capitulo 19

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ALASTAIR

¿Qué te pasa? —me pregunta Liadan en cuanto entra en la biblioteca.

Esperaba esa pregunta, pues sé que últimamente me nota raro, pero no sé qué responderle, ya que soy incapaz de explicarle por qué. ¿Cómo voy a decirle que pronto tendremos que despedirnos si no es consciente de ello? Sin embargo, hoy no es eso lo que me turba, sino que su amiga se está convirtiendo en una complicación, aunque hace ya días que no le insiste para quedarse con ella en la biblioteca; desde la última vez parece que ha renunciado a saber más de mí. Además mañana se acaban las clases por las fiestas navideñas y tendrá tiempo para olvidarse de cualquier recelo, pero las miradas que le dirige Aithne a Liadan me atribulan y una parte de mí ansia apartarla de en medio para que nada me separe de Liadan.

—Nada —le respondo—. No me pasa nada. ¿Cómo ha ido el día?

Se ríe.

—Lo sabes tan bien como yo —me responde dándome un empujoncito; últimamente nos tocamos más, y ya casi ni siquiera siento el frío que me transmite su carne física—. Has estado ahí todo el día...

De pronto se abre la puerta de la biblioteca y aparece en ella un joven que me resulta vagamente familiar. Es rubio, alto; se parece mucho a Aithne. Y Liadan se ha dado tal susto y se ha puesto tan pálida y nerviosa como si la hubieran atrapado haciendo algo malo.

—¡Keir! —exclama—. Qué susto me has dado.

El joven mira a su alrededor, fijando los ojos en todos los pasillos.

—¿Estás sola? Me ha parecido oírte hablar con alguien.

Como siempre que hay alguien más, me sitúo al lado del interlocutor de Liadan. De esa forma no pasa nada cuando siente el impulso de mirarme.

—¿Yo? Qué va —dice ella, aunque su nerviosismo desmiente la despreocupación de sus palabras—. Es que leo en voz alta. ¿Qué haces aquí?

—Si te molesto, si va a venir tu amigo ese...

—No, no —dice Liadan rápidamente temiendo haber molestado al joven—. Hoy no creo que venga. Ya vino ayer y me parece que hoy tenía cosas que hacer.

—Ya —responde el tal Keir con cara de no creerse nada.

—Es sólo que me sorprende verte aquí —insiste Liadan sonriendo con sinceridad ahora.

—Te prometí que te explicaría por qué creo en fantasmas, ¿recuerdas?

—Ah, cierto —dice Liadan y me dirige una mirada veloz. Enseguida pone una expresión de interés que no me gusta y le dice—: Explícamelo.

—Bueno —dice el joven, que adivino será el primo universitario de Aithne, el que estudia Historia. Desvía la mirada a la mesa que hay entre él y Lia-dan; no parece que esté explicando esto por voluntad propia—. No se lo digas a nadie, ¿vale? Porque es un poco bochornoso. Sucedió en mi último año de instituto, fue un día cuando se acercaban los exámenes. Estaba cansado de estudiar y decidí salir fuera del aula de estudio para relajarme un poco. Me dirigí al lago...

El joven se calla porque las luces han parpadeado, y está mirando a los fluorescentes con el ceño fruncido. Liadan en cambio me mira a mí, porque sabe que he sido yo. Y no puedo evitarlo. Ahora sé por qué me resulta familiar ese joven y no me gusta nada cómo va a continuar esta situación.

—Liadan, por favor —le imploro—. Pídele que no te lo explique.

Ella me mira unos pocos segundos más y luego vuelve a mirar a su interlocutor.

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