capitulo 24

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ALASTAIR

¿Qué pasó? —le pregunto a Liadan en cuanto cruza la puerta de la biblioteca el sábado.

Podría haber empezado por un buenas tardes, pero llevo casi un día entero sufriendo la angustia de la espera. Creía que me volvía loco. Nunca me habían parecido tan odiosos los límites que me separan del resto del mundo.

Liadan parece cansada, es posible que ella tampoco haya descansado en toda la noche. De hecho, parece exhausta, alicaída. Se dejó el abrigo y todo lo demás aquí, así que espero que no se haya resfriado. Rodeo la mesa del bibliotecario y me pongo a su espalda para masajearle los hombros. Nunca pensé que pudiera llegar a hacerlo pero aquí estoy, sintiendo la tensión de sus frágiles músculos bajo mis dedos. Liadan suspira, demasiado afectada por los últimos sucesos como para reaccionar con sorpresa.

—No la alcancé —me dice—. Fui a su casa pero ya se había ido hacia el aeropuerto. Anoche llamé al teléfono de Keir, pero me dijo que Aithne ya estaba durmiendo. Está preocupado, dice que Aith estaba muy alterada ayer. Ella trató de convencerlos de que sólo se debe a la proximidad de los exámenes finales, pero temen que haya sufrido una recaída. Aunque esta mañana he recibido un mensaje de ella desde el teléfono de Keir. Dice que hablaremos cuando vuelva.

—¿Y tú qué opinas? —le pregunto.

—Opino que guardará el secreto, no te preocupes. La que me preocupa es ella. Y Keir también cree que estoy loca, o que soy una temeraria morbosa; se enfadó cuando después de haberme explicado aquello, yo me acerqué al lago para investigar. Está preocupado, no quiere que yo pase por lo mismo por lo que pasó Aithne —guarda silencio, pero noto cómo toma aire para decir algo más, algo más difícil de exponer—. Y a mí me preocupas tú. Todos estamos preocupados, como ves.

—¿Yo? —me sorprendo. Entonces entiendo de lo que habla—. Liadan —le digo muy serio, y me meto sin más en la mesa para poder ponerme delante de ella y mirarla a los ojos—, no me gustó nada lo que dijiste al irte. No voy a matar a nadie, y mucho menos a ti.

—No me importaría —reconoce con la cruda sinceridad de su alma.

—Sé razonable, Liadan —le digo—. Comprende que las cosas tienen que ser así y ya está. No puedes quedarte, y tendré que separarme de ti. Ni siquiera tendríamos que habernos conocido.

—¡No! —dice como una niña. Me recuerda a Caitlin cuando era pequeña y sus padres le negaban un capricho—. ¿Por qué? Por qué para un chico que encuentro que me gusta, va y tiene que estar muerto. No quiero separarme de ti, Alar —me dice, los pozos negros que son sus ojos llenos de determinación, aunque luego vacila—. O acaso... ¿tú no quieres seguir viéndome?

Su expresión es la viva imagen del temor a mi respuesta, y ser consciente de sus sentimientos me emociona, y hace que los míos aumenten. Y aunque sería mucho mejor que le diese la razón, soy incapaz de dejarla pensar que no la quiero.

—Por supuesto que quiero verte —le susurro—, te echaré horriblemente de menos.

Se le escapa la sonrisa, no sé si tendrá tantas ganas de abrazarme como las que siento yo. Pero no debo seguirle el juego, pese a que sé que es tarde para ello.

—En ese caso buscaré la forma de no tener que separarme de ti —dice resuelta, como yo suponía—. Tan simple como eso.

Es una locura. Se supone que yo soy el obsesivo pero Liadan no se queda a la zaga y nos pasamos horas discutiendo. No está tan loca como para matarse sin más, sabiendo los riesgos que corre, pero ya he comprobado que cuando se le mete algo en la cabeza no ceja en el empeño. Mis argumentos chocan contra ella sin éxito y me exaspero, pero Liadan, sin embargo, se mantiene calmada, y se ha puesto el abrigo sin decir nada en respuesta al frío de mi furia. Me recuerda a mis guerreros cuando estaban dispuestos a entrar en batalla: tiene la serenidad de quien sabe cuál es su camino y está dispuesto a recorrerlo hasta el final.

TAIHBSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora