LIADAN
Es buena persona. Está enfadado, pero es buena persona.» Eso me repito a mí misma desde que Alar ha desaparecido como una exhalación llevándose consigo el frío que todos han sentido. Mis compañeros bromean. Aseguran que hemos sido testigos de un fenómeno paranormal, y yo intento sonreír como si les siguiera la broma. Pero la sonrisa se me congela en los labios. Me noto al borde del desmayo.
Cuando nos sentamos en nuestros sitios en la clase de lengua, escondo las manos debajo de la mesa porque me tiemblan. Aithne, a mi lado, no está mucho mejor. No deja de mirarme fijamente, como dispuesta a sostenerme en el momento en que yo caiga. Y tengo la sensación de que intenta decirme algo, sin atreverse. Creo que piensa que he sufrido un brote psicótico. Ella, pobrecita, tuvo unos malos episodios cuando despertó del coma en que estuvo sumida tantos meses. Nunca me lo ha explicado del todo, pero parece que por un tiempo creyó que se había separado de su cuerpo. Trato de parecer tranquila para sosegarla, para darle a entender que no me ha sucedido nada más que una reacción al frío. Pero no me resulta tan sencillo. Ella no ha visto a Alar, y suerte que tiene. Jamás creí que un rostro tan agraciado pudiera resultar tan aterrador. Ni la mejor película de miedo podría conseguir semejante efecto.
Los hermosos ojos de un verde casi transparente de Alar se han vuelto oscuros. No sus pupilas, sino sus cavidades oculares enteras, desde las cejas hasta las ojeras. Simplemente ni siquiera se le veían los ojos: tan sólo dos manchas negras y borrosas en un rostro pálido, severo y amenazante en extremo. Creía que me moría del susto. Y el frío, el aire gélido que lo acompañaba y que se nos ha metido en los huesos tanto a Aithne como a mí, ha sido espeluznante. Todavía oigo a algunos de mis compañeros comentando en voz baja lo rara que ha sido la corriente de aire que se ha levantado de repente. Y no todos bromean cuando dicen que ha sido cosa de fantasmas.
Me estremezco, y Aith me mira con ojos aterrados. Le devuelvo una sonrisa inocente, dándole a entender que no sucede nada fuera de lo normal. Pero le cuesta devolverme el gesto, y sus ojos azules muestran espanto. Pobre Aithne, está trastornada y me habría gustado decirle que no me estoy volviendo loca. Estoy a punto de dejarme llevar por una risa histérica cuando me imagino diciéndole que a veces veo muertos de verdad.
Por suerte para la hora de comer, Aith ha llegado a tranquilizarse. Es lo bueno de ella, que siempre cree sincera a la gente y me ha creído cuando le he dicho que estoy bien, que ha sido el frío repentino y que no ha pasado nada malo. Pero estoy aterrada, y miro a mi alrededor alerta. Me sobresalto a cada momento, hasta que mis compañeros empiezan a pensar que tengo una crisis de ansiedad. Por suerte se acercan los exámenes de invierno, así que no soy la única a la que atacan los nervios. Pero estoy decidida a volver a la biblioteca. Si fuese más juiciosa no iría, pero otros dos sentimientos se oponen a la sensatez. Por un lado, no me da la gana huir de la biblioteca como una cobarde. Me gusta estar allí, puedo estudiar y leer tranquila, y no me quiero ir. Y por otro, tengo ganas de arreglar las cosas con Alar. No me gusta que piensen mal de mí.
Trato de convencerme de que eso es lo que tengo que hacer. Enfrentarme a Alar. Y pedirle perdón. Así que cuando se acaban las clases de la tarde, me quedo sentada en un rincón donde nadie me ve, preparándome psicológicamente para lo que voy a hacer.
Inspiro hondo varias veces, vacilo cuando hago el amago de levantarme del escalón de la escalera de caracol y vuelvo a respirar hondo. Entonces las piernas me sostienen y me encamino hacia la biblioteca aleccionándome a mí misma, recordándome que no debo mostrar temor ni inseguridad. Los animales huelen el miedo, y quién sabe si los fantasmas también. Juraría que Alar ha olido mi miedo, y se ha regodeado con él. Además, me convenzo de que tiene derecho a estar furioso por lo que le he hecho, y mucha gente se enfada y luego se desenfada y ya está. Sólo que en él es más vistoso...
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TAIHBSE
Teen FictionPrimero que nada, debo decir que esta historia no me pertenece a mí, sino que su autora, es la escritora Carolina Lozano. **************************************************************************** En Escocia abundan los fantasmas y muchos escocese...