capitulo 25

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LIADAN

Hoy es el último domingo que vamos a poder estar juntos y solos aquí. Pero esta tarde, antes de que mañana llegue Aithne y se enfrente a la verdad, antes de que mis compañeros y las clases me devuelvan al mundo real, sigue siendo nuestra. Esta vez ni siquiera simulo que voy a intentar estudiar. Tampoco enciendo las luces. Tan pronto como llego dejo la mochila junto a la mesa del bibliotecario. Me quito el espeso abrigo con rapidez para refugiarme en la calidez del cuerpo de Alar. No puedo evitar que una sonrisa tonta y cursi se dibuje en mis labios cuando siento sus brazos rodear mi espalda con una férrea suavidad, que yo siento tan física como etérea es en realidad.

Nuestros labios se encuentran y los dos sabemos que esta vez, puede que la última que podemos encontrarnos a solas, nos vamos a dejar arrastrar. Antes de darme cuenta Alar me está desabotonando la blusa y yo estoy intentando quitarle la camiseta. Me dejo llevar cuando Alar me hace caminar hacia atrás y me siento en la mesa del bibliotecario cuando me encuentro entre ésta y él. Ya no me avergüenza sentirme desnuda, como tampoco siento extraño su cuerpo sobre el mío. Todo tiene una extraña naturalidad, y apreso sus oscuros cabellos naranjas entre los dedos para acercarle más a mi piel. Entonces es él quien sonríe y yo ya no soy capaz de pensar nada más. Tan sólo puedo concentrarme en él, en sus ojos, en sus murmullos, en sus manos y sus labios recorriendo mi piel con su tacto hecho de energía pero tan real. Tan capaz de regalarme un placer que no había sentido nunca.

Una hora después volvemos a estar sentados alrededor de la mesa del bibliotecario. Él ha retomado sus manuscritos del archivo de la biblioteca y yo trato de estudiar química. Estamos tranquilos, como si nada hubiese pasado, pero nuestras miradas son más cómplices que nunca. Le quiero. Sí, le quiero. Y sé que él me quiere también; no hacen falta más palabras. Aunque también sé que le embarga la tristeza ante la despedida, y él sabe que yo deseo más que nunca quedarme aquí con él y que lo intentaré. El caos late bajo la apariencia de normalidad que nos rodea, pero ahora nos embarga la paz.

De repente se mueve la manija de la puerta de la biblioteca. Ambos damos un respingo. Es domingo, nadie debería estar aquí. Alar reacciona con rapidez, y mueve los archivos para que no parezca que había alguien más que yo observándolos. Miramos fijamente la puerta, inmóviles, hasta que ésta se abre bastante para ver quién ha accionado el picaporte.

—¡Aithne! —exclamo atónita. Lo primero que se me ocurre pensar es que menos mal que no ha venido una hora antes. Me pongo roja, pero ahora lo que más me preocupa es que me muero de ganas de abrazarla y no me atrevo a hacerlo. Me duele, porque es mi mejor amiga.

—Hola. He ido a tu casa pero me han dicho que estabas aquí —me dice, y sonríe.

Me levanto y acudo a estrecharla entre mis brazos, sin poder aguantarme. Ella me devuelve el gesto con la misma delicada intensidad de siempre, y no puedo evitar que se me salten las lágrimas. Cuando nos separamos, Aith me mira muy seria.

—¿Estás sola?

Tardo unos segundos en darme cuenta de que eso es casi una aceptación de la realidad.

—No.

—¿Dónde..., dónde está? —susurra mirando temerosa a su alrededor.

Señalo la silla que hay frente a la mesa del bibliotecario, de donde Alar no se ha movido. Aithne levanta una mano a modo de tímido saludo.

—Hola, Aithne —dice Alar sin moverse todavía, a la expectativa de la forma en que se desarrolle el asunto.

Ella da un respingo, está claro que sabe que está aquí, pero es incapaz de ubicarlo.

—Yo... —musita asustada—. Yo... le oigo, pero no entiendo lo que dice. Es como un eco.

—Dice que «hola» —le digo a Aith—. Y siente que te asustaras el otro día.

TAIHBSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora