capitulo 12

15 1 0
                                    


ALASTAIR

Perplejo, miro a mi alrededor y me doy cuenta de que es de noche. Las hojas de los árboles susurran con el viento, y las del suelo húmedo apenas crepitan. No sé cómo, pero soy consciente de que ha pasado algún tiempo desde la última vez que estuve aquí. Miro al suelo al oír el crujido de un papel bajo mi pie, y me inclino para recoger la nota:

«A cambio, no vuelvas a acercarte a mí.»

Es de Liadan, estoy seguro de ello, y estoy furioso y me siento decepcionado, traicionado. Aprieto el papel entre los dedos, hasta que se me ponen los nudillos blancos. Miro a mi alrededor, consciente de que estoy haciendo que la temperatura baje varios grados, pero estoy solo, y es una suerte que ella no siga aquí, porque en este momento podría haberla matado. No me entretengo más, y me voy rápidamente al lago para ver a Caitlin porque debe de estar muy preocupada. Soy consciente de que las ramas de los árboles se agitan con mi furia a medida que avanzo.

Veo a Caitlin desde lejos, pues se pasea nerviosa arriba y abajo, un borrón blanco contra la oscuridad sobre la orilla del lago.

—¡Álastair! —grita con un alivio demente cuando me ve.

Espera a que llegue al borde del lago, su límite, para lanzarse a mis brazos llorando. Sólo después de apretarse fuertemente contra mí se fija en la dureza de mi expresión.

—Fue la chica, ¿verdad? —me pregunta demasiado aliviada para enfadarse todavía.

—¿Qué día es hoy?

—No lo sé, Alar —me contesta compungida, pues le es difícil calcular el paso de los días.

Pienso en utilizar el teléfono móvil para averiguarlo, pero a estas alturas estará sin batería. Tendré que ir al castillo y enchufarlo.

—No sé qué día es, pero... —dice Caitlin cohibida—. Ya pasó hace días la Noche de Brujas.

Mi ira va en aumento, tanto que Caitlin se aparta cautamente de mí. Soy consciente de que la hierba a mis pies se ha vuelto loca, agitándose hasta arrancarse de entre la turba húmeda, y lucho por serenarme pese a que tengo ganas de gritar. Luchando por mantener la sensatez, le aseguro a Caitlin con suavidad que no debe preocuparse más y que volveré en breve, y regreso al castillo vacío. Enciendo las luces por el camino hasta la biblioteca, demasiado furioso como para preocuparme. De hecho, y para mi vergüenza, preferiría que alguno de ellos se pasara por aquí para que yo pudiera descargar mi ira sobre alguien que no fuera Liadan. Ya en el archivo, tan familiar y añorado pese a que no soy consciente del tiempo que he pasado fuera, busco \ el cargador del teléfono bajo la losa suelta, lo enchufo en la toma de la pared y lo enciendo. Enseguida recibo varios mensajes de llamadas de Jonathan, pero también de otros conocidos que pueden usar los teléfonos, pues parece que mi ausencia se ha hecho notar en la Noche de Brujas. Busco el calendario y miro el día actual: cinco de noviembre. Creo que he estado once días ausente, entre ellos la Noche de Brujas.

El teléfono empieza a sonar enseguida; se trata de Jonathan.

—¿Álastair? —pregunta nervioso.

—Estoy aquí.

—Dios misericordioso, Álastair, qué susto nos has dado —contesta Jonathan aliviado.

Me explica que Caitlin había empezado a ponerse nerviosa el miércoles veintisiete, después de que ya hubieran pasado dos noches sin que fuera a visitarla al lago. Y después de ver volver a una chica corriendo el lunes al anochecer desde la senda del bosque por la que suelo llegar yo. Sin embargo, la pobre Caitlin no pudo hacer nada, pues a ella le cuesta muchísimo entrar en contacto con las cosas del mundo físico y no puede utilizar un móvil ni prevenir a nadie. Fueron días duros para ella, hasta que el Día de Brujas le permitió moverse con total libertad por una noche. Para los vivos de ahora la noche de Todos los Santos no es más que una fiesta más, una en la que lo tenebroso se vuelve divertido, pues no son conscientes de que en esos momentos los muertos conviven con los vivos.

TAIHBSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora