capitulo 1

126 2 0
                                    

LIADAN

Ignorante de que el destino va a cernirse sobre mí también, guardo la extraña libreta en el cajón de la mesa que el bibliotecario me ha reservado. Con esas breves líneas le he cogido cariño a la escritora, pues yo también soy una chica insólita. En otros tiempos jamás me habría atrevido a decirlo abiertamente, pero ya no me importa: soy por lo menos rara.

Ninguna persona normal de diecisiete años pasaría las tardes supervisando la vieja biblioteca del instituto, ni estudiaría por voluntad propia en sus horas muertas. A mí me hubiese gustado creer que sí existe más gente como yo, pero mis compañeros de clase, con sus miradas incrédulas y el escepticismo que rezuma de sus voces cuando hablan conmigo, echan todas mis esperanzas por tierra. No es que me lleve mal con la gente, simplemente es que me llevo más bien poco, o casi nada. Yo no les intereso mucho a ellos y ellos no me interesan a mí, así que la relación con mis compañeros es cordial, aunque casi inexistente. Salvo algunas excepciones, claro.

Por alguna razón que jamás llegaré a entender, hay chicos que se interesan por mí. Les fascino, creo. No soy fea, tengo que reconocerlo si quiero ser sincera, pero socialmente soy tan gris como el significado de mi nombre irlandés: Liadan, grey lady. Sin embargo, a algunos parece que eso les gusta. Supongo que mi indiferencia hace que emerja dentro de ellos el espíritu cazador del macho herido en su ego. Seguramente una vez hubiesen conseguido su premio se habrían olvidado de mí, y yo no soy un trofeo. Por eso no son precisamente los chicos feos los que tratan de superar mi barrera de apatía, sino aquellos que no aceptan que haya alguna chica que no se muera por sus huesos. ¡Pero claro que rae muero por sus huesos! Como todas. Sólo que mi capacidad de relación social es tan limitada, y soy yo tan consciente de ello que, simplemente, me resigno a permanecer en mi ostracismo particular.

Aun así esta primera excepción a la regla nos lleva directamente a la segunda. «A» entonces «B», diría mi profesor de Filosofía. Porque muchas chicas me odian. No abiertamente, y de hecho creo que con algunas de ellas me hubiese llevado bien en otra situación, pero el caso es que me tienen ojeriza. ¿Cómo una chica como yo, tan introvertida y tan poco interesante, puede atraer a los chicos populares? Yo también me lo pregunto, y habría preferido que no sucediese a cambio de llevarme bien con las chicas, aunque resulta que mi falta de interés por sus hombres perfectos las enoja más todavía. De todas formas, cualquier solución hubiese levantado igualmente sus iras, y ser extranjera tampoco me favorece, así que da igual. Estoy condenada y lo acepto; qué remedio.

—Buenas noches, James —le digo al conserje en un gaélico escocés que ya suena casi perfecto, mientras salgo del antiguo edificio del instituto.

—Buenas noches, señorita Montblaench —me responde (pocos escoceses son capaces de pronunciar bien mi primer apellido catalán).

Hace dos semanas que empezó el nuevo curso. Como en todo instituto privado y de gran tamaño que se precie, eso conllevó algunas bajas y nuevas incorporaciones, cosa que a mí me trae sin cuidado, por supuesto. De hecho, salvo porque me interesen por algún motivo en concreto, presto muy poca atención a las caras nuevas. Casi tan poca como a las viejas. Prefiero los libros, que son al menos igual de interesantes y más inofensivos.

Por eso este año, el último que voy a pasar en el instituto y en Edimburgo, he aceptado la oferta del director McEnzie de hacerme cargo de la vieja biblioteca del aún más viejo colegio Royal Dunedin. El nombre es tan pomposo como redundante. Dunedin es la forma abreviada de Dún Éideann, el nombre de Edimburgo en gaélico escocés. A los que estudian aquí les gusta llamarse a sí mismos los dúnedains, como si hubiésemos salido de El señor de los anillos.

. De todas formas ser una dúnedain es un motivo de orgullo, ya que se trata de uno de los mejores y más prestigiosos institutos de toda Escocia y parte de Gran Bretaña, así que pocos desprecian el apodo.

TAIHBSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora