LIADAN
Espero hasta que se aleja para seguir su estela hacia la sala principal de la biblioteca. Me siento presa de una curiosa mezcla de nervios y euforia. Aún noto el rastro del tacto cálido que he sentido al golpearle sin querer. Es como en las películas o los libros, la tonta que cree conservar la tibieza del tacto de esa persona especial; qué cursilería y qué estupidez. Pero supongo que eso quiere decir que me gusta. Y me gusta de verdad, por qué no aceptarlo.
Me gusta porque no lo conozco, así de simple. Es lo que me pasa con la mayoría de los chicos, que me quedo con las sutiles características que me gustan de ellos a primera vista y a partir de ahí los reconstruyo en mi imaginación como yo quiero, a mi gusto. Pero esta fantasía choca luego con la realidad, y el enamoramiento se desvanece.
Por no decir que Alar es mayor que yo, más guapo, y que me ha visto ponerme roja tantas veces que seguro que piensa que tengo algún problema sanguíneo. O mental. De todas formas espero volver a verlo pronto, el lunes ya queda lejos. Cuanto más me acostumbre a él y más le conozca de verdad, antes me desencantaré y dejaré de fantasear.
Suspiro mientras apago las luces y cierro la puerta de la biblioteca. Me subo las solapas del abrigo negro, conforme bajo por las escaleras principales hacia el frío de fuera.
—Buenas noches, James —le deseo al conserje.
—Buenas noches, señorita Montblaench.
El viernes Aithne me espera en la puerta de clase, como siempre. En sus labios se dibuja una sonrisa expectante.
—¿Qué pasó? —Me dice en cuanto llego junto a ella, peleándome con el cordón del Ipod que se me ha liado con la coleta—. ¿Estaba el chico misterioso en la biblioteca?
—Estaba —le respondo en voz baja mientras entramos en el aula, que se parece más a un seminario universitario como el de las películas que a una clase de instituto; de verdad que Edimburgo es otro mundo—. Es mayor, estudia Historia en la universidad.
—¡Quizás Keir lo conoce! —dice Aith feliz—. Se lo preguntaremos.
—¡No! —Exclamo ganándome una mirada ceñuda del profesor de lengua, que está entrando por la puerta con su vara de apuntar a la pizarra golpeando rítmicamente su pierna—. No le digas nada. Alar ya me dijo que no conocía a ningún Keir.
La miro fijamente para asegurarme de que no va a hacer averiguaciones a mis espaldas. No me apetece nada que Alar descubra que he estado preguntando por ahí sobre él.
Como los viernes por la tarde no tenemos clase, a las tres nos dirigimos a tomar una Coca-Cola al parque de Princess Street, que tiene unas preciosas vistas a la escarpada colina en que se alza el castillo de Edimburgo. Me fascina. Voy a estudiar Biología, puesto que me apasionan los animales, pero siento verdadera vocación por la Historia. Me encantan los castillos, y de hecho estoy pensando en hacerme el pase vitalicio para poder visitar éste siempre que quiera. Aithne sonríe cuando se lo comento.
—Deberías estudiar Historia, Lia —me dice—. Además, si el año que viene vas a irte —me dedica otra de sus expresiones desvalidas, para que me quede claro lo que opina de que vuelva a Barcelona al acabar el instituto—, no te va a servir de nada ese pase.
—Lo sé —suspiro.
Cada vez me siento menos segura de querer abandonar Escocia.
—Además —dice Aith intentando contener una dulce sonrisa—. Si estudiases Historia aquí, podrías pedir ayuda privada a Keir. O a tu visitante misterioso.
—Cállate —le digo, aunque pensar en Alar hace que me cosquillee la piel.
Aprovechamos el día del sábado para irnos de compras a Glasgow. Es más grande y está muy cerca de Edimburgo, así que tardamos poco más de dos horas en llegar hasta allí. Es chocante ver comprar a Aithne. Es exageradamente rica, pero no obra como tal. No es una compradora compulsiva, ni una víctima de la moda o los lujos, sólo compra lo que necesita de verdad. Eso sí, es capaz de gastarse cuatrocientos euros en unos pantalones si le gustan. A mí tampoco me falta el dinero, mis padres no eran lo que se dice pobres, pero soy consciente de que su herencia es lo único que tengo hasta que me gane la vida por mí misma. Así que no lo derrocho. Lo que en España podría ser una fortuna aquí en Gran Bretaña, tal como está el nivel de vida, no es una cuenta corriente tan magnífica.
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TAIHBSE
Dla nastolatkówPrimero que nada, debo decir que esta historia no me pertenece a mí, sino que su autora, es la escritora Carolina Lozano. **************************************************************************** En Escocia abundan los fantasmas y muchos escocese...