch! Eso dejará una marca.
Mich se sobresaltó. No se había dado cuenta de que estaba detrás de ella hasta que hablé.
-¡Ay, dioses! Rodrigo, me asustaste -e hizo algo típico de ella: darme un puñetazo en el brazo. Siempre lo hacía cuando la sorprendía.
-Lo siento. Debí anunciarme.
-Descuida -soltó una risa-. Ven, vamos a comer.
Agarró mi mano y me llevó cruzando la Calzada hacia la Plaza de las Micas, donde estaba el comedor principal.
Al llegar, ya había gente cenando. En total, no eran más de veinte personas. Unos cuantos adolescentes, un par de niños y varios adultos. Payne nos saludó desde una mesa donde estaban todos los adolescentes.
-¿Todos son semidioses? -Pregunté curioso.
-No. Sólo Liliana, la de la enfermería, y otros seis. Además de nosotros. Las demás personas son sacerdotes de los templos de los dioses.
-¿Y los dos niños?
-Una se llama Alejandra, es una semidiosa. Pero está por determinar. Y el otro es Héctor, es hijo de una sacerdotisa de Tozi.
Al parecer, todo esto era demasiado complejo. Semidioses, sacerdotes y sacerdotisas, profecías, dimensiones alternas. Era demasiado.
Mich apretó un poco mi mano.
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La Trilogía Azteca 1: El Sexto Sol
AdventureRodrigo Garcia creía ser un chico normal. Y lo era, hasta el día de la muerte de su madre. Pero a partir de ese día, todo a su alrededor empieza a cambiar. Rodrigo descubre que sus mejores amigos no son lo quiénes creía: Mich Walker se puede tr...