LIADAN
Siento un fuerte dolor de cabeza. Estoy confusa, no sé exactamente dónde me encuentro ni en qué posición. Y no puedo creer que esté pensando eso. Parpadeo, notando que la luz del techo me ciega por un momento haciendo que las sienes me palpiten dolorosamente. Al menos ahora sé que estoy tumbada en el suelo, aunque no me explico por qué. Cuando puedo enfocar la vista me doy cuenta de que hay alguien inclinado sobre mí. Está claro que me están socorriendo. A medida que mi cerebro vuelve a hacerse cargo de la información visual que le transmiten mis ojos, reconozco el pelo naranja oscurísimo y los ojos casi transparentes. Trato de apartarme en un gesto reflejo que ni siquiera comprendo.
—Tranquila, mejor que no te muevas —me dice Álar.
Parece muy preocupado.
—¿Cómo me he caído? —le pregunto recelosa, porque, pesé a la confusión, sé que es importante.
—No lo sé, no lo he visto —responde—. He oído el golpe y he venido corriendo. Te he encontrado desvanecida aquí, en el suelo. Supongo que te has resbalado de la banqueta y te has dado en la cabeza al caer.
Miro a mi alrededor. Estoy junto a una de las estanterías de la sección de historia, y la banqueta que uso para llegar a los anaqueles más altos está volcada a mi lado. Estoy abochornada, jamás he sido patosa y no suelo montar estos espectáculos
Trato de incorporarme y recuperar mi dignidad.
—Quizás deberías quedarte tumbada un poco más —me dice Álar, aunque parece aliviado ante mi evidente falta de parálisis—. Me has dado un susto de muerte.
Le miro fijamente, sobresaltada de nuevo. Entonces recuerdo por qué reacciono así y no puedo evitar ponerme roja, avergonzada. Dioses, ni siquiera he llegado a salir de la biblioteca. Probablemente no he vuelto a hablar con Álar desde que llegó Evan.
—Si te dijera lo que he soñado... Estoy bien, voy a ponerme en pie.
Me sujeta del brazo hasta que ambos estamos seguros de que mis piernas van a sostener mi cuerpo. Su contacto me tranquiliza: es cálido y muy sólido. Nada que se pueda atravesar. Mientras veo a Álar inclinarse para poner la banqueta también en pie, me prometo a mi misma que si voy a ser tan influenciable, se han acabado los libros de fantasmas. Por Dios, lo que he llegado a soñar.
Qué vergüenza, y que infantil. Y para colmo, Álar parece intuir mis ganas de que se me trague la tierra, porque cuando se yergue me dedica una sonrisa compasiva.
—No te preocupes, puede pasarle a cualquiera —dice.
Pero me ha pasado a mí. Desvío la mirada; odio ponerme en evidencia. El sentido del ridículo es exageradamente fuerte en mí. Me sobresalta cuando me pone una mano en la barbilla para alzarme la cara y mirarme.
—¿Seguro que estas bien? Creo que sería bueno que te diera el aire y aún es pronto. ¿Por qué no vienes a dar un paseo conmigo por el bosque del jardín?
Me quedo perpleja. Me siento halagada, y me apetece mucho, pero me da pavor salir de paseo a solas con él. Seguro que digo alguna estupidez, o peor todavía, seguro que me quedo tan cortada que no me salen las palabras y se da cuenta de que soy una aburrida.
—Necesitas tomar el aire —decide Álar al equivocar de nuevo la causa de la expresión de mi cara—. No te preocupes por la biblioteca, dudo que venga nadie.
Me hace un gesto para que avance hacia la sala principal delante de él. Luego me adelanta, coge mi abrigo como si le fuera la vida en ello y, tras mirarme, sonríe y me lo ofrece. Lo cojo y me lo pongo, y quieran las musas que esté inspirada al pasear con él.

ESTÁS LEYENDO
TAIHBSE
JugendliteraturPrimero que nada, debo decir que esta historia no me pertenece a mí, sino que su autora, es la escritora Carolina Lozano. **************************************************************************** En Escocia abundan los fantasmas y muchos escocese...